Lujo, delirio y decadencia: así fue el imperio de Bokassa, el emperador africano que quiso ser como Napoleón
Se autoproclamó emperador de la República Centroafricana, encarnó la megalomanía y el autoritarismo en una época marcada por el lujo extremo, el terror, la crueldad y oscuros rumores de canibalismo que conmocionaron al mundo
Enclavada entre Chad al norte, Sudán y Sudán del Sur al este, la RDC al sur, y Camerún y República del Congo al oeste, la República Centroafricana ocupa el corazón del continente africano. Su superficie supera la de la actual Francia metropolitana, quien ejerció de potencia colonizadora desde finales del siglo XIX hasta 1960, año en que obtuvo su independencia.
A día de hoy, República Centroafricana sigue siendo uno de los países más pobres de África, con uno de los Índices de Desarrollo Humano más bajos del mundo, comparable a los de sus vecinos, excolonias francesas, de Malí, Níger o Chad. Ni la ocupación francesa, ni su posterior liberación como país autónomo, han alterado esta realidad. La inestabilidad política, las rebeliones internas y los continuos golpes de Estado han salpicado la historia de este joven país africano desde su nacimiento.
En este contexto, viajamos hasta el 31 de diciembre de 1965. El Presidente de la República, David Dacko, había renovado recientemente su poder tras unas elecciones sin oposición. Sin embargo, el nuevo año no contemplaría a Dacko en el poder, dado que su primo, el general Jean-Bédel Bokassa, depuso al gobierno mediante un golpe de estado, que le convirtió en el nuevo Presidente de la República.
Sólo tres días necesitó el recién nombrado presidente para abolir la Constitución, disolver la Asamblea Nacional y asumir el poder absoluto. Desde ese momento, la espiral autoritaria no hizo más que descontrolarse bajo la batuta de Bokassa: autoproclamado presidente vitalicio en 1972 y mariscal de los ejércitos en 1974.
Pero su delirio alcanzó el punto álgido el 4 de diciembre de 1976, cuando se erigió emperador en una ceremonia costosísima (requirió 1/3 de todo el presupuesto anual y todo el dinero enviado por Francia como ayuda humanitaria al país) al más puro estilo Napoleón en la que vistió una gruesa capa escarlata, forrada de armiño blanco y con 800.000 perlas incrustadas, acompañado de una corona imperial hecha con oro de 24 quilates, un cetro, igualmente diseñado para la ocasión.
Su trono era de oro gigante con forma de águila imperial que atrajo la estupefacción del mundo. Múltiples dignatarios de todo el mundo fueron invitados a la coronación, aunque ninguno acudió. Bokassa, incluso, se permitió hacer extensible su invitación al Papa Pablo VI para formalizar la entronización.
Durante la década (1966-1976) Bokassa ejerció el Gobierno absoluto de la joven República Centroafricana, sometiendo al país a una ola de abusos. Esto fue posible gracias a los esfuerzos del dictador por obtener el reconocimiento y sustento internacionales a sus políticas opresoras. En particular, logró la connivencia de los dirigentes franceses a su régimen de terror, siendo recibido en audiencias en París, de manera continuada, por Charles de Gaulle y sus sucesores: George Pompidou y Valéry Giscard d'Estaing.
Paradójicamente, a este último, su relación con Bokassa le terminaría costando la presidencia francesa por el llamado «Escándalo de los diamantes», según el cual, el presidente francés habría recibido regalos de esta piedra preciosa por valor de 1 millón de francos de la época, perdiendo, consecuentemente las elecciones nacionales en 1981.
«El poder corrompe»
Volviendo a 1976, su Majestad Imperial Bokassa I, continuó con su régimen despótico en el que las torturas, abusos y ejecuciones a opositores y delincuentes comunes estaban a la orden del día, siendo hecho probado su participación directa en tales atrocidades. Una práctica habitual era mutilar a los condenados por hurtos y robos, cortándoles las orejas para marcarlos de por vida.
Las acusaciones de canibalismo contra Bokassa, aunque nunca probadas en juicio, fueron ampliamente documentadas por la prensa internacional. Testigos afirmaron que servía carne humana en sus banquetes, y en ocasiones, prisioneros eran cocinados para satisfacer su apetito y el de sus invitados. Estas historias contribuyeron a construir su infame reputación, incluso con anécdotas como la publicada por el diario soviético Izvestia, que aseguraba que Bokassa había devorado al único matemático del país.
En 1979 Francia empezó a distanciarse del régimen de Bokassa y planeaban su derrocamiento. La masacre de 100 niños en Bangui, ocurrida durante una protesta contra el coste de los uniformes escolares obligatorios, fue el punto de no retorno. En septiembre de ese año, el expresidente Dacko, respaldado por Francia, llevó a cabo un golpe de estado que puso fin al régimen dictatorial de Bokassa, restaurando la República Centroafricana.
Bokassa recibió asilo político en Francia, aunque regresó a Bangui en 1986. Las acusaciones de canibalismo no pudieron ser probadas en juicio y el exmandatario fue absuelto de tales cargos. No obstante, sí fue condenado a muerte por traición, asesinato y malversación de fondos estatales. Su sentencia fue conmutada a 20 años de prisión y, finalmente, fue amnistiado en 1993.
Su megalomanía y sus delirios dieron un último coletazo al autodeclararse como el decimotercer apóstol de Cristo antes de morir en su casa de Bangui en 1996, siendo uno de los mejores ejemplos contemporáneos de la máxima acuñada por Lord Acton cien años antes: «El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente».