Batalla de Poitiers
Carlos Martel, «el martillo» franco que frenó a los musulmanes en Europa
Carlos Martel fue el padre de una nueva saga familiar: los carolingios, que bajo el liderazgo de Carlomagno, su nieto, construirían un imperio que dominaría Europa durante siglos
En el año 732, la historia de Europa cambió para siempre en una meseta cercana a la ciudad de Tours. Tan solo habían pasado dos décadas de la invasión musulmana de la Península Ibérica, pero ahora el califato omeya buscaba expandir sus territorios más allá de los Pirineos, para conquistar el resto de continente. Al principio el gobernador omeya de Al-Ándalus, Abd ar-Rahman al-Ghafiqi, ordenó varias incursiones que con el tiempo se hicieron cada vez más frecuentes. Pero en torno al 730 los omeyas decidieron extender sus dominios hacia el centro de Europa.
No era algo nuevo, los musulmanes ya dominaban la región de Narbona, en el suroeste de lo que fue la antigua Galia romana, pero estaban rodeados por el reino de los francos que, por entonces, enfrentaba una sucesión de guerras internas y la independencia de varias regiones como la de Aquitania, que lideraba el duque Odón el Grande, también conocido como el conde Eudes de Poitiers.
En este contexto resumido, el valí bereber de Narbona conocido como Munuza por los francos, se rebeló contra el poder de Córdoba. La respuesta no se hizo esperar, Al-Ghafiqi, organizó un pequeño ejército que cruzó los Pirineos y acabó con el traidor. El omeya decidió extender sus dominios y avanzó hacia Aquitania, saqueando y atacando varias ciudades. En Burdeos le hizo frente Odón, pero fue derrotado. Los musulmanes tomaron la ciudad, quemaron las iglesias, se hicieron con un gran botín y continuaron su avance hacia el este.
Ante la imposibilidad de detenerlo, Odón tuvo que viajar hasta París y no le quedó más remedio que pedir ayuda militar a Carlos Martel, que no era el rey de los francos, sino el mayordomo de palacio –similar a la mano del rey en la serie Juego de Tronos–, el auténtico poder detrás del trono de los francos.
Poitiers, la batalla que encumbró a Martel
Carlos Martel ofreció su fuerza militar, pero a cambio Odón el Grande, tendría que jurar pleitesía y servidumbre al rey de los francos, con todo lo que eso suponía. Así sucedió. El líder de los francos reunió un pequeño, pero contundente ejército y dejó París para combatir a los musulmanes. En octubre de 732, ambas fuerzas se encontraron muy cerca de la ciudad de Tours. Carlos eligió un terreno elevado, protegido en su retaguardia por un bosque, y ordenó a sus tropas formar un muro de escudos impenetrable en forma de 'C' invertida para proteger los flancos. Por su parte, las tropas de Al-Ghafiqi situaron su campamento a cierta distancia del que sería el campo de batalla. Su estrategia se sustentaba en la poderosa caballería pesada, colocada en dos líneas para realizar varias cargas de forma repetitiva.
A primera hora del 10 de octubre ambos ejércitos formaron y se prepararon para combatir. Según las crónicas, la batalla fue brutal. Las cargas musulmanas cargaron contra las líneas de infantería francas hasta en tres ocasiones, sin conseguir romper la formación de forma permanente: «ningún muro fue tan sólido como aquel formado por los hombres de Carlos», relata una de las crónicas de la época. La clave fue la estrategia defensiva de Carlos, que aprovechó al máximo el terreno y la disciplina de sus hombres.
Al mismo tiempo, la caballería de Odón el Grande atacó el campamento musulmán que estaba en retaguardia. Pero el punto de inflexión llegó cuando Al-Ghafiqi fue abatido. Sin su líder, las fuerzas musulmanas se vieron obligadas a retirarse hacia el sur, dejando atrás la idea de una conquista del norte de Europa.
El «Martillo» que forjó la Europa medieval
«Carlos fue el martillo que golpeó el yunque de la historia, deteniendo el avance de los infieles y asegurando para sus descendientes el cetro de Europa», escribió el cronista franco Eginardo, biógrafo de Carlomagno. Tras la victoria continuó uniendo a las tribus francas y derrotando a facciones internas que amenazaban con dividir el reino, también consolidó su apodo «Martel», traducido como «martillo». El propio nombre simboliza su poder militar, su liderazgo y la importancia que tuvo, porque fue el padre de una nueva saga familiar: los carolingios, que, bajo el liderazgo de Carlomagno, su nieto, construirían un imperio que dominaría Europa durante siglos.