Dinastías y poder
¿Existió Napoleón II?
El único hijo legítimo del Gran Corso agotó sus días a los veintiún años, sin las glorias ni victorias que su progenitor había soñado para él. La línea directa del Emperador –cuya nueva película dirigida por Ridley Scott se estrenará en cines este 24 de noviembre– se agotó en Santa Elena
Cuantas veces nos hemos preguntado cuál es el eslabón perdido entre el Napoleón de Austerlitz de 1805 y el de la Guerra Franco Prusiana de 1870: entre tío y sobrino. Porque, ¿dónde está Napoleón II? El hijo del corso recibió de su padre el título de Rey de Roma. Víctor Hugo le apodó «El Aguilucho». Aunque nunca reinó. El único hijo legítimo del Gran Corso agotó sus días a los veintiún años, sin las glorias ni victorias que su progenitor había soñado para él. La línea directa del Emperador se agotó en Santa Elena. Napoleón III quiso reproducir el Imperio, pero jamás alcanzó su grandeza.
Cuando Napoleón se divorció de Josefina en 1810 no había dejado de quererla. Pero necesitaba un heredero si quería perpetuar su Imperio. Ella había aportado dos vástagos a la unión, Hortensia y Eugenio, pero por aquellas venas no corría ni un ápice de la sangre de los Bonaparte. Un nuevo matrimonio podría todavía darle la posibilidad de engendrar un hijo capaz de continuar la dinastía que había instituido en 1804 cuando, con osadía, se coronaba Emperador en presencia del mismísimo Pío VII.
Él ya tenía descendencia con la polaca María Walewska (interpretada por Greta Garbo en la película) pero al ser hijo natural, no contaba para la sucesión. La elegida para esa nueva unión legitimada fue la archiduquesa María Luisa de Austria. Es probable que fuese Metternich –embajador y ministros de exteriores– quien harto del permanente enfrentamiento militar con Francia y tras la derrota en la batalla de Wagram, apostase por esta opción diplomática: un buen matrimonio de estado. Ella era poco agraciada, igual que su hermana María Leopoldina, futura Emperatriz de Brasil y que su hermano Fernando I, que además resultó demente.
El 11 de marzo de 1810 Napoleón y María Luisa se casaban «por poderes». Viena y París acogieron todo tipo de bailes y al menos, durante unos meses, quedaba garantizada la paz entre ambos imperios. Él nunca la amó, pero en marzo de 1811 nació un varón al que llamaron como su padre.
Era un niño sano en el que se depositaron esperanzas de gloria como Príncipe Imperial. Pero con una guerra abierta en España en la que Wellington y la guerrilla amenazaba el poderío de José I y tras la derrota en la desastrosa campaña de Rusia, todo se complicó. Napoleón tras despedirse de sus tropas en abril de 1814 en Fontainebleau, partió a la minúscula isla de Santa Elena. ¿Qué era eso para quien había gobernado el mundo? Solo su hermana Paulina, la menor y más guapa, se ofreció a acompañarle en el exilio. María Luisa corrió a refugiarse a Viena con su hijo, convertido ahora en Príncipe de Parma. Tampoco tras los Cien Días mostró la menor intención de marchar a Santa Elena.
El Emperador y su hijo nunca volvieron a verse. El niño, que tenía cuatro años, quedó bajo la tutela de su abuelo materno, el Emperador Francisco I de Austria, con todos los honores de la Casa de Habsburgo. Pero enfermó de tuberculosis y aunque en su juventud mantuvo una sonada cercanía con su prima, la archiduquesa Sofía de Baviera (madre del emperador Francisco José) murió en 1832 en el palacio de Schönbrunn. Su madre, viuda de Bonaparte desde 1821, contrajo todavía otros dos matrimonios.
Napoleón III es hijo de Luis, hermano tercero de Napoleón y Rey de Holanda entre 1806 y 1810. Exiliado desde que era un niño, en su juventud fue un revolucionario vinculado a logias levantiscas y liberales. Presidente de la II República Francesa decidió seguir el ejemplo de su tío y proclamarse Emperador en diciembre de 1852.
Acababa de comenzar el II Imperio francés, un compendio de bonapartistas, legitimistas, antiguos republicanos, viejos orleanistas y revolucionarios que, sin llegar a la grandeza de tiempos pasados, desempeñó una interesante política exterior expansionista en Italia y Argel y que llegó a tocar el cielo con la inauguración del canal de Suez.
Aunque también impulsó un Imperio en México que resultó catastrófico. Casado desde 1853 con la española Eugenia de Montijo, tuvieron un único hijo, Eugenio Luis, también Príncipe Imperial, que fallecerá como consecuencia de las heridas provocadas por una lanza en la guerra zulú en 1879, ya en los años del exilio y tras haberse alistado como voluntario en las filas del ejército británico.