PODCAST | Grandes gestas españolas
La conquista de Sevilla: la primera gran victoria naval de España
Fernando III el Santo había abatido para siempre el poder almohade en casi toda Andalucía y había dirigido una experiencia pionera de guerra combinada mar y tierra: la anfibia, en lo que se consideraría la primera gran gesta naval de nuestra historia
Tras la significativa victoria de las Navas de Tolosa en 1212 se abriría el valle del Guadalquivir para el dominio cristiano. Por esta amplia llanura discurrió el ímpetu reconquistador de Fernando III, en cuya corona se habían unido, y para siempre, los reinos de Castilla y León. De ahí que cuando su primo san Luis Rey de Francia le invitó a acompañarle a Las Cruzadas a Tierra Santa contestó con el argumento más contundente: «No faltan musulmanes en mi tierra». Considerándose «siervo de Dios» el monarca decidió consagrar desde el primero al último momento de su reinado a llegar a los mares del sur peninsular, ensanchar las tierras de Castilla, y liberarlas del yugo islámico.
En 1246 Fernando III iba prosiguiendo la Reconquista a gran ritmo por tierras andaluzas, cuando planeó la conquista de la Sevilla. Era una de las grandes joyas de la Iberia almohade y su ubicación estratégica a orillas del río Guadalquivir la convertía en un objetivo clave para los reinos cristianos.
Así citó a lo más granado de sus ricos hombres y capitanes y , tras sesudos debates, prevaleció el dictamen del Maestre de Santiago, Pelay Correa que aconsejaba sitiarla. Vencida la ciudad, todas las plazas secundarias se rendirían de inmediato. El Papa Inocencio IV apoyaría la decisión dictando una bula que impondría un impuesto para financiar la campaña.
Así, en el otoño el rey congregaba en Córdoba a sus tropas. Un ejército heterogéneo formado por nobles, vasallos, milicias municipales venidas del Norte y las órdenes militares de Santiago, Calatrava y Alcántara, de papel fundamental en la guerra. Asimismo, acudirán a su llamada los infantes y hermanos del rey, entre los que estaba el que luego sería conocido como Alfonso X El Sabio. En total entre 5.000 y 10.000 efectivos.
Avance hacia Sevilla
Sevilla estaba protegida por una recia muralla de más de siete kilómetros y 166 torreones con un amplio foso de tres metros y medio que la separaba de una barbacana. Completaba la defensa sobre el mismo río la Torre del Oro, para impedir cualquier agresión fluvial. Por último, estaba el castillo de Aznalfarache, última de las grandes fortalezas de la ciudad.
La intervención de la Marina
Fernando conseguiría llegar hasta las mismas puertas de Sevilla con el Ejército de Tierra, pero para la conquista de esta plaza era necesaria la intervención de la Marina. La flota de combate era indispensable para poder ganar las plazas costeras o fácilmente comunicadas por el mar, como era el caso de Sevilla que estaba socorrida por vía marítima a expensas del rey moro de Fez.
Y fue entonces cuando la Marina de Castilla a las órdenes de Bonifaz realizaba su primera gran empresa militar.
El burgalés Ramón Bonifaz era un rico e ilustre marino con gran experiencia náutica adquirida en los puertos del Cantábrico. A él había acudido el monarca castellano y la demanda fue rápidamente satisfecha, pese a que por entonces la armada hispana era poco menos que incipiente. Reuniría una flota de trece naos y cinco galeras entre las construidas en Santander y otras que le facilitaron las villas y ciudades del norte Cantábrico. Enroló al menos a 1000 hombres entre marinos, galeotes y hombres de armas.
Con esta escuadra castellana fue bordeando la costa portuguesa en una travesía en la que tuvo que vencer vientos fuertes y contrarios, pero su pericia marinera le haría arribar felizmente a Sanlúcar en la desembocadura del Guadalquivir en el verano de 1247.
Pero allí, le esperaban los barcos enemigos y al querer enfilar la línea del río, la flota contraria compuesta por barcos de Tánger, Ceuta y Sevilla trataron de cortarle el paso.
Iniciado el combate decisivo los bajeles moros lanzados a toda fuerza de remo arremetieron contra la armada cristiana. Con temerarios abordajes de costado y violentos intentos de asalto por las proas de nuestras naves la morisma trataba de quebrantar la moral combativa de los cristianos. Pero decidido Bonifaz a franquear la entrada y a remontar el río para servir al rey maniobró hábilmente cayó sobre la contraria la arrolló con sus naves pesadas y la derrotó completamente.
La Armada musulmana después de perder varios barcos hundidos o incendiados, buscó la salvación recurriendo a una vergonzosa huida de la furia del combate. Tres naves apresadas fueron el trofeo de este primer encuentro naval.
Habiendo conocido el rey el triunfo y sabiendo que la armada de Bonifaz navegaba río arriba, desde el sitio llamado Vado de las Estacas presenció gozoso la llegada de las naves a Sevilla que pudieron fondear frente al campamento de los castellanos.
Últimos movimientos y victoria
Sitiada por mar y tierra estaba decidida a la suerte de Sevilla. Pero los sitiados no acababan de ceder y no cedían porque por un puente de barcas que unía las dos mitades de Sevilla, recibían toda clase de víveres y armas desde el rico Aljarafe, la «huerta de Sevilla». El Axataf (debidamente informado por sus espías y atalayeros) ante la amenaza que se cernía sobre la ciudad, había ordenado acumular provisiones en gran cantidad. Además los barcos morunos cárabos, saetías y zabras situados en la margen derecha del Guadalquivir hostigaban de continuo a la escuadra cristiana.
Amparados en la noche se aproximaban para intentar atacar, disparaban sus flechas contra las tripulaciones y lanzaban a favor de la corriente esquifes incendiados y llenos de alquitrán u otros combustibles. Para terminar con esta situación y acelerar la caída de Sevilla, Bonifaz concibió la idea de romper el puente embistiéndolo con alguna de sus naves. Elige y refuerza las dos más grandes y más fuertes y Bonifaz, que iba en una de ellas se lanzó temerariamente contra el puente con tal ímpetu y fortuna que el puente quedó desmembrado.
Ante esto, ningún auxilio fue posible y los moros aunque seguían resistiendo iniciaron las formalidades de la capitulación. Fernando tomaba posesión triunfalmente de la ciudad el 23 de noviembre de 1248 e izaba la enseña real en el majestuoso Alcázar.
Las mercedes otorgadas
La importancia de la Marina en la conquista de Sevilla no pasó desapercibida. El monarca daría desde entonces un gran impulso a las construcciones navales y sería generoso con cuantos contribuyeron al éxito de la empresa. A Bonifaz le confirió la dignidad de almirante y otras señaladas mercedes. También fue distinguido Pay Gómez Chariño que sería Adelantado Mayor del Reino de Galicia noble y poeta gallego, que comandó las dos naves gallegas que rompieron las famosas cadenas del Guadalquivir. A Santander, en cuyos astilleros se construyó la primera nave real, se le dio el privilegio de lucir una nao en el escudo de sus armas y a otras ciudades de Santander, Vizcaya y Galicia que habían participado en la gesta con hombres y naves les hizo concesiones económicas y de carácter honorífico.
La magnanimidad de un Rey Santo
El Rey Fernando en un alarde de magnanimidad para evitar saqueos y desmanes prohibió que en tres días ni un solo soldado de sus tropas pudiera acercarse a la ciudad y concedió a la población almohade una tregua para permitirles organizar el transporte de todos los bagajes que quisieran llevar. Después serían escoltados por un destacamento armado hasta la zona musulmana de seguridad.
El mismísimo maestre de Calatrava se encargó de la protección de los viajeros cuya mayoría se dirigió a Jerez, para posteriormente pasar al reino de Granada.
Para los que se decidieron a atravesar el mar, el rey dispuso de cinco barcos y ocho galeras para facilitarles el transporte a Ceuta.
Todos los cronistas coinciden en señalar el vínculo emocional de Fernando III con Sevilla donde establecería la residencia última de su reino. Decidido a llegar al Estrecho ganó Jerez y alcanzó Cádiz en 1249. De ahí comenzaría los preparativos para pasar a territorio africano y batir a la morisma en Marruecos. Su muerte en el Alcázar de Sevilla el día 30 de Mayo de 1252 frenaría todos estos proyectos, pero había abatido para siempre el poder almohade en casi toda Andalucía y había dirigido una experiencia pionera de guerra combinada mar y tierra: la anfibia, en lo que se consideraría la primera gran gesta naval de nuestra historia.
Nombrado santo por las crónicas cristianas, la iglesia lo llevó a los altares proclamando su santidad en 1671 y la historiografía le convertiría por derecho en una figura troncal del medievo. Y por supuesto, fue el gran rey de la historia sevillana. Por las glorias que ganó para Cristo y para España.