«La isla de las ocho banderas» en Florida que casi causa una guerra entre Estados Unidos y España
Aunque apenas tiene 21 kilómetros de largo y algo más de seis de ancho, actualmente acoge varios resorts turísticos y cinco campos de golf. Pero hace doscientos años el panorama era muy diferente
la isla Amelia es un destino turístico habitual para veraneantes estadounidenses que buscan relajarse junto al mar en un lugar apartado y tranquilo. Está ubicada en el punto más septentrional de Florida, justo en la frontera con el estado de Georgia, formando parte del archipiélago de pequeños islotes que recorre todo el sur de la costa atlántica estadounidense, las llamadas Sea Islands. Aunque apenas tiene 21 kilómetros de largo y algo más de seis de ancho, actualmente acoge varios resorts turísticos y cinco campos de golf. Pero hace doscientos años el panorama era muy diferente.
Inicialmente descubierta por frailes franciscanos a finales del siglo XVI, la isla se convirtió por su emplazamiento estratégico entre la colonia británica de Georgia y el territorio español de Florida en escenario de continuas disputas fronterizas. Fueron los británicos quienes le dieron nombre en honor a la princesa Amelia, hija de Jorge II, pero la Paz de París de 1783 confirmó la soberanía española sobre el territorio. Por aquel mismo tratado Georgia pasaba a formar parte de los recién creados Estados Unidos, por lo que isla Amelia se convirtió en la frontera entre la nueva república y la Florida española.
Los estadounidenses pronto demostraron ser incluso peores vecinos que los británicos. La ambición del gobierno de Washington por hacerse con toda Florida era evidente, por lo que en 1811 las autoridades españolas comenzaron a planificar la construcción de un fuerte y un pequeño asentamiento que defendiese la hasta entonces despoblada isla. El lugar, que es hoy la principal ciudad, se bautizó como Fernandina en honor del rey Fernando VII.
En 1812, el presidente Madison financió en secreto una expedición de aventureros estadounidenses que, bajo el nombre de «Patriotas de Isla Amelia», atacaron el asentamiento español y declararon la independencia de una «República de Florida Oriental». El comandante español de Fernandina, don Justo López, apenas sin tropas y sin las fortificaciones terminadas, tuvo que rendirse.
Al día siguiente, un destacamento de tropas del ejército estadounidense llegó a Fernandina bajo pretexto de restablecer el orden y el supuesto gobierno patriota entregó la ciudad, anunciando la integración de la recién creada república en los Estados Unidos. La farsa ideada por Madison, sin embargo, era demasiado obvia y ante las enérgicas protestas de España y Gran Bretaña, el gobierno de Washington se vio obligado a retirar sus tropas y devolver la isla en 1813.
Los españoles sabían que sus ávidos vecinos no se iban a dar por vencidos, y apresuraron la construcción del fuerte de San Carlos, pero con la rebelión extendiéndose por gran parte del imperio y el país exhausto tras la guerra contra Napoleón, la pequeña isla Amelia era la última prioridad de la monarquía.
En 1817, el aventurero escocés Gregor MacGregor, colaborador de Bolívar, reunió una fuerza de piratas de varias nacionalidades y volvió a capturar la isla. Su plan era invadir toda Florida y proclamarla como una república independiente bajo su control, pero tras establecer un gobierno formal en isla Amelia no logró ocupar ninguna otra plaza continental.
El contrataque español hizo huir a MacGregor, pero algunos de sus seguidores se fortificaron en Fernandina y rechazaron a las tropas españolas. El pirata francés Louis Michael Aury, conocido de MacGregor y que por entonces trabajaba al servicio de los rebeldes mexicanos, llegó a la isla y proclamó entonces su anexión a la República de México. Bajo el mando de Aury, isla Amelia se convirtió en una guarida de bucaneros y contrabandistas.
Estados Unidos supo aprovechar el caos de la isla y en diciembre de 1817 el presidente James Monroe envió una expedición para conquistarla bajo pretexto de acabar con la piratería. Aury pactó la entrega de la isla con los estadounidenses, que formalmente alegaron que la retendrían «en nombre de España» hasta que las autoridades españolas pudiesen volver a hacerse cargo de ella.
En realidad, esto nunca ocurrió porque, presionado por Monroe, el gobierno español accedió en 1819 a vender toda la Florida a través del Tratado Adams-Onís. La tumultuosa historia de isla Amelia se recuerda hoy en su mote, «la isla de las ocho banderas», pues sobre ella ondearon varias veces sucesivos pabellones hasta que se asentó permanentemente el de las barras y estrellas.