Picotazos de historia
Cuando la marina se volvió surrealista: camuflaje naval de la Primera Guerra Mundial
John Graham Kerr escribió una carta a Winston Churchill planteando la aplicación de un camuflaje a los barcos cuya función no fuera el de ocultar, sino alterar los contornos y confundir al enemigo
Nada más iniciarse la Primera Guerra Mundial el arma submarina tuvo una presentación o debut absolutamente espectacular. El 22 de septiembre de 1914 el submarino U-9 bajo el mando del teniente Otto Weddigen hundió tres cruceros acorazados de la clase Cressy, con 12.000 toneladas de desplazamiento cada uno, en menos de dos horas. Este incidente dejó un saldo de 62 oficiales y 1397 tripulantes británicos muertos además de una profundísima impresión en el Almirantazgo inglés que condicionaría la actuación de la Royal Navy a lo largo de todo el conflicto.
Muy impactado por el triple hundimiento el zoólogo británico John Graham Kerr escribió una carta a Winston Churchill, a la sazón Primer Lord del Almirantazgo, planteando la aplicación de un camuflaje a los barcos cuya función no fuera el de ocultar si no alterar los contornos y confundir al enemigo. Kerr, exponía en su misiva, lo comparaba con las rayas de ciertos tipos de animales que lo que hacen es confundir la apreciación del depredador.
Este tipo de camuflaje «disruptivo» se conocía y se empezó a aplicar desde el inicio de la guerra entre las fuerzas terrestres. Se cuenta que Pablo Picasso al ver pasar por una avenida de París una unidad de artillería, con pintura de camuflaje, camino del frente exclamó: «Somos nosotros los que hemos creado eso», pero la aplicación de este tipo de camuflaje en las complicadas condiciones de alta mar presentaba retos mucho más complejos.
En 1917 el teniente de la reserva naval Norman Wilkinson presentó un modelo de camuflaje naval basado en rayas y formas abstractas, irregulares y de colores brillantes que distorsionaban la visión de los contornos de los barcos al ser vistos a través de la lente de un periscopio. Con este esquema se pretendía que el comandante del submarino enemigo tuviera problemas para determinar la dirección de navegación (derrota), tamaño, distancia y velocidad del buque; aumentando de esta manera la probabilidad de errores de calculo que dieran lugar a que se salvara el buque del ataque y, por lo tanto, vidas humanas.
Este sistema de camuflaje fue bautizado como Dazzle (deslumbrar en inglés) fue autorizado por el almirantazgo británico en febrero de 1917, iniciándose la recluta de artistas para el diseño y estudio de patrones. La eficacia de este sistema de camuflaje residía en una amplia variedad de tipos que impidiera a los alemanes el dar con un patrón que les permitiera contar con una referencia cierta para sus cálculos. Para octubre de ese año el sistema de camuflaje naval Dazzle había superado todas las pruebas por lo que se dio orden de empezar a pintar los barcos, tanto los de la Royal Navy como los de la marina mercante, con los patrones diseñados para tal fin. Para finales de la guerra, sólo en el lado británico, se habían pintado, con este revolucionario sistema, más de 2.300 barcos.
A lo largo de la guerra 1.256 barcos norteamericanos de todo tipo utilizaron el camuflaje disruptivo de Wilkinson
Con la entrada en la guerra de los Estados Unidos de Norteamérica, Wilkinson fue encargado de ayudar a crear la rama norteamericana de camuflaje naval. Esta nueva unidad se formó con artistas y arquitectos y estuvo dirigida por el pintor impresionista norteamericano Everett Warner. Los resultados fueron espectaculares. A lo largo de la guerra 1.256 barcos norteamericanos de todo tipo utilizaron el camuflaje disruptivo de Wilkinson. Las perdidas norteamericanas fueron de 96 barcos hundidos de los cuales 18 contaban con el camuflaje. Ningún barco de guerra camuflado fue hundido por impacto de torpedos.
Este sistema de camuflaje disruptivo dio lugar a imágenes de acorazados y cruceros que parecían el producto de algún tipo de droga más propia de los años sesenta. Sus líneas y diseños serían tomados por artistas y diseñadores y continuarían, de diferentes maneras (muebles, ropas, telas de decoración, teatro, cine, televisión, etc), a los largo del siglo XX.