Picotazos de historia
El 'Código Sangriento' inglés o 220 razones por las que podías estar condenado a pena de muerte
De los 50 delitos considerados merecedores de la pena capital que existían en 1707, se pasó a más de 220 en 1798
Desde principios del siglo XVIII, y coincidiendo con la expulsión de los Estuardo del trono inglés y el Tratado de Unión de 1707 que daría lugar al reino de la Gran Bretaña, se produjo un endurecimiento progresivo de las penas dentro de la legislación penal británica y durante los siguientes años fue una práctica constante: de los cincuenta delitos considerados merecedores de la pena capital que existían en 1707 se pasó a más de doscientos veinte en 1798.
La ampliación del espectro del ámbito de aplicación de la última pena se considera que se produjo como consecuencia y reacción a ciertos movimientos sociales y de crisis económica. Se buscó la protección de la propiedad tomando a esta como base de la libertad y los derechos de los individuos. Estas ideas pueden chocarnos hoy en día pero la libertad de propiedad y de acción y uso de aquello que poseemos es un concepto que, entonces, no estaba claro en todos los códigos penales de Europa. El mundo era mucho más complicado que lo que las películas y series de televisión nos muestran.
Volviendo al tema, los legisladores británicos fueron conscientes del aumento de las penas de muerte y de como el marco de aplicación de dicha pena se iba abriendo. El hurto mayor era uno de los delitos que conllevaba la pena de muerte. El problema era que la tipificación de delito de hurto mayor venía de una ley inglesa del año 1275 que declaraba tal delito cuando lo hurtado alcanzaba el valor de doce peniques.
En 1275 doce peniques no era una cantidad como para vivir de las rentas pero sí daba para comprar una buena vaca. En 1758, doce peniques representaba la vigésima parte del sueldo semanal de un obrero cualificado. De esta manera se aplicaba el sentido literal del texto legal sin tener en cuenta la variación del valor adquisitivo de la moneda con el correr del tiempo. Los legisladores fueron conscientes del desproporcionado aumento de las condenas a muerte y de los delitos susceptibles de tal condena, por ello buscaron penas alternativas y, para ellos, la deportación penal con pena de trabajos forzados se consideró como una medida muy humanitaria y benévola.
Los condenados, si eran varones jóvenes, se les daba a elegir entre el cumplimiento de la pena recibida o alistarse en el Ejército. Si elegían la pena de deportación –ésta estaba regulada por la Ley de Deportaciones de 1707 y la Ley de Derecho Penal hasta el año de 1776– estaban obligados a realizar trabajos forzosos (en realidad esclavitud encubierta) en las colonias norteamericanas.
La pérdida de las colonias americanas supuso un duro golpe pero Australia se consideró que estaba lo suficientemente lejos y desolado como para ser el destino ideal para todos los delincuentes británicos. En 1787 llegó a Australia el primer cargamento de deportados. Origen de la actual nación.
En los siguientes años la pena de muerte pasó a ser aplicada a hurtos menores y pequeños robos. ¡Un disparate! El parlamento aprobó la llamada Ley de Sentencia de Muerte de 1823 –en ese momento había 228 delitos tipificados acreedores de una sentencia de muerte– por la cual se otorgaba al juez la discrecionalidad de aplicar una pena menor a la señalada por la ley. Este momento se considera el inicio de la supresión de la pena capital en el Reino Unido (Inglaterra y Gales en 1971, Irlanda del Norte 1980 y República de Irlanda en 1983).
El caso de la Gran Bretaña no es único –en Rusia, Imperio Otomano, partes de Alemania podía ser mucho peor– pero este código penal (y su aplicación tan estrecha y bárbara) chocaba con la de aquellos países cuyos códigos bebían del derecho romano (España, Portugal, Francia, Venecia, Milán, etc.). Es por ello que el sistema penal inglés de finales del siglo XVII hasta mediados del siglo XIX es conocido en la historia como El Código Sangriento. Y con razón.