Ni era rojo, ni era un teléfono: la historia del mensaje que nos salvó de una hecatombe nuclear
Este sistema de comunicación entre Washington y Moscú cambiaría para siempre la Guerra Fría
Como consecuencia de la Crisis de los Misiles de Cuba, el 5 de abril de 1963, se conoció lo que pasaría a la historia como «teléfono rojo», una línea directa, sin necesidad de marcar ningún número entre Washington y Moscú. Pero en realidad no era rojo ni era un teléfono: era un teletipo, una sistema directo con el que se evitaban los malentendidos y las improvisaciones. El sistema se iniciaba en Washington y pasaba por Londres, Copenhague, Estocolmo y Helsinki, antes de llegar a Moscú.
Posteriormente, en 1971 se agregaron dos canales de comunicación vía satélite. En 1985 se activó una línea de fax. Posteriormente se llevaron a cabo líneas directas con China, India o Pakistán. El primer mensaje entre Washington y Moscú decía: «Un zorro rápido y pardo saltó sobre el lomo de un perro holgazán 1234567890». Si nos damos cuenta esta frase incluye todas las letras y números del alfabeto latino.
Como hemos dicho, se estableció en el momento de la conocida como Crisis de los Misiles de Cuba. Debemos decir que, antes de ponerse en marcha, los Estados Unidos tardaron 12 horas en recibir un mensaje de 3.000 palabras de Nikita Khushchev. Una vez recibido, la tensión entre ambos países se redujo. Por eso se pensó en una vía rápida para comunicarse ambos países.
Tanto Estados Unidos como la URSS firmaron un documento en el cual, entre otras cosas, establecían «tan pronto como sea técnicamente factible una comunicación directa» para que ambos países pudieran comunicarse en tiempos de emergencia.
Kennedy y Khrushchev no se entendieron nunca. Celebraron una primera reunión en Viena, en terreno neutral, el 3 y 4 de junio de 1961, que resultó un fiasco entre recriminaciones recíprocas e intentos de confundir a la prensa. El líder soviético insistió en que firmaría un tratado de paz con la República Democrática Alemana (RDA), lo que hubiera significado dejar las vías de acceso a Berlín occidental en manos de los comunistas alemanes y las tropas soviéticas.
Ante aquellas palabras amenazadoras de Krhushchev, el presidente Kennedy respondió que «si eso es verdad, será un invierno muy frío». Posteriormente se dirigió a los ciudadanos norteamericanos diciendo que «existe el peligro de que los gobiernos totalitarios que no están sometidos a vigoroso debate popular subestimen la voluntad y unidad de las sociedades democráticas en lo que concierne a sus intereses vitales». La ruptura fue inevitable y la crisis de Berlín llegó a su desenlace de la peor manera para Occidente. ¿Cuál? La construcción del muro levantado en Berlín, cuya construcción se inició el 13 de agosto de 1961.
Aparte de la de Crisis de los Misiles cubanos de octubre de 1962, el teléfono rojo se ha utilizado, por ejemplo, en la guerra de los Seis días, la guerra indo-pakistaní, la guerra del Yom Kippur, o la invasión de Afganistán por la Unión Soviética.
El llamado teléfono rojo ha quedado en el imaginario popular por dos hechos. El primero es que uno, de color rojo, se exhibe en la Biblioteca y Museo Jimmy Carter, pero nunca existió como tal y nunca funcionó. El segundo es la película de Stanley Kubrick, cuyo título original era Dr. Strangelove or: How I learned to stop worrying and love the bomb (Dr. Strangelove o: cómo aprendí a dejar de preocuparme y querer la bomba). En castellano se tradujo como Dr. Strangelove. Teléfono rojo, volamos hacia Moscú.
El argumento es muy sencillo. Convencido de que los comunistas están contaminando los Estados Unidos, un general ordena, en un acceso de locura, un ataque aéreo nuclear sorpresa contra la Unión Soviética. Su ayudante, el capitán Mandrake, trata de encontrar la fórmula para impedir el bombardeo. Por su parte, el presidente de los EE.UU. se pone en contacto con Moscú para convencer al Gobierno soviético de que el ataque no es más que un estúpido error. Mientras tanto, el asesor del presidente, un antiguo científico nazi, el doctor Strangelove, confirma la existencia de la «máquina del Juicio Final», un dispositivo de represalia soviético capaz de acabar con la humanidad para siempre.
Fue interpretada por Peter Sellers, Geroge C. Scott, Sterling Hayden, James Earl Jones o Tracy Reed. Se estrenó en 1964. El crítico de The Guardian, John Patterson, escribió que es «una obra maestra cómica que también es profundamente seria y perceptiva sobre las locuras militares de aquella época. El genio de 'Dr. Strangelove' perdura». Con lo que está ocurriendo actualmente con Ucrania, la película sigue siendo «locuras de nuestra época» y no ha decaído con los años en actualidad. La película fue candidata en la 37ª edición de los Premios Oscar, 1965, en las categorías de mejor película, Kubrick como mejor director, Peter Sellers como mejor actor y guion adaptado. Finalmente se llevaron los premios My Fair Lady, George Cukor, Rex Harrison y Edward Anhalt por Becket.