El día que degradaron a José Antonio por pegarse con el general Queipo
«Una vez comprobado por mí quien era el autor de la carta ofensiva, me dirigí a él, le enseñé la carta para que la reconociera, y una vez que la hubo reconocido le di un golpe en la cara», relata José Antonio
Finalizando la dictadura del general Primo de Rivera, otro general, Queipo de Llano remitió una carta llena de insultos y amenazas al anciano tío de José Antonio Primo de Rivera, hermano de su padre. Enfadado José Antonio por las palabras que el general Queipo de Llano había enviado a su tío «hablando de no sé qué humillaciones de que creía haber sido objeto, y llamándole cretino, y hablando de que quería procurar liquidar cuentas pendientes», algo que consideraba «intolerable y cobarde tratándose de mí tío» pues este era «un anciano enfermo imposibilitado en absoluto para ningún combate».
El 9 de febrero de 1930, José Antonio, su hermano Miguel, y su primo Sancho Dávila decidieron pedir explicaciones a Queipo: José Antonio fue a su casa de Queipo quien no les quiso recibir. José Antonio dejó por escrito que «tan pronto como conocí la existencia de semejante carta me trasladé a la casa del Sr. Queipo de Llano, y le hice pasar una tarjeta escrita, rogándole me proporcionara una entrevista con él. Me hizo decir de palabra que iría por la tarde al Lyon D´or. Me trasladé allí y aguardé hasta un rato después de la hora fijada en mi tarjeta. No acudió. Y al irme a mis ocupaciones le deje una carta, que entregué a un camarero, anunciándole que a las nueve de la noche volvería al mismo café».
Sabedor José Antonio que Queipo de Llano tenía su tertulia en ese Café Lyón D´or de la calle Alcalá, por la noche, y conociendo que a esa tertulia acudían varios enemigos de su padre, se hizo acompañar de su hermano y de su primo. Para identificarlo preguntó a un camarero dado que no se conocían personalmente, luego mostró la carta a Queipo y le pregunto sí era suya.
Según el testimonio de José Antonio, «Una vez comprobado por mí (solo por mí) quien era el autor de la carta ofensiva, me dirigí a él (que se puso de pie en el acto), le enseñé la carta para que la reconociera, y una vez que la hubo reconocido y me la hubo devuelto (cosa probada por el hecho de conservarla yo en mi poder, siendo así que de no haberla retenido desde el principio me hubiese sido imposible el recuperarla después de la refriega que en seguida empezó) le di un golpe en la cara.
El Sr. Queipo, a pesar de que me aventaja mucho en estatura y de ver que yo no llevaba más armas que mis manos, enarboló un grueso y nudoso bastón, con el que trató de agredirme, al mismo tiempo que cinco o seis amigos suyos se incorporaban, también armados de bastones, y otros tres o cuatro señores me sujetaban por detrás.
Claro que en este punto acudieron en auxilio mío mi primo y hermano. Entre nosotros tres, por un lado, y un buen golpe de amigos del Sr. Queipo, por el otro, empezó una tumultuosa refriega a golpes. Por nuestra parte, con los puños nada más; por parte de los contrarios que eran más numerosos con puños y bastones.
Digo que fue la contienda entre nosotros y los amigos del Sr. Queipo, por que éste, prudentemente, desde que la lucha empezó tuvo buen cuidado de apartarse de ella y dedicarse a observarla a una distancia de unos ocho metros.
Entonces yo que estaba sujeto por varias personas, logré desasirme; con tanto esfuerzo, que para lograrlo hube a desabrocharme el abrigo por sorpresa y dejarlo de un tirón en manos de quienes me sujetaban. Suelto ya, me dirigí a donde estaba el señor Queipo, que tuvo que verme venir, porque entre la confusión de la pelea y el sitió él donde estaba había, como le digo, un espacio de varios metros, que me vio venir solo, porque también le he dicho que me destaqué de los demás, y que, individual e inconfundiblemente, recibió de mí tan fuerte puñetazo en la cara, que cayó al suelo casi sin sentido».
Al ver la carta, el general reconoció su autoría, devolviéndosela en actitud retadora a José Antonio quien, como él mismo testimonia en las líneas anteriores le dio un golpe en la cara. Se generalizó la pelea, agrediendo el general y otros amigos suyos con bastones a José Antonio, interviniendo seguidamente Miguel y Sancho Dávila, en el transcurso de la trifulca José Antonio golpeó al general, haciéndole caer, se levantó Queipo y se enzarzaron en una pelea cuerpo a cuerpo, interviniendo los contertulios del general y los acompañantes de José Antonio.
Acabado el enfrentamiento, Queipo de Llano, fue atendido en la Casa de Socorro de heridas en el labio y un pómulo, que tardaron quince días en curar.
Por la trascendencia del caso y por encontrarse en activo como alféreces de complemento Miguel y Sancho Dávila, José Antonio escribe al general Dámaso Berenguer, dándole cuenta detallada de lo ocurrido.
Dos años después del incidente
Habían transcurrido más de dos años del incidente, cuando el 18 de marzo de 1932, a las diez de la mañana, en la Escuela Superior de Guerra, da comienzo la vista de la causa que por insultos al general Queipo de Llano, se sigue a los alféreces de complemento José Antonio y Miguel Primo de Rivera y Sáenz de Heredia y Sancho Dávila.
Preside el Consejo de Guerra el general de brigada Federico Caballero, acompañado de los vocales, generales de brigada Eusebio Loriga, José Carnicero, Alejandro Angosto y Eduardo Agustín y coronel Manuel Ulanos; son vocales suplentes los coroneles Adolfo Roca y Carlos Leret; vocal ponente, auditor de brigada, Francisco Corniero; fiscal, auditor de brigada, Cayo Ortega y defensor el capitán Francisco de Urzaiz y Guzmán.
A las diez y cuarto, se constituye el Tribunal y el secretario señor Moreno lee el rollo, en que figura una carta de don José Antonio Primo de Rivera al general Berenguer explicándole lo ocurrido. Los hechos son:
«El 9 de febrero de 1930, el general Queipo de Llano escribió una carta a don José Primo de Rivera y Orbaneja, hermano del dictador, en la que entre otras cosas, le llamaba estulto, refiriéndose a una palabras pronunciadas por don José en cierta conversación. Como el señor Primo de Rivera es anciano y estaba enfermo, su sobrino don José Antonio, el día 10, buscó en un café de la calle Alcalá, al general Queipo de Llano y le agredió, interviniendo en el accidente los otros dos procesados».
El fiscal don Cayo Ortega, calificó el hecho de atentado a la disciplina militar, en el cual hubo premeditación, puesto que José Antonio Primo de Rivera fue en automóvil a buscar a sus amigos para cometer el hecho.
Respecto a don Miguel Primo de Rivera [hijo] y don Sancho Dávila dijo que obraron en legítima defensa, ya que vieron a su hermano y amigo respectivamente, agredidos por otros individuos. Pidió el fiscal la pérdida del empleo para todos los encartados.
Al final de la vista José Antonio Primo de Rivera, manifestó que lo que se ventilaba era «una cuestión de honor y que no hubo agravio a la disciplina.» El Consejo se retiró a la una de la tarde para deliberar en sesión secreta.
El 29 de marzo se hacía pública la sentencia, que no sería firme hasta que la revisase la Sala sexta del Tribunal Supremo de justicia. Ante la cual la remite la ley por la calidad de la pena impuesta a José Antonio Primo de Rivera. La parte dispositiva de la sentencia dice así:
«Que debemos condenar y condenamos al procesado don José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia como autor de un delito consumado de insulto de obra a un superior, fuera de acto de servicio y sin armas ni instrumentos ofensivos de ninguna clase, previsto y penado por el artículo número 261, párrafo primero, del Código de Justicia militar, en el que concurren las circunstancias agravantes de premeditación y las atenuantes de arrebato y obcecación y vindicación próxima de una ofensa grave, de escasa perversidad del delincuente, todas muy calificadas, a la pérdida de empleo y efectos legales correspondientes, no siéndole de exigir responsabilidad civil alguna. Y que absolvemos a los procesados don Miguel Primo de Rivera y Sáenz de Heredia y don Sancho Dávila y Fernández por falta de pruebas de que hubieran ejecutado el hecho perseguido.»
El 12 de octubre de 1932, se dio a conocer las conclusiones de la Sala sexta de Supremo:
«La Sala sexta del Supremo ha dictado sentencia confirmando la que dicto el Consejo de Guerra hace meses contra los hijos del general Primo de Rivera, por agresión al general Queipo de Llano».
La sentencia condena a don José Antonio Primo de Rivera a la pérdida de su empleo de alférez de complemento. José Antonio habló sobre esto en una entrevista con César González Ruano, en la carta al general Berenguer y en el juicio.