
Desde mediados del siglo XIX hasta mediados del XX, las llamadas «ugly laws» prohibían la entrada de personas «desagradables a la vista» en lugares públicos de todo Estados Unidos
¿Era ilegal ser 'feo'? La historia detrás de una de las leyes más crueles de Estados Unidos
Durante casi un siglo, las personas con discapacidades y enfermedades visibles tenían prohibido el acceso a espacios públicos y podían ser condenadas a 25 días de cárcel
«Ninguna persona enferma, lisiada, mutilada o deformada de tal manera que constituya un objeto desagradable, repugnante, o inadecuada se le permitirá en las vías públicas u otros lugares públicos de esta ciudad, o en ellos o exponerse a la vista del público, bajo pena de no menos de un dólar ni superior a cincuenta dólares por cada infracción», rezaba la «Ley de Fealdad» aprobada en Estados Unidos desde mediados del siglo XIX hasta mediados del XX.
La primera ciudad en tipificar como delito el hecho de ser «desagradable o repugnante» a la «vista pública» fue San Francisco en 1867. «Cuando uno camina por nuestras calles, la mirada se escandaliza ante la frecuente aparición de criaturas mutiladas, cuya audacia solo tiene parangón con lo horrendo de sus deformidades», rezaba una editorial del Weekle Mercury.
Esta ley no tardaría en establecerse en otras ciudades como Reno (Nevada), Portland (Oregón), Chicago (Illinois), Nueva Orleans (Luisiana) y en el estado de Pensilvania, según explica Susan M. Schweik, autora de The Ugly Laws: Disability in Public, donde explica que estas leyes formaban parte de un intento por regular el comportamiento público, así como reforzar las normas sociales, ya que se incluyeron en las restricciones sobre la integración racial, la inmigración y la vagancia.

Portada de The Ugly Laws: Disability in Public, de Susan M. Schweik
Contagiar a las personas sanas
Algunos intentaron justificar estas leyes como una medida de salud pública bajo la creencia de que ver a alguien con una discapacidad podía hacer enfermar literalmente a una persona sana. Tiempo atrás, en 1818, Laurent Clerc —un destacado profesor y pedagogo francés en Estados Unidos que perdió la audición cuando tenía un año de edad— tuvo que luchar contra estas ideas: «La vista de una persona bella no hace que otra lo sea... ¿por qué entonces una persona sorda va a hacer que otras también lo sean?», sentenció.Otros argumentaban que dejar a los discapacitados mendigar dinero facilitaba a los farsantes sacar provecho de estas situaciones. Sin embargo, según hacen entrever algunos escritos de la época, estas leyes parecían estar motivadas por cuestiones de «repugnancia».
El periodista Julius Henry Browne deja patente en sus memorias —La gran metrópolis, un espejo de Nueva York: una historia completa de la vida y la sociedad metropolitana de 1869— que «cuando vas a cenar, a visitar a tu amada o has compuesto en tu mente la última estrofa del nuevo poema que te ha dado tantos problemas, no es agradable enfrentarse a una visión repugnante».
Además de estas medidas, también se prohibió la «mendicidad callejera» por lo que muchas personas perdieron su única vía para ganarse la vida: vendedores ambulantes, mendigos y artistas con algún tipo de discapacidad se vieron obligados a dejar de trabajar porque su presencia «perturbaba el disfrute público de los espacios urbanos», según explica National Geographic.
«Hasta que se termine la limosnería, debería encontrarse algún refugio para estos deformes 'objetos de horror'», recomendaba la editorial Weekle Mercury. En San Francisco, quienes eran detenidos por infringir la Ley de Fealdad tenían que pagar una multa de 25 dólares (unos 460 dólares actuales), 25 días de cárcel o ambas cosas, según indica el medio SFGATE.
Una distinción clasista
Por otro lado, Schweik detalla que las leyes sobre la fealdad no eran solo una restricción abstracta, sino que «las definiciones y las penas por desagradable podían ser diferentes para las mujeres que para los hombres, para los italianos que para los afroamericanos, etc.». En este sentido, según señala Eugenics Archive, tales leyes se convirtieron en una distinción clasista y «proporcionaron una base legal para expulsar de los espacios urbanos públicos» a las personas con discapacidades visibles, especialmente las que pedían comida o dinero.
De esta manera, las leyes de fealdad se utilizaron para controlar simultáneamente la apariencia externa de la sociedad. Parte de las personas que estaban a favor de estas leyes pensaban que si se trasladaba a los discapacitados de la calle a las instituciones, recibirían mejor atención; sin embargo, aquello solo conducía a una mayor marginación al privar a los discapacitados de su derecho a la independencia al aislarlos del resto de la sociedad, tal y como recoge la historiadora Ainsley Hawthorn en su artículo publicado en National Geographic.
Pero no todo el mundo apoyó estas leyes. Según advierte la historiadora, algunos alcaldes empezaron a expedir permisos de venta ambulante específicamente a personas discapacitadas para que pudiesen generar ingresos. Además, los transeúntes solían intervenir cuando la policía intentaba detener a alguien por su «fealdad».
El declive de las leyes de fealdad
El declive de estas leyes contra la fealdad se produjo tras la Gran Guerra: «Con tanta gente discapacitada física o mentalmente que volvía de la guerra, se hizo difícil discriminar a la gente tan abiertamente como antes», indica la investigadora Marina Manoukian. Según el Chicago Tribune, en 1918 dejaron de aprobarse más leyes contra la fealdad. Asimismo, SFGATE destaca que se dejaron de aplicar porque «las leyes que discriminaban a los veteranos de guerra se volvieron políticamente inaceptables».
Pero aquello no significó que no siguieran utilizándose, pero sí con menos frecuencia. El último arresto registrado relacionado con una ley de este tipo fue en 1974 cuando un policía detuvo a un indigente en Omaha, Nebraska. Sin motivo para realizar la detención, el agente citó la Ley de Fealdad y señaló las «marcas y cicatrices en su cuerpo», pero el fiscal no presentó cargos. «¿Cuál es el estándar de fealdad?», preguntó. «¿Significa la ley que cada vez que los hijos 'raros' de mi vecino me piden algo debo hacer que los detengan?».