La Cuádruple Alianza de 1834: España y Portugal en defensa del liberalismo
España y Portugal compartieron mesa con Reino Unido y Francia. Mediante esta alianza los cuatro se comprometían a velar por los tronos liberales de Isabel II y María II
La Historia Contemporánea de España y Portugal presenta muchas más similitudes de las que a menudo se piensa. A comienzos del siglo XIX, ambos eran monarquías imperiales cuya soberanía alcanzaba gran parte del globo. Napoleón se convirtió en el enemigo común y, tras eso, una serie de revoluciones y revueltas, guerras entre absolutismo y liberalismo, pretendientes al trono, regencias, diferentes constituciones y pronunciamientos que auparon al poder a militares de renombre, fueron las señas de identidad de los dos reinos.
Todo esto condujo a que algunos propugnasen la Unión Ibérica y, aunque nunca se logró, ambos países colaboraron estrechamente en más de una ocasión. Los portugueses fueron aliados de los españoles durante la Guerra de la Independencia. Posteriormente, los absolutistas colaboraron para entronizar a sus respectivos candidatos: Miguel de Braganza en Portugal y Carlos María Isidro en España. Por su parte, los liberales lograron la incorporación a la Cuádruple Alianza, creada en abril de 1834, en la que España y Portugal compartieron mesa con Reino Unido y Francia. Mediante esta, los cuatro se comprometían a velar por los tronos liberales de Isabel II y María II. Así, los portugueses enviaron tropas para combatir en Castilla, País Vasco y Cataluña en el transcurso de la Primera Guerra Carlista (1833-1840).
Para entonces los portugueses ya habían librado su propia guerra liberal. En 1828, Miguel de Braganza, hermano del rey Pedro IV, se proclamó rey absoluto. Los intentos liberales de Saldanha no dieron frutos y Miguel se mantuvo en el trono con el apoyo de Fernando VII, que amenazó con intervenir directamente si Saldanha pisaba suelo portugués. Todo cambió en 1833, cuando este se puso al frente de las tropas de Pedro IV y logró acabar con los miguelistas tan sólo un año después. Esto, como pasaría con Baldomero Espartero en España, le garantizó un puesto político de primer orden.
Ese año de 1834, los portugueses de Saldanha, en virtud de lo dispuesto en la Cuádruple Alianza, no sólo enviaron tropas a España en apoyo de los isabelinos, sino que permitieron la entrada en Portugal de un contingente español. Este, al mando del general José Ramón Rodil, tenía como objetivo apresar al infante don Carlos. Los liberales portugueses les recibieron al son del Himno de Riego. Por si quedaba alguna duda, Rodil les tranquilizó, asegurando que sus acciones en tierras lusas se dirigirían «única y exclusivamente» contra los absolutistas españoles, al que presentaron como enemigo común. Ante la presencia española, don Carlos huyó a Inglaterra. Este éxito de Rodil se vio empañado por el hecho de que un miembro de la Cuádruple Alianza diese refugio al enemigo, algo por lo que españoles y portugueses protestaron.
Poco después, en 1847, fueron los españoles, liderados por el general Manuel Gutiérrez de la Concha, los que, haciendo valer la Cuádruple Alianza, se internaron en Portugal para defender el trono de María da Gloria. Ante la amenaza de guerra civil, España envió un contingente para garantizar la paz. El general español se destacó en esta lucha contra los insurrectos que, representados por César de Vasconcelos, quisieron firmar la paz con él. Concha, rehuyendo cualquier protagonismo, se negó a hacerlo, y recomendó a los vencidos firmar la paz con las autoridades lusas. No obstante, estos no se fiaban de Saldanha y ofrecieron a Concha el papel de mediador. Este, como representante español, y el coronel Wylde, por parte británica, vigilaron el cumplimiento de lo acordado en el Tratado de Gramido. Tras esto, Concha regresó a España y fue recompensado por su actuación con el título de marqués del Duero con el que se le sigue conociendo en la actualidad.