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Obra de Rubens llamada Joven capitán (1620)

Obra de Rubens llamada Joven capitán (1620)

El afán de rebeldía de Guillén de Lampart, el irlandés que intentó liberar a México

Lampart creyó ver en Nueva España una situación similar a su Irlanda natal. Entendió que era un territorio ocupado ilegítimamente y fue concibiendo un plan para liberarlo

William Lamport fue un noble irlandés nacido en 1611, cuya familia se empobreció por la lucha con los ingleses. Su abuelo participó en la batalla de Kinsale y trasmitió al nieto un patriotismo inquebrantable. Cuando fue a estudiar a Londres, lo condenaron a muerte por escribir contra la invasión de su país. Huyó embarcándose en Portsmouth en un barco dedicado al corso. Al pasar por La Coruña, decidió desembarcar, cambiar el nombre a Guillén Lombardo y enrolarse en los Tercios de Flandes.

Gracias a las becas obtenidas, pudo estudiar en Santiago, Salamanca y El Escorial. De los estudios le quedó una afición profunda a la mística, el latín y la poesía. Más tarde escribirá, entre otras cosas, más de un millar de salmos en latín. Sin abandonar del todo su condición de soldado, estuvo al servicio del conde duque de Olivares que le propuso acudir a Nueva España. Y allí se presentó con la comitiva del virrey Diego López Pacheco.

Su llegada a Nueva España

Guillén de Lampart, se había cambiado el nombre otra vez, llevaba encendida en su carácter la llama de la rebeldía que suele estar relacionada íntimamente con la de la conspiración. Una postura intelectual frente a la rutina social. Tenía una peculiar capacidad para descubrir y denunciar corrupciones y una tendencia irrefrenable a denunciar hechos injustos, pero sin el apoyo suficiente como salir airoso de las situaciones creadas.

Nada más llegar a Nueva España, envió al Rey un memorial denunciando corruptelas. Después empezó a concebir la idea, demasiado temprana, de que las tierras americanas no pertenecían al Rey de España. Para, por último y dado que la rebeldía no está reñida con el propio beneficio, considerarse él mismo como la persona llamada a liberar el país y gobernarlo.

Nada más llegar a Nueva España empezó a concebir la idea de ser la persona llamada a liberar el país y gobernarlo

Con estas ideas y esta biografía, el personaje parece más literario que real. Y tuvo su reflejo en la literatura cuando el escritor mexicano Vicente Riva Palacio lo colocó de protagonista de su folletón Memorias de un impostor. Don Guillén de Lampart (México 1872), que algunos consideran inspiración para que Johnston McCulley escribiera La maldición de Capistrano (1919), luego La máscara del Zorro y creara el personaje.

Volviendo a 1640, Lampart creyó ver en Nueva España una situación similar a su Irlanda natal. Entendió que era un territorio ocupado ilegítimamente y fue concibiendo un plan para liberarlo. En su obnubilación, falsificó unos documentos para hacerse pasar por hijo de Felipe III. Con ellos trataba de acceder al puesto de virrey para luego proclamar una independencia. En un descuido fatal, confió sus planes al capitán Felipe Méndez que lo denunció a la Inquisición a finales de 1642.

Falsificó unos documentos para hacerse pasar por hijo de Felipe III y con ellos tratar de acceder al puesto de virrey para luego proclamar una independencia

La figura de este rebelde a ultranza quedó un poco relegada. Los historiadores no lo consideran un precursor de la independencia por lo prematura de sus planes y por considerarlos meras elucubraciones imaginativas sin transcendencia práctica. En 2012 la profesora Andrea Martínez Baracs publicó en México Don Guillén de Lampart, hijo de sus hazañas, ampliado en 2022 con el título de Rescate de Guillén de Lamport. Un rebelde irlandés en la Nueva España. Otros historiadores como Lizardo y Salinas de Gortari retomaron la figura de este personaje extravagante.

17 años preso y condenado a la hoguera

Cuando la Inquisición acudió a su casa, encontró varios escritos que serían la perdición del irlandés. El primero era la Propuesta al rey Felipe IV para la liberación de Irlanda, un proyecto para que España invadiera Irlanda, la liberara de ingleses y la convirtiera en un protectorado. El segundo era la Proclama insurreccional para la Nueva España, proponía un nuevo régimen independiente con elevación de la nobleza indígena, liberación de esclavos e igualdad de oportunidades.

En realidad, era solo un proyecto privado, unos apuntes que no trascendieron y que, por tanto, no lograron reunir adeptos suficientes como para un levantamiento. Ni siquiera tuvieron publicidad, pero la Inquisición encontró testigos que afirmaron haber oído la propagación de sus ideas.

Estuvo preso durante 17 años, con un breve intervalo en el que logró escapar, tal vez con ayuda. Años en los que se enfrentaba fatalmente a la burocracia del Tribunal de la Inquisición y en los que acumuló argumentos en su defensa que no le sirvieron de mucho. Se le acusó de casi todo. La sentencia decía «haber sido y ser hereje, apóstata, sectario, de las sectas y herejías de los malditos herejes Calvino, Pelagio, Juan Hus, Wiclefo y Lutero y de los alumbrados y otros heresiarcas, dogmatista inventor de otras nuevas herejías, fautor y defensor de herejes, protervo y pertinaz…».

Cuando de sus escritos no se deducía tanto, el caso es que había incurrido, según los jueces, en excomunión con la accesoria de incautación de los bienes. El 19 de noviembre de 1659 se ejecutó la sentencia que lo condena a ser quemado vivo en la hoguera. Minutos antes consiguió quitarse la vida.

Lampart no era en puridad un conspirador. Sus ideas privadas no tuvieron ni publicidad ni partidarios. Pero era un gran rebelde que acertaba a descubrir la corrupción y el delito de los poderosos. Amenazaba el sistema de poder. Lo que molestaba a la Inquisición y al poder virreinal eran las denuncias que escribía y mandaba al Rey.

Tenía fama de ser un espía del conde-duque de Olivares. Conocía los hechos y las biografías de los poderosos, sus modos de actuación. En una carta al virrey de 1550, incautada por la Inquisición, denunciaba la persecución injusta contra familias judías y la incautación de sus bienes. Y el trato inhumano dado a los presos en sus cárceles y que conoció de primera mano. La corrupción entre los inquisidores era grande, el fraude fiscal también.

La rebeldía de Lampart era contra la corrupción, pero eso exigía un proceso en el que pudiera alegar y defenderse

Detrás de las denuncias y condenas había un gran negocio. La acusación de herejía era solo una excusa para retenerlo en la cárcel, lo que trataban de evitar es que el Rey tuviera conocimiento de las denuncias. La rebeldía de Lampart era contra la corrupción, pero eso exigía un proceso en el que pudiera alegar y defenderse. No interesaba airear el tema, era preferible hablar de herejía y eligieron ese camino. Lampart sabía teología y se defendió bien.

Pero la existencia de una suplantación de personalidad y un alegato por la independencia, acabaron con el reo en la hoguera. En definitiva, había que eliminar la disidencia y cualquier germen de independencia aunque vinieran de un ingenuo idealista sin partido.

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