Hallados en Pompeya dibujos hechos por niños pequeños
Han hallado un dibujo, dispuesto en dos registros, que representa una escena de gladiadores, con dos luchadores enfrentados
A veces, la arqueología desvela palacios, grandes tesoros, tumbas de reyes, estatuas de diosas… Pero, la mayor parte del tiempo, «simplemente» muestra cómo vivían, dónde cocinaban y cuándo morían los miembros de las sociedades del pasado, a través de sus restos materiales. Las comillas son intencionadas, puesto que todos estos hallazgos, en apariencia más humildes, tienen –a la postre– una importancia muchísimo mayor.
De entre los yacimientos espectaculares en este sentido que se sigan excavando en la actualidad, sin duda Pompeya viene rápidamente a la mente y ocupa un lugar especial. La antigua ciudad romana devorada por la lava del Vesubio ofrece la posibilidad no sólo de estudiar las complejas expresiones de una civilización antigua, sino también de adentrarnos en los mecanismos de formación y autopercepción que transmitieron y transformaron de generación en generación esa misma civilización.
Es casi como si pudiéramos echar un vistazo al inconsciente del Imperio, a su subcultura. En ocasiones son los pequeños quienes nos han dejado huella de su educación cultural y sentimental. Este es el caso del patio de la Casa del Secondo Cenacolo Colonnato, donde unas nuevas excavaciones encaminadas a un mejor conocimiento y conservación de las estructuras descubiertas durante campañas de excavación anteriores (la fachada fue excavada en 1912, la parte trasera entre 1982 y 2005), se han podido documentar recientemente una serie de dibujos al carboncillo en las paredes de lo que debió ser una obra en plena actividad en el momento de la erupción, con diversos andamios levantados y muros aún por enlucir.
A pesar de la suntuosa fachada de la casa, el contexto social que los arqueólogos perciben dentro de las habitaciones es de todo menos rico; de hecho, hay una atmósfera de precariedad, en la que los investigadores imaginan a niños que pasaban solos gran parte del tiempo. La razón del aparente contraste entre la fachada con el cenáculo y el patio interior podría residir en el uso previsto del conjunto, como una especie de hotel o residencia temporal que, de acuerdo con los estudios arqueológicos llevados a cabo recientemente, había vivido mejores tiempos y se encontraba en plena decadencia.
La propia arquitectura lo manifiesta, no sólo por la ausencia de elementos decorativos que se remontan a la última fase de la vida del complejo, sino también por la mala calidad constructiva con la que se construyeron los nuevos muros y tejados.
Existía, además de la principal, una entrada secundaria al patio cerca de la letrina (que a su vez está cerca de una de las cocinas, como era habitual), que permitía la entrada y salida del complejo sin molestar a los huéspedes que se alojaban en la parte de enfrente. Los investigadores invitan a imaginar entrando por aquí también a los niños de la casa, trayendo consigo a algún amigo del barrio, tapándose la nariz con los dedos al pasar junto a la letrina, o asomándose hacia el fogón para adivinar lo que se estaba preparando. Con un trozo de carbón recogido del horno, pudieron realizar algunos dibujos en las paredes, en aquellos meses previos a la erupción, entre andamios, ánforas y parterres.
Y es que los arqueólogos han documentado una serie de grafitis que atribuyen a «artistas» en plena infancia. En el pasillo del patio, en la pared sur, han hallado un dibujo, dispuesto en dos registros, que representa una escena de gladiadores, con dos luchadores enfrentados, y una escena de venatio, con dos bestiarios, equipados con largas lanzas, decididos a enfrentarse a lo que podrían identificarse como una pareja de jabalíes. A la derecha, en cambio, encontramos la silueta de una cabeza vista de perfil.
En las paredes este y oeste han hallado representaciones similares: al menos tres pequeñas manos delineadas con carboncillo, dos escenas de gladiadores, un dibujo que parece representar dos figuras que juegan, una pelota, un animal que podría ser un jabalí y, finalmente, una escena de pugilatio, que muestra a uno de los dos luchadores tendido en el suelo.
Los dibujos, dada la sencillez de ejecución, el carácter ingenuo del trazo y las simplificaciones de los esquemas iconográficos, parecen realizados por la mano de uno o varios niños. Se dibujaba la gran pasión de la época: los combates entre gladiadores, luchadores y la caza de animales. Estos niños debían de ser todavía pequeños, a juzgar por la forma en que representan la figura humana, sin torso y con brazos y piernas saliendo directamente de la cabeza. Los arqueólogos han colaborado en su investigación con doctores en neuropsiquiatría infantil del Policlínico de Nápoles, que han confirmado estos puntos. Además, estudiando el tamaño antropométrico de las manos inmortalizadas, se calcula que la edad de estos artistas sería de alrededor de siete años.
Por medio de hallazgos como éste podemos hacernos más conscientes de que en todas las épocas, culturas y continentes, el ser humano siempre ha sido el mismo. En Pompeya, las pequeñas manos de los niños, con intenciones artísticas nada distintas a las de nuestros hijos, dejaban volar su imaginación pintado –con carboncillos y no con rotuladores– aquello que les era cotidiano.