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Alfonso XIII de visita en París en 1913, un año antes del inicio de la Primera Guerra Mundial. Sentado a su lado el presidente de la Tercera República francesa Raymond Poincaré

Alfonso XIII de visita en París en 1913, un año antes del inicio de la Primera Guerra Mundial. Sentado a su lado el presidente de la Tercera República francesa Raymond PoincaréWikimedia Commons

¿Por qué España se mantuvo neutral en las Guerras Mundiales?

España se mantuvo neutral tanto entre 1914-1918 como en el periodo 1939-1945, pese a las enormes presiones y tentaciones. ¿A qué se debió esta situación?

La historia del siglo XX estuvo marcada por las dos Guerras Mundiales que implicaron de una forma u otra a casi todos los países del globo y siguen siendo todavía parte fundamental de su imaginario colectivo y nacional. Pensemos en los fastos por el centenario de la Primera Guerra Mundial que se celebraron hace una década, los fastos, el año pasado, por el 80 aniversario del Desembarco de Normandía o la importancia ritual del Día de la Victoria con el que Putin celebra anualmente la derrota de Hitler a manos de la URSS.

Pero para los españoles las Guerras Mundiales son algo en gran medida ajeno, ya que nuestro país se mantuvo al margen de ambas. España se mantuvo neutral tanto entre 1914-1918 como en el periodo 1939-1945, pese a las enormes presiones y tentaciones. ¿A qué se debió esta situación?

La principal razón fue la consciencia de debilidad. España había sido durante gran parte de su historia una gran potencia con pretensiones hegemónicas en Europa y el mayor imperio del mundo extendido por cuatro continentes. El precio a pagar por la grandeza fue la implicación en constantes guerras durante los siglos XVI, XVII y XVIII para defender sus intereses frente a numerosos competidores.

Desde muy pronto, fueron varias las voces que reclamaron una política de mayor neutralidad ante los conflictos exteriores. El coste de las guerras era enorme, especialmente para un país demográficamente débil y con una economía cuyo gasto militar la situaba perpetuamente al borde de la bancarrota.

Durante el reinado de Felipe III (1598-1621), cuando el Imperio español estaba todavía en el zénit de su poderío, se intentó buscar una política pacificadora, firmando acuerdos con Francia, Inglaterra y las Provincias Unidas en la política que Sir John Elliot denominó la Pax Hispanica. Más de un siglo después, ya bajo la dinastía Borbón, el reinado de Fernando VI (1746-1759) se caracterizó también por un afán pacifista en el que España promulgó la llamada «neutralidad armada», vigilando su imperio per evitando verse arrastrado a las guerras entre Potencias europeas.

Pero lo cierto es que durante tres siglos las necesidades del imperio inclinaron más la balanza hacia a guerra que hacia la paz. España participó en todas las grandes guerras europeas, como la Guerra de los Treinta Años, la Guerra de Sucesión Española, la Guerra de los Siete Años o las Guerras Napoleónicas.

El cambio se debió al colapso del imperio y la decadencia que llegó en el siglo XIX. Los españoles decimonónicos, conscientes de la enorme debilidad del país, entendieron que debían evitarse nuevas guerras externas. Por desgracia, a este repliegue interno ayudó la inestabilidad del país, que no pudo librarse de caer en varias guerras civiles. El Desastre del 98 vino a cerciorar que España no estaba en situación de librar ningún conflicto.

Eduardo Dato fotografiado junto a otros miembros del Partido Conservador, en 1913

Eduardo Dato fotografiado junto a otros miembros del Partido Conservador, en 1913

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial en 1914, el primer ministro era el conservador Eduardo Dato, que no tardó en declarar oficialmente la neutralidad española. Como señala Araceli Mangas, era ésta una decisión de realismo político, pues no solo España carecía de recursos para la guerra, sino que enfrentaba ya un difícil conflicto en Marruecos y una gran tensión social interna. Dato escribió al rey Alfonso XIII: «Con solo intentarla [la guerra] arruinaríamos a la nación, encenderíamos la guerra civil y pondríamos en evidencia nuestra falta de recursos y de fuerzas para toda la campaña. Si la de Marruecos está representando un gran esfuerzo y no logra llegar al alma del pueblo, ¿cómo íbamos a emprender otra de mayores riesgos y de gastos iniciales para nosotros fabulosos?».

La posición internacional de España en 1914 era más proclive a Gran Bretaña y Francia, y gran parte de la intelectualidad y la izquierda querían entrar en guerra de parte de los Aliados. Los sectores más conservadores, en cambio, se mostraron germanófilos y abogaron por la neutralidad pues sabían que de entrar en la guerra, España lo haría probablemente del lado aliado.

Las tornas se invirtieron al estallar la Segunda Guerra Mundial. Recién acaba la Guerra Civil Española, Franco estaba al frente de un país incluso más devastado y empobrecido que el que tenía Dato. Sin embargo, la ayuda prestada por las Potencias del Eje a los nacionales hacía razonable que España se uniese a Hitler y Mussolini. Así lo querían los sectores más germanófilos, encabezados por la Falange. En cambio, los sectores monárquicos más proclives a Gran Bretaña (financiados por Londres) presionaron para que España se mantuviese neutral.

Finalmente, Franco, como su paisano Dato, optó por la prudencia realista y rechazó las presiones del Eje para unirse al conflicto. Ambos gallegos habían entendido, en 1940, como en 1914, que frente a preferencias ideológicas o ambiciones de grandeza, la neutralidad era la única política internacional viable para España.

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