El último rey de Granada: Boabdil debió abandonar su reino tras su conquista por los Reyes Católicos en 1492
Las palabras que, según la leyenda, le dirigió su madre, han pasado a la historia: «Llora como una mujer lo que no supiste defender como un hombre»
La imagen de Boabdil, último rey de Granada, entregando las llaves de la ciudad a los Reyes Católicos, ha quedado inmortalizada en el imaginario común gracias al célebre cuadro de Francisco Padilla, que se expone en el Museo del Prado. El lugar de Granada donde, según cuentan, se giró por última vez a contemplar su amada ciudad, se conoce hoy como Suspiro del Moro. Sin embargo, ¿qué sabemos en realidad de este melancólico rey?
Boabdil, al contrario cómo suele ser representado, era rubio y tenía los ojos claros. Fue conocido en las crónicas musulmanas con el bien merecido nombre de Al- Zugabi, «el Desdichado». El nombre de Boabdil, dado por los cristianos, pudo ser una castellanización de «Abdalá», uno de sus nombres, aunque reinó en Granada como Muhammad XI. El apodo «el Chico», con el que le conocieron los cristianos, parece venir de su juventud en el momento de subir al trono.
Su vida en la corte de Granada estuvo marcada por la constante rivalidad con su padre, Mulhey Hacén o Mulhacén, el anterior sultán, que da nombre al pico más alto de la Península Ibérica. La madre de Boabdil, la sultana Aixa, era una de las personas más influyentes de la corte, pero su poder se vio amenazado con la llegada de una nueva mujer: Zoraida. Ésta era una doncella cristiana, hija del comendador de Martos, en Jaén. Isabel de Solís, que era su nombre originalmente, fue hecha cautiva y entregada a Muley Hacén. La leyenda cuenta que se enamoraron perdidamente y, si bien no podemos saberlo, sí es cierto que se convirtió al Islam y tuvieron dos hijos, que amenazaban la posición de Boabdil en la corte.
Entonces, el reino de Granada sufrió un grave revés: Castilla tomó la ciudad de Alhama, en represalia por el ataque nazarí a Zahara de la Sierra. Esto supuso un gran golpe para el sultán Muley Hacén, como bien refleja el romance anónimo «Paseábase el rey moro/por la ciudad de Granada/Cartas le fueron venidas/ que Alhama era ganada/¡Ay de mi Alhama!». Aprovechando la debilidad del sultán, Boabdil se hace con el trono de Granada con el apoyo de su hermano Yusuf y de la poderosa familia de los Abencerrajes, que buscaban venganza contra Muley Hacén por el asesinato de varios miembros de su clan.
Aunque Mulhey Hacén y su hermano, el Zagal (que significa «el valiente») no consiguieron recuperar Granada desde sus posiciones en Málaga, la guerra contra los cristianos continuaba, y Boabdil fue hecho prisionero por las tropas de los Reyes Católicos. La sultana Aixa, temiendo que su marido recuperase la capital, envió un mensajero al rey Fernando, que se encontraba en Córdoba, para negociar la liberación de su hijo. El rey Fernando accedió con la condición de que Boabdil le apoyara en la guerra contra Muley Hacén, y le entregara una fuerte suma de dinero y a su hijo como rehén.
Boabdil volvió a Granada, pero la guerra contra su padre continuó. Su hermano Yusuf fue asesinado por el padre de ambos tras la toma de Almería, y Mulhey Hacén murió, siendo sustituido en la lucha por su hermano, el Zagal. Con el apoyo de los Reyes Católicos, Boabdil pudo derrotar a su tío.
El pacto firmado estipulaba que, tras unos años de tregua, el sultán entregaría la ciudad de Granada a cambio del gobierno de unos territorios en la zona oriental de su reino, que hasta entonces estaban en manos de el Zagal. Sin embargo, los Reyes Católicos se adelantaron y asediaron directamente la ciudad. Finalmente, el rey nazarí entrega las llaves, firmando un pacto que concedía a los andalusíes el derecho a permanecer en Granada con sus posesiones, religión y cultura, y además entregaba a Boabdil unos terrenos en la Alpujarra.
Al partir, según cuenta la leyenda, el rey volvió los ojos llenos de lágrimas hacia su ciudad, y la inflexible sultana Aixa, que había querido defender Granada con la vida del último de sus habitantes, le afeó su llanto: «Llora como una mujer lo que no supiste defender como un hombre».
Sin embargo, Boabdil no permaneció mucho tiempo en las Alpujarras. Al año siguiente falleció su esposa Morayma, cuya desdichada vida inspiró a poetas y artistas durante el renacimiento. Morayma, que casó con Boabdil a los quince años, fue separada de sus hijos cuando fueron entregados como rehenes en la guerra, y no volvió a verlos hasta después de la toma de Granada.
Tras enterrar a Morayma, Boabdil vendió sus tierras y posesiones a los Reyes Católicos y embarcó junto a su madre Aixa y su familia, cruzando el estrecho de Gibraltar para nunca volver a la Península. Murió en Fez más de treinta años después, en un palacio que hizo construir en estilo andalusí, quizás con añoranza de la perdida Alhambra.