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Francisca de Paula Bohigas Gavilanes

Francisca de Paula Bohigas Gavilanes

Una mira al presente desde el pasado

Una (sana) feminista de derechas: Francisca de Paula Bohigas Gavilanes

En los años de la segunda república una diputada del mundo conservador y católico reivindicó también en las Cortes el papel público de las mujeres. Pero su notoria trayectoria pública se ha cubierto más tarde con un interesado olvido

Suele citarse a Victoria Kent, Margarita Nelken, Clara Campoamor y hasta a Dolores Ibárruri como modelos políticos femeninos durante los años de la segunda república española. Sin embargo, en aquellos años otra diputada en las Cortes reivindicó también, con el mismo afán que las anteriores, el papel público de las mujeres: Francisca de Paula Bohigas Gavilanes. A diferencia de aquellas, esta provenía del mundo conservador y católico, y quizá este hecho explique el interesado olvido con que después se ha cubierto su notoria trayectoria pública.

A principios de los años veinte del siglo XX Francisca Bohigas obtuvo una beca de la Junta para ampliación de estudios que le permitió tomar contacto con la realidad social de otros países europeos, lo que formó su convencimiento de que España necesitaba con urgencia una reforma integral de la educación que adaptara la formación pedagógica a las necesidades de los alumnos. Bohigas había estudiado Magisterio y Derecho residiendo durante unos meses en la Residencia de Señoritas de la Institución Libre de Enseñanza.

Cursando la segunda carrera fue compañera de estudios precisamente de Margarita Nelken, no de Victoria Kent como erróneamente suele afirmarse. Nelken y ella se hicieron entonces amigas y años después aquella le dedicaría su libro sobre la condición social de la mujer. A comienzos de 1928, Francisca se trasladó a vivir a León –antes lo había hecho a Lleida– donde tomó posesión de una plaza como inspectora de primera enseñanza, y al año siguiente alcanzó notoriedad en la provincia leonesa por ser la primera mujer que participaba allí en los actos públicos de la Unión Patriótica.

Proclamada la república en España, Bohigas fundó y presidió en noviembre de 1931 Acción Femenina Leonesa, organización en la que solo militaban mujeres y que terminaría integrándose en el principal partido político conservador de esos años: la Confederación Española de Derechas Autónomas (C.E.D.A.).

Precisamente por haber intervenido en el acto fundacional de esta última en Madrid en los últimos días de febrero de 1933, con un discurso que dedicó a la defensa del catolicismo, a la enseñanza y a la mujer, Bohigas fue sancionada por el Gobierno con el argumento de que esos días había abandonado su puesto de trabajo.

En realidad, ella había obtenido el preceptivo permiso del inspector jefe de primera enseñanza de León antes de viajar a Madrid, pero el día 11 de marzo, el radical-socialista Domingo Barnés, director general de primera enseñanza, publicaba una orden teniendo por renunciada su plaza. Desde las páginas de El Debate se denunció que no se hubiera incoado expediente alguno ni concedido trámite de alegaciones a la interesada, pero como no hay mal que por bien no venga, tal arbitrariedad gubernamental confirió a Bohigas una imprevista reputación pública a nivel nacional.

Libertad de enseñanza, sano feminismo y mismo salario

Tras el triunfo de la C.E.D.A. en las elecciones generales de noviembre y diciembre de 1933, Bohigas resultó elegida diputada por León. Era la única parlamentaria por las derechas en las Cortes y la primera mujer que representaba políticamente a esa provincia. Siempre firme en sus convicciones, en el parlamento y en la tribuna pública defendió la libertad de enseñanza y se mostró contraria a la escuela única, al considerar que esta perpetuaba una influencia de la Institución Libre de Enseñanza que era perniciosa. De ahí que repitiera en cuantos mítines y actos públicos intervenía que la enseñanza oficial única impedía el acceso a la educación de las clases modestas y campesinas, a las cuales suponía un obstáculo ímprobo abandonar sus labores profesionales para formarse.

Bohigas era la única parlamentaria por las derechas en las Cortes y la primera mujer que representaba políticamente a esa provincia

Durante 1934 Bohigas también se opuso firmemente a la coeducación, advirtiendo de que tanto los niños como las niñas necesitaban una educación diferenciada, tal y como demostraban los sistemas educativos de las naciones europeas más adelantadas. Al mismo tiempo, quiso acabar con la influencia que ejercían los inspectores en el nombramiento de los profesores interinos, para reducir el control estatal sobre la sociedad, objetivo político, este último, que perseguían las izquierdas. En su lugar propuso que los padres de familia tuvieran una representación adecuada en las instituciones escolares.

La diputada leonesa estaba convencida de que la mujer debía participar en la vida pública en las mismas condiciones que el hombre y que cuando aquella no tuviera más remedio que trabajar, lo hiciera con absoluta autonomía y sin depender del marido para percibir su salario. Pero para ella la mujer no debía perder su condición de esposa y de madre, pues «por muchos adelantos que en la civilización quieran introducirse, nunca podrá desvincularse fundamentalmente a la mujer del hogar». Este era el criterio principal que debía sostenerse según la doctrina social de la Iglesia y con el que, por otra parte, se mostraba conforme la sociedad española y la clase política de la época de una forma abrumadora, lo que hoy suele olvidarse.

Así que Bohigas emprendió una campaña personal para convencer a sus adversarios políticos de que los docentes estaban percibiendo un sueldo ínfimo que no garantizaba unas condiciones mínimas de vida. Había que obtener para ellos el sueldo de cuatro mil pesetas anuales, objetivo político que era compartido por sus compañeros de minoría parlamentaria: tras la revolución de octubre de 1934, la C.E.D.A. insistió en que debía equiparase la retribución de los maestros de las escuelas nacionales a la del resto de funcionarios públicos y, mientras esto no fuera posible conseguirlo, aquellos debían percibir al menos las cuatro mil pesetas.

¿Para la imperante «memoria histórica», Francisca Bohigas Gavilanes merece ser considerada una mujer adelantada a su tiempo?

Pues solo así se conseguiría acabar con la discriminación retributiva entre los docentes que contaban con hasta treinta años de servicio –unos veintiséis mil– y los dos mil maestros del grado profesional de nuevo ingreso en 1935, los llamados maestros laicos, a quienes únicamente pretendía favorecer la minoría parlamentaria socialista con ese sueldo. Pero las restricciones del presupuesto aplicadas por Chapaprieta y la posterior crisis gubernamental de primeros de diciembre terminaron impidiendo que se aprobara la misma retribución económica para todos los docentes en España antes de febrero de 1936.

Tras la Guerra Civil Francisca Bohigas abandonó la actividad política y trabajó como profesora auxiliar en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central. Años después publicaría una obra sobre la inspección de la primera enseñanza y la educación de las futuras generaciones, anhelo que había constituido la gran pasión de su vida. ¿Para la imperante «memoria histórica», Francisca Bohigas Gavilanes merece ser considerada una mujer adelantada a su tiempo?

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