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08 de septiembre de 2024

Ferrer-Dalmau

El saludo de Ferrer-Dalmau

Grandes Gestas de la Historia

La gesta de la Guardia Civil en el tren de los 4 millones

Lea y escuche el relato histórico

Cuando oímos hablar de asaltos de trenes enseguida pensamos en viejas películas del Oeste con bandidos con sombrero vaquero y tapados por pañuelos. Los que tenemos cierta edad tal vez en el asalto al tren de Glasgow y, por alguna extraña razón, en los robos el público se suele empatizar con los delincuentes.

Muy pocos saben que a fines del siglo XIX, España también sería escenario de asaltos de película. Aunque aquí los malos serían los bandoleros y los buenos, los guardiaciviles.

Asalto al tren

Asalto al tren

Los bandoleros

El bandolerismo había sido un fenómeno endémico desde la Edad Media. Al finalizar la Guerra de la Independencia, la debilidad del Estado hizo que la inseguridad se apoderase de los caminos españoles. Se convirtió en un problema de primera magnitud aparentemente irresoluble ya que las fuerzas desplegadas se veían impotentes para acabar con las cuadrillas.

El término bandolero es sinónimo de bandido, forajido, malhechor, salteador y ladrón. Conceptos muy lejanos a la imagen indómita creada en el romanticismo de «Curros Jiménez» con honor y valores patrios o «Robin Hoods» símiles del buen ladrón que roba a los ricos para ayudar a los pobres.

Ferrer-Dalmau

Guardia Civil, 1900 de Ferrer-Dalmau

Los bandoleros se refugiaban en zonas montañosas y su modo de vida violento fue similar en todas las épocas y regiones. Con la única excepción de los que lo eran por motivos políticos, la inmensa mayoría solían ser analfabetos y de extracción social baja, a los que la crueldad y la falta de escrúpulos los llevaba a cometer crímenes abyectos. Obtenían sus recursos robando ganado, alimentos, enseres, prendas de abrigo y dinero a campesinos que no nadaban precisamente en la abundancia. Y si repartían ocasionalmente dinero era para conseguir información o posada.

Pero la práctica más habitual de los bandoleros era la de asaltar caminos en las zonas más solitarias. Acechaban de noche y enmascarados vigilaban el tráfico de transeúntes en carretas, diligencias, a arrieros o viajeros solitarios a los que sorprendían al clásico grito de «la bolsa o la vida». También atacaban las casas de los más pudientes y de religiosos, practicaban la extorsión o incluso el secuestro habitualmente de niños para pedir rescate y no les temblaba el pulso para asesinar lugareños, ejecutar posibles testigos de sus crímenes, abusar sexualmente de jóvenes o practicar la tortura si sus víctimas no se plegaban a sus requerimientos.

Las autoridades se veían impotentes ante la proliferación de estos grupos organizados y armados. La sensación de impunidad de estos forajidos la expresaría la anécdota de un bandolero de Otero de Bodas (Zamora), en 1795, cuando se le dio el «Alto en el nombre del rey» y replicó: «¡Yo me cago en el rey! ¡Aquí no hay más rey que nosotros!», para a continuación abrir fuego y escapar.

Vagón de tren correo

Vagón de tren correo

Los trenes correo se convirtieron pronto en presa codiciada para estos bandoleros. La organización bancaria no se ocupaba de cuentas domésticas y los envíos de dinero por tren eran muy habituales, al igual que el traspaso de metálico entre las propias sucursales, por lo que solían transportar cantidades de dinero elevadas. Las largas distancias y los pocos efectivos encargados de su seguridad y vigilancia hacían que las partidas armadas obtuvieran botines con cierta facilidad porque no sería hasta mediados del siglo XX cuando se incluyeran alarmas, rejas o cuartos acorazados.

Dos elementos claves: técnico y humano

Pero la solución del problema iría llegando y dos hitos uno técnico y otro humano serían cruciales

El técnico fue el desarrollo del telégrafo que permitió informar con celeridad de las acciones de los bandoleros e ipso facto poner en marcha a las fuerzas de orden. Hacia 1880, un famoso bandolero el Vivillo, llegó a corroborarlo: «Nos ha matado el alambre».

Pero sería sin duda el factor humano quien les daría la puntilla. Ni el Ejército permanente ni cualquier milicia eran fuerzas idóneas para acabar con esta lacra.

Y es que la solución no era de carácter militar sino policial. Así nacía en 1844 la Guardia Civil un cuerpo especial de fuerza armada de Infantería y Caballería, dependiente del Ministerio de la Gobernación. Y para organizarla se comisionó a Francisco Javier Girón Duque de Ahumada. Heredera de la Santa Hermandad de los RR CC, la Guardia Civil sería una institución de seguridad pública de ámbito estatal altamente cohesionada y con disciplina militar. Ahumada no solo será el artífice de la constitución del cuerpo, sino también del soporte moral de la Guardia Civil, cuyas bases están en la cartilla, que recoge los principios clave que debían guiar sus actuaciones.

Servicio en Despoblado. Ferrer-Dalmau

Servicio en Despoblado de Ferrer-Dalmau

Estaría integrada por personal de élite alfabetizado y formado y con un estricto código ético de conducta. Un cuerpo profesional que intentaría poner fin al fenómeno del bandolerismo. ¿Y cómo? Garantizando la seguridad con el control de caminos permitiendo así la libre circulación de personas y mercancías, así como la protección de propiedades e imposición del orden. Curiosamente La Guardia Civil, la Benemérita» o el Instituto Armado, –denominaciones del cuerpo– nunca usó las palabras bandolerismo ni bandolero. No se andaban con medias tintas y siempre empleaban la palabra Malhechor.

La grave situación en los montes de Toledo

En concreto en los Montes de Toledo, el problema alcanzaba altas cotas de gravedad. Desde la Reconquista su condición de frontera con los musulmanes le hizo solar de continuos enfrentamientos que dieron lugar a la aparición de los golfines, bandidos fronterizos antecesores de lo que, siglos después, serían las partidas de bandoleros. En el siglo XIX campaban a sus anchas y los ciudadanos ante los posibles secuestros, llegaban a abandonar las faenas agrícolas y ganaderas, no salir de noche porque les podían robar y asesinar, ni dejar a sus mujeres solas por si entraba alguien.... Entre ellos destacaban por su crueldad los conocidos como «Los Juanillones» y «Los Purgación».

Montes de Toledo

Montes de Toledo

Un exitoso golpe de efecto

Se llegó a pedir ayuda al propio Congreso y ante la necesidad de dar un golpe de efecto y acabar con las partidas las fuerzas de la comandancia de Ciudad Real diseñaron una original operación. Una emboscada planeada con suficiente antelación para no dejar cabos sueltos. Como comentamos los trenes correo, en servicio desde 1855, eran presas codiciadas por los bandoleros. Y el más apetecible era el expreso de Andalucía, que discurría por zonas montañosas en las que ellos habitaban. El plan era capturarlos poniéndoles este mismo cebo.

Difundirían que uno de estos trenes portaba una elevada cantidad de oro y dinero para las pagas al ejército con un valor que superaba los cuatro millones de la reciente moneda: las pesetas, una auténtica fortuna. Hicieron correr la voz en tabernas, ferias, tiendas y hasta en la prensa. La intención era clara: provocarles para que actuaran y cuando estuvieran «con las manos en la masa» estar ahí para detenerlos. La táctica resultó exitosa ya que ante la información del suculento tren las cuadrillas de bandoleros más destacadas de la provincia mordieron el anzuelo y tuvieron la idea esperada: compincharse para dar un golpe y coordinarse en una actuación sincronizada. Tras un tiempo de estudio del posible golpe los forajidos decidían poner manos a la obra y el 13 de octubre de 1880 que pasaría el tren, buscarían el lugar propicio, lo descarrilarían, y una vez descarrilado, se harían con el botín.

Y aquí entró la segunda parte del plan de la Guardia Civil. Era una zona muy extensa ¿Y cómo sabrían el lugar donde esto sucedería? Con gran tino habían conseguido introducir lo que hoy se llama un infiltrado y ya estaban al tanto de donde sería. entre Madridejos y Villacañas en la provincia de Ciudad Real.

Guardias civiles

Guardias civiles

El comité de operaciones ejecutivas lo formarían cinco hombres: el teniente Sempere, un cabo, y tres guardias. Para la captura estarían apoyados por un gran contingente de efectivos de infantería y caballería con 30 monturas que dividieron en tres grupos. La infantería de Madridejos y Consuegra cubriría la retirada para que los criminales no pudieran escapar internándose en los montes. Y el resto de los guardias se dirigiría directamente al lugar.

El peligroso asalto

Pero por alguna razón, el asalto se produjo dos kilómetros antes del punto previsto. Y una vez ejecutado el descarrilamiento, los malhechores se dirigieron al botín y no había tal. En el vagón de los millones estaban esperándoles los guardiaciviles armados y comenzó entre ellos un peligroso tiroteo. El quinteto de guardiaciviles los contuvo el tiempo suficiente para que «a uña de caballo» los tres grupos de efectivos llegaran a tiempo. Forajidos y guardiaciviles se enfrentarían a media noche y los bandoleros acabarían siendo rodeados y vencidos. El resultado fue de media docena de muertos –ninguno de ellos guardia– y unos cuantos bandidos capturados.

Asalto al tren de Andalucía

Asalto al tren de Andalucía

El director de la Guardia Civil entonces Fernando Cotoner felicitaba a sus hombres y solicitaba que fueran recompensados:

«El brillante comportamiento de las comandancias de Ciudad Real y Toledo, que a las órdenes del bizarro teniente don Tomás Sempere batieron a la cuadrilla de salteadores que en la noche del 13 de octubre intentaba descarrilar el tren correo de Andalucía, para apoderarse de una crecida cantidad en metálico. Por el peligro arrostrado en la lucha, de la cual resultaron cuatro de los criminales muertos y dos aprehendidos, sino también por las operaciones previamente realizadas y que dieron lugar a un hecho tan distinguido deben ser acreedores de una especial recompensa,

Poco después, intervenía el propio rey.

«Su Majestad, deseando premiar el referido hecho y que sirva de estímulo en el Cuerpo, concede al teniente Semper el empleo de Capitán del Ejército, al cabo, el de cabo primero, y a los tres guardias, la Cruz del Mérito Militar, y que asimismo le sean dadas las gracias en su Real nombre al jefe de la comandancia y demás oficiales e individuos de tropa».

Ventura Leblic, el académico que desvelaría la verdad

El mismo octubre de 1880 la prensa publicaba la noticia del asalto y la exitosa operación de la guardia civil indicando que los millones que transportaba el ferrocarril habían quedado a salvo y esa fue la versión oficial. Sería un académico Ventura Leblic quien en 1990 desvelaría la verdad un siglo después de lo sucedido y narraría junto al periodista Villatoro los hechos que cuento.

Para el historiador español este golpe de la Guardia Civil fue crucial y supuso el golpe letal para el bandolerismo de los Montes de Toledo. Afirmó que «Con las grandes bandas decapitadas, la Benemérita fue cerrando poco a poco el triángulo entre los pueblos, donde era habitual que se escondiesen. Así hasta que capturaron a todos. A los que huyeron se les persiguió hasta Badajoz, Jaén o Portugal».

Habían terminado con el problema en una de las regiones más afectadas del país.

La ejecución

El final más habitual del bandolero era la muerte violenta. La magnitud numérica de los delitos que en su mayoría quedaban impunes, provocó el endurecimiento de las penas para que fueran ejemplares y disuasorias y las ejecuciones se convertían en un espectáculo de masas que se sentían reconfortadas viendo morir a los que tanto daño habían causado

Solo año y medio después del asalto al tren, en marzo de 1882, García-Quilón miembro de la banda de los «Juanillones» y los hermanos Ambrosio y Casimiro Navarro, los «Purgaciones» serian condenados a la pena capital.

Toledo acogía su última ejecución pública que atrajo a 12.000 personas, lo que dada la población entonces de la ciudad significa que acudieron de todos los contornos. Curiosamente dos terceras partes de los asistentes eran mujeres.

No fue un capítulo más de enfrentamientos

Puede parecer que el asalto y la emboscada al tren de Andalucía no es sino un capítulo más de enfrentamientos entre un cuerpo policial y un grupo de ladrones. Pero fue mucho más que eso. Fue un ejemplo de tantas y tantas acciones olvidadas de la enconada lucha con la que la Guardia Civil llevó la paz a diferentes regiones que se encontraban a merced del latrocinio. Su alto nivel de eficacia en el acreditado cumplimiento de su deber fortaleció su prestigio, aún más engrandecido por su carácter benemérito, y su sacrificio a la hora de ayudar a la población en circunstancias extremas (incendios, inundaciones, riadas, naufragios...) como nunca antes había sucedido con otras fuerzas de seguridad del estado.

Guardia Civil

Guardia Civil

Incluso cuando el fenómeno estaba erradicado y volvió a surgir en la posguerra española con las bandas del maquis, la Guardia Civil, fue el cuerpo más idóneo por su organización, disciplina, despliegue territorial y su histórica experiencia en la persecución de bandoleros. La Benemérita perdería a centenares de los suyos en esta contienda, pero lo cierto es que muy pocas guerras de guerrillas en la historia han sido aniquiladas con tan escasos recursos.

Clave de la construcción del Estado democrático

La gran eficacia demostrada en la erradicación del del bandolerismo pondría de relieve la importancia de la Guardia Civil. Los sucesivos gobiernos de todos los signos la mantuvieron, fortalecieron, aumentaron sus efectivos y su expansión territorial, convirtiéndola en un instrumento clave de la construcción del Estado democrático. Y es sin duda la institución más valorada de la nación.

Casa Cuartel de la Guardia Civil

Casa Cuartel de la Guardia Civil

En la actualidad, la Guardia Civil, compuesta por más de 80.000 hombres mujeres prosigue su ardua tarea de servicio a España con nuevos tiempos y nuevos desafíos para hacer frente a las amenazas en ciernes siguiendo el principio «el honor es mi divisa». Honor como la cualidad moral que lleva al más exacto cumplimiento de los deberes. Un valor que desde tiempo inmemorial era inherente a ser español. No en vano todos sus cuarteles exhibían en sus puertas el contundente «Todo por la Patria».

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