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19 de septiembre de 2024

Antonio Ulloa

Antonio de Ulloa

Cuando los marinos ilustrados impulsaron la ciencia española en el Siglo de las Luces

Durante el siglo XVIII se establecieron las bases que permitieron el desarrollo de una creciente actividad científica en España

En el Siglo de las Luces, impulsados por la influencia de los ideales de la Ilustración, la utilidad y el rigor se erigen como pilares fundamentales. Los monarcas de la época abogaron por el fomento de la enseñanza y la investigación, estableciendo instituciones tales como academias, observatorios y museos. Surgen, por otra parte, las sociedades económicas de amigos del país, que se erigen como destacados centros científicos, promoviendo el progreso y la innovación. Esta época también se caracterizaría por la mejora de los estudios universitarios.

Pero durante el siglo XVIII el interés por la ciencia no quedó circunscrita a los profesionales de las distintas disciplinas. Alcanzaría a otros sectores de la población que, ávidos por instruirse en los nuevos conocimientos de la naturaleza y los mecanismos que la gobernaban, comenzaron a demandar obras científicas.

La Casa de la Química está ubicada junto al Alcázar de Segovia

La Casa de la Química está ubicada junto al Alcázar de SegoviaWikimedia Commons

Ciencias naturales

Para España era claro que la adquisición y aplicación de conocimientos científicos potenciarían su influencia política y su prosperidad económica. Se consideraba que una de las claves para la prosperidad del Imperio español residía en una gestión más eficaz de los recursos naturales de sus territorios. De esta forma, durante la segunda mitad del siglo XVIII se pusieron en marcha una serie de ambiciosas expediciones dirigidas por botánicos, cuyo objetivo era investigar los posibles usos médicos y comerciales de la vegetación tropical. Muchas estuvieron lideradas por médicos y respaldadas por instituciones médicas. En España, más que en cualquier otra nación europea, la familiaridad con las plantas medicinales y el fomento de una industria farmacéutica nacional se convirtieron en prioridades fundamentales.

Por otra parte, la renovada visión de la agricultura encuentra respaldo científico en la botánica, la cual experimenta durante esta época un notable desarrollo encaminado a promover la producción agrícola y explorar nuevas variedades de cultivos. El impulso de esta disciplina científica se materializa en la creación del Real Jardín Botánico de Madrid en octubre de 1755. Sin duda, el cirujano militar José Quer (1695-1764) fue el botánico más sobresaliente de su época en España.

El naturalista, militar y escritor Antonio de Ulloa presentó en 1752 al gobierno un proyecto de Estudio y Gabinete de Historia Natural que sería el predecesor el Real Gabinete de Historia Natural. Se trató de una institución cultural destinada a recopilar y clasificar los productos naturales de España y de las expediciones ultramarinas. Los descubrimientos obtenidos durante estas expediciones científicas se documentan en importantes publicaciones, entre las que destaca Anales de Historia Natural.

Emblema de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País con el lema «Irurac bat» («Las tres, una»)

Emblema de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País con el lema «Irurac bat» («Las tres, una»)

La biología, como estudio específico de los procesos vitales y las leyes que rigen a los seres vivos, emerge como una disciplina independiente hacia finales del siglo XVIII, desvinculándose por completo de la zoología y la botánica. Sería ya en el siglo XIX cuando la geología y la paleontología se consolidasen como disciplinas científicas, con el inicio del inventariado de los primeros yacimientos fósiles. En este contexto, la enseñanza de la historia natural se incorporaría a los programas educativos vigentes, marcando un hito en la difusión del conocimiento científico en España.

Matemáticas, física y química

En lo referente a las matemáticas, la Ilustración estuvo caracterizada por los avances que se produjeron en el dominio del cálculo diferencial e integral. Estos nuevos desarrollos fueron introducidos en España por militares y órdenes religiosas. En esta época aparecerían numerosas publicaciones matemáticas. Sin embargo, la invasión napoleónica y el regreso de la monarquía absolutista bajo Fernando VII sumieron al país en una crisis que afectó profundamente a esta disciplina. Su recuperación no comenzaría a vislumbrarse hasta mediados del siglo XIX. La modernización definitiva de este área de conocimiento fue impulsada por figuras como José Echegaray y otros autores como Zoel García de Galdeano o el cordobés José María Rey Heredia, gracias a los cuales se equiparó el nivel de las matemáticas al de las naciones más avanzadas.

En el campo de la física, los siglos XVIII y XIX representan un periodo de notable avance en todas sus vertientes, incluyendo la mecánica, la termodinámica, la óptica y el electromagnetismo. Este progreso se vería más adelante impulsado por el impresionante desarrollo tecnológico que caracterizó a la Revolución Industrial.

En el siglo XVII la química aplicada a la metalurgia estaba bastante avanzada en España. Sin embargo, a principios del siglo XVIII la química no disfrutaba de una situación tan favorable. Surgió entonces la necesidad de importar y difundir las nuevas teorías químicas que emergían en Europa. Entre las medidas adoptadas para fomentar el desarrollo científico en España, se incluyó becar a jóvenes españoles para su formación en el extranjero. Un ejemplo notable de ello son los hermanos Delhuyar, quienes en 1783 descubrieron el wolframio. En paralelo al avance de la química académica, se observó un creciente interés por la mejora de las industrias con base química.

En este contexto se enmarca la construcción de la Casa de la Química, laboratorio del Real Colegio de Artillería creado en Segovia a finales del siglo XVIII. El destacado químico francés Joseph Louis Proust, uno de los fundadores de la química moderna, dirigió durante trece años este importante centro científico militar.

Durante el siglo XIX, las diversas disciplinas científicas comenzarán a independizarse y se adoptará de forma generalizada el método experimental y matemático. Esta situación llevó a un significativo aumento en la importancia de las ciencias físicas y naturales. Hacia mediados de siglo surgirían las escuelas superiores de ingeniería.

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