Picotazos de historia
Hanns Scharff, el más amable y efectivo interrogador del Tercer Reich
Interrogaba a los pilotos aliados derribados para sacarles cuanta información pudiera ser de utilidad. Y lo hizo muy bien
Hanns Joachim Scharff ( 1907 – 1992) fue el artista que confeccionó los magníficos mosaicos que decoran el gran salón del castillo de la Cenicienta, del parque Reino Mágico de Disney en Orlando, Florida. Pero Scharff es muchísimo más famoso –una leyenda en su campo– como maestro de interrogatorios, desarrollando una técnica propia que se demostró altamente efectiva. Y es que esta fue su actividad principal durante la Segunda Guerra Mundial: interrogaba a los pilotos aliados derribados para sacarles cuanta información pudiera ser de utilidad. Y lo hizo muy bien.
Miembro de una familia relacionada con las fabricas textiles, viajó por el mundo para adquirir experiencia en el campo de las ventas. Instalado en Sudáfrica se casó y tuvo dos hijos. En 1939, estando de vacaciones en Turingia con su familia estalla la guerra y se encuentra movilizado. Ingresa en la Wehrmatch donde desarrolla actividades administrativas debido a su edad hasta que, por la necesidad de tropas, están a punto de enviarle al frente de Rusia. Consigue convencer a sus superiores de que sus conocimientos de idiomas serían de mucha mayor utilidad y lo destinan a la compañía de intérpretes nº12.
Un amable interrogador nazi
Su oficial al mando apreció su potencial y lo envió al centro de interrogatorios de la Luftwaffe en Oberursel, en el estado de Hesse, en donde lo ascenderían al empleo de jefe de sección de interrogatorios de pilotos de caza. El primer interrogatorio al que asistió salió asqueado y eso que la Luftwaffe era famosa por el cumplimiento escrupuloso de las leyes que regulaban el trato a los prisioneros de guerra. En el verano de 1943 un desdichado accidente aéreo acabó con la vida de los dos mando inmediatamente superiores de Schwarff quedando al mando de la sección de interrogatorios.
Scharff desarrolló una técnica basada en sus conocimientos de psicología y experiencia de ventas, que demostrarían ser una enorme eficacia
Teniendo libertad de acción, Scharff desarrolló una técnica basada en sus conocimientos de psicología y experiencia de ventas, que demostrarían ser de una enorme eficacia. El sistema, desarrollado de manera intuitiva, tenía cuatro componentes claves: el primero era que había que tener una aproximación amistosa hacia el prisionero. El segundo punto era que jamás había que presionarle para que diera información alguna. El tercer punto era hacer creer al prisionero que ya conocemos la información y, por lo tanto, no tiene relevancia para nosotros y, por último, el cuarto punto era que, establecidos los puntos anteriores, el interrogador puede hacer afirmaciones acerca de algo y el interrogado confirmará o negará la veracidad de la expuesto.
Y es que el prisionero, quien estaba mentalmente preparado (o aterrado) para encontrarse con un furibundo y brutal teutón, quedaba desconcertado al encontrarse frente al amable, comprensivo y sonriente Scharff. Conocedor de las costumbres de los ingleses, canadienses y norteamericanos podía compartir bromas con ellos. También compartía con los prisioneros los platos y pasteles que su esposa le enviaba al campamento. De esta manera se creaba un vínculo de confianza, entre el interrogado y el interrogador, difícil de definir y de indudable existencia.
Rudolf Vrba y Alfred Wetzler
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Scharff conseguía permisos para pasear con los prisioneros por el amplio parque que rodeaba a las instalaciones e incluso para visitar aeródromos y volar en cazas alemanes (como copilotos, ni de broma entregarles los mandos de la nave a los prisioneros). De esta manera, y de forma inconsciente, los pilotos prisioneros acababan dando información valiosa sin ser conscientes de ello. Así fue cómo se convirtió en el más eficiente y exitoso de los interrogadores del Tercer Reich, aumentando sus responsabilidades y autoridad.
Lo curioso es que mientras extraía la información, incluso cuando fracasaba como le sucedió con el as norteamericano Gabby Gabreski (28 aviones derribados), creaba vínculos de amistad con los prisioneros que, en muchos casos, continuaron después de la guerra.
Terminado el conflicto y en manos de los norteamericanos impartió clases y conferencias sobre técnicas de interrogatorio a distintos ejércitos aliados, donde literalmente se lo rifaban. Liberado y desmovilizado fue autorizado a instalarse en EE. UU. donde abrió una pequeña empresa de decoración y mosaicos artísticos. Más adelante se asociaría con su nuera Mónica Scharff y crearía la empresa Scharff y Scharff, en la década de los ochenta del siglo pasado, continuando una próspera carrera empresarial hasta su fallecimiento en 1992.