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"La siega: la recolección", obra realizada en 1895 de Gonzalo de Bilbao, pintor impresionista sevillano

«La siega: la recolección», obra realizada en 1895 de Gonzalo de Bilbao, pintor impresionista sevillano

Historia de la agricultura española

Los problemas de los agricultores españoles no son de ahora, algunos tienen una dilatada historia (III)

Desde entonces la difusión de plagas vegetales no ha hecho sino incrementarse paralelamente a la extensión del comercio. Hoy constituyen una de los peores quebraderos de cabeza para nuestros agricultores

El final del siglo XIX coincidió con la aparición de nuevos y graves problemas. Uno de los más preocupantes consistió en la aparición de nuevas e inusitadas agresiones biológicas para los que los agricultores estaban preparados. Anunciaban uno de los graves riesgos de la incipiente globalización. Porque tanto el oídio, como el mildiu y la filoxera llegaron a Europa en los nuevos barcos de vapor que habían acortado drásticamente la duración de los viajes trasatlánticos.

El oídio y el mildiu son hongos americanos cuyo desarrollo se ve favorecido por la humedad, por lo que tuvieron consecuencias fatales para los viñedos de la fachada atlántica. De hecho la vid desapareció de la provincia de Lugo. Pero la filoxera es un insecto con una asombrosa capacidad de adaptación, que destrozó los viñedos europeos a partir de 1870.

Para España esta plaga tuvo inicialmente consecuencias beneficiosas. La destrucción generalizada de los viñedos franceses provocó un inusitado desarrollo de las exportaciones de vino españolas hacia Europa. Pero la filoxera se extendió lenta e inexorablemente por toda la geografía nacional.

Llegó a afectar a 1,4 millones de Has en distintas etapas entre 1880 y 1920. Solo la lucha biológica gracias a la introducción del injerto de la planta europea sobre patrones obtenidos de viñedos americanos permitió encontrar una solución definitiva. Pero el aviso estaba dado. Desde entonces la difusión de plagas vegetales no ha hecho sino incrementarse paralelamente a la extensión del comercio. Hoy constituyen una de los peores quebraderos de cabeza para nuestros agricultores.

La necesaria adaptación de la agricultura a la tiranía de los mercados, fue obligando a realizar importantes inversiones cuando se volvía necesario reconvertir las producciones para adaptarse demanda. Para los agricultores pequeños y medianos el principal problema era la financiación. Muchas de las inversiones agrarias, tienen un dilatado periodo de desarrollo antes de generar ingresos. Y el sistema financiero no estaba pensado para ellos.

Los problemas de financiación siguen hasta hoy acosando a los agricultores emprendedores

Desarrollados en los centros más dinámicos del capitalismo español, los nuevos bancos comerciales estaban especializados en canalizar el dinero de los pequeños ahorradores hacia las grandes inversiones especulativas de carácter comercial, industrial o urbanístico. Ello suponía un drenaje de fondos desde las zonas más atrasadas y empobrecidas hacia las más dinámicas y prosperas. No era que digamos justo. Pero el capitalismo es lo que tiene, cuando no se le ponen limitaciones razonables. Los problemas de financiación siguen hasta hoy acosando a los agricultores emprendedores.

Tampoco la naturaleza ha mostrado complicidad con la agricultura española. La escasez de agua y la baja calidad de muchos de nuestros suelos han supuesto siempre una dificultad estructural. Especialmente la escasez de agua es el principal condicionante de los cultivos en nuestras comarcas más áridas. De ahí la importancia del regadío y la incuria en que incurrieron las administraciones del siglo XIX al prestar escasa atención al problema.

Solo los regeneracionistas comenzaron a exigir el desarrollo de una verdadera política hidráulica que permitiera desarrollar la irrigación. Como consecuencia de esta tardanza en 1936 España solo disponía de un millón de Has de regadío. En el franquismo se transformó un millón adicional y desde la transición se han creado otros dos millones de Has. El imprescindible crecimiento de los regadíos se ve hoy lastrado por la incomprensión de las fuerzas «progresistas», de carácter urbanita, que solo están dispuestas a valorar los aspectos negativos de este modelo de agricultura.

Pero la principal dificultad para un desarrollo armónico de España a principios del siglo XX lo constituía la problemática social. Una problemática especialmente grave en el mundo rural, en el que la agricultura era prácticamente la única fuente de empleo. Y este empleo era irregular, estacional y mal pagado. El sector agrario se fue así convirtiendo en una fuente de conflictos: paro, endémico, subempleo, miseria y hambre acosaban a grandes zonas, sobre todo del centro y sur de la Península.

El sistema económico de la restauración supuso el éxito final del liberalismo basado en el laissez faire. Se fiaba todo al mito del progreso que acabaría resolviendo todos los problemas, justificando así la tremenda desigualdad que se iba agravando cada década. Los problemas sociales se consideraban inevitables y de imposible solución a corto plazo. Para la clase dominante la miseria se consideraba un campo de acción para el altruismo y la caridad. Pero los ingentes esfuerzos de las órdenes e instituciones de la Iglesia eran insuficientes para compensar el océano de necesidades de los indigentes. Era inevitable que surgiera la rebeldía.

El sector agrario se fue así convirtiendo en una fuente de conflictos: paro, endémico, subempleo, miseria y hambre acosaban a grandes zonas

La agitación social, que se agravaba periódicamente como consecuencia de las malas cosechas o el incremento de los precios, comenzó a hacerse endémica en Andalucía. En torno a 1880 apareció entre los jornaleros andaluces, acosados por la hambruna, una sociedad secreta: La Mano Negra. Se produjeron motines, asaltos a fincas y saqueos de panaderías y comercios. La severa intervención de las fuerzas de orden público, produjo un circulo vicioso de acción –represión– reacción que iba a prolongarse hasta la guerra civil.

Los regeneracionistas habían observado que era imprescindible realizar una profunda reforma agraria que afrontara de alguna manera la creciente demanda de acceso a la tierra de los trabajadores agrícolas. Se abrió un debate que se fue alargando en el tiempo sin afrontar seriamente el problema. La dictadura de Primo de Rivera realizó esfuerzos por apoyar la agricultura, entre otros, mejoras de las infraestructuras y de la administración agraria, pero resultaron insuficientes. Finalmente con la llegada de la Segunda República se intentó afrontar de forma seria la cuestión agraria. Lo abordaremos en el próximo capítulo.

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