La defensa de El Callao, la última bandera española en suelo suramericano: ¿una resistencia numantina inútil?
Rodil no hizo caso de lo firmado y se encerró en el castillo de El Callao esperando recibir refuerzos del rey de España que no había reconocido la independencia
José Ramón Rodil Gayoso era un estudiante de la Universidad de Santiago, nacido en la provincia de Lugo en 1789, cuando decidió incorporarse al ejército que luchaba contra Napoleón. Después siguió en las armas y fue destinado a Perú. En 1824, en la capitulación que sucedió a la derrota en Ayacucho, el virrey La Serna entregaba todo el Perú con la excepción de El Callao que debía ser entregada veinte días más tarde. Rodil estaba al mando de esa plaza.
Sin embargo, Rodil no hizo caso de lo firmado y se encerró en el castillo de El Callao esperando recibir refuerzos del rey de España que no había reconocido la independencia. Se atrincheró, reivindicando soberanía, con los soldados veteranos de los regimientos de Lima y Arequipa y algunos desertores independentistas. La Serna se extralimitó. España no había renunciado a la soberanía. Creía tener derecho a mantener el territorio.
Es muy difícil valorar su gesto. A la vista actual fue un acto inútil de resistencia numantina que acabó con la vida de casi todos los sitiados. En su momento, cuando España no había renunciado a Perú, se podía entender como un modo de asegurar la llegada de refuerzo y una cabeza de playa para la reconquista. En todo caso Rodil no reconoció autoridad a La Serna para entregar el territorio.
Esa defensa a ultranza, sin posibilidad de victoria, podía considerarse solo como la acción de un loco que prorrogó el sufrimiento de sus hombres
Los hechos se conocen porque los dejó escritos en la Memoria del sitio del Callao (publicada en Sevilla en 1955 por Rodríguez Casado y Guillermo Lohmann). Esa defensa a ultranza, sin posibilidad de victoria, podía considerarse solo como la acción de un loco que prorrogó el sufrimiento de sus hombres. La cesión hubiera conllevado más ventajas y menos dolor. Se pueden trasponer las palabras de Ihering en un libro clásico, La lucha por el derecho (1872): «No se luchaba solo por la cosa en su valor material, por solo evitar una pérdida pecuniaria, sino que se defendía algo más, se defendía en la cosa el derecho de cada uno, el honor, su persona misma». Y abundaba en el dilema que se puede aplicar: «si se debe resistir o ceder. Cualquiera sea la solución, deberá hacer siempre un sacrificio; o bien ha de sacrificar el derecho o la paz al derecho».
Como era de esperar, el fuerte fue inmediatamente sitiado pero Rodil no quiso capitular. Su actitud provocó la ira de Bolívar que decretó el sitio por tierra, el bloqueo por mar y pena de muerte a quien auxiliara a los realistas encerrados en las fortificaciones. El Callao no era un gran reducto militar, sino unas fortificaciones de segundo orden y mal artilladas.
Al ser nombrado gobernador, Rodil trató de mejorar las instalaciones y tomó otras medidas de administración. En un primer momento, Rodil dominaba la plaza y los castillos, tenía acción en el campo exterior y atacó a las fuerzas enviadas por Lima. El 6 de mayo de 1824 vencieron a los republicanos en Caqui. Rodil había enviado fuerzas a Canterac para que combatiera a los independentistas bajo las órdenes de La Serna. La derrota de Junín el 6 de agosto de 1824 dejó las fuerzas realistas muy mermadas ante la batalla de Ayacucho.
Bolívar que decretó el sitio por tierra, el bloqueo por mar y pena de muerte a quien auxiliara a los realistas encerrados en las fortificaciones
Sin embargo, la resistencia se agotaba. Estaban aislados por tierra y los refuerzos y bastimentos que esperaban por mar nunca llegaron. A principios de 1826 los españoles estaban diezmados, la mayoría muertos y los sobrevivientes se alimentaban de ratas. Los sitiadores eran más numerosos, más fuertes y solo esperaban el momento propicio para entrar en el castillo que sostenía Rodil contra toda esperanza. Por fin, el 22 de enero de 1826 Rodil aceptó capitulas ante el general Salom. En este caso, Bolívar actuó con más nobleza que en otros y cuando Salom le pidió la muerte de Rodil contestó que «el heroísmo no es digno de castigo». Los últimos españoles de Perú salieron con las banderas. El ejército español desapareció de América del Sur.
José Ramón Rodil regresó a la península, fue ascendido a mariscal de campo y honrado con el título de marqués. Fue un hombre liberal y masón al que se le nombró virrey de Navarra hasta que la derrota ante Zumalacárregui le costó la destitución. Su vida fue larga y fructífera. Creador del Cuerpo de Carabineros en 1829. Su proximidad a Espartero le valió ser nombrado ministro de la Guerra y, en 1842, presidente del Consejo de Ministros. Murió en Madrid el 20 de febrero de 1853.