
La gesta de la Guardia Civil y el Maquis: estrategias y violencia (Parte III)
Grandes gestas de la Historia
La gesta de la Guardia Civil y el Maquis: estrategias y violencia (Parte III)
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En el artículo anterior, narrábamos cómo 1948 marcaría un antes y un después en la guerrilla antifranquista. Y es que la URSS de Stalin decidía abandonar al maquis español y paralizaba la ayuda ante la convicción de que no podría acabar con el régimen de Franco. Y no solo eso, es que en pocos años el llamado Caudillo sería aceptado internacionalmente valorando durante décadas el ser un freno al comunismo.

Grandes gestas de la historia
La gesta de la Guardia Civil en la lucha contra el maquis: el origen (Parte I)
Lo cierto es que desde el punto de vista geopolítico a Stalin España ya no le interesaba. Ya habían caído bajo su tiranía Polonia, Rumanía, Hungría, Checoslovaquia… repúblicas en las que la proximidad con la URSS había permitido a los comunistas entrar en gobiernos de coalición. Y después, una serie de golpes de Estado, catapultarían la dictadura absoluta soviética sobre el Este de Europa.

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La gesta de la Guardia Civil en su lucha contra el Maquis: el desarrollo (Parte II)
Con este abandono, el maquis entrará en una tercera fase que aunque culminará con su derrota en 1952, aún vivirá años muy virulentos.
El aumento de la violencia
Constatar que no se produciría la tan esperada intervención de las potencias aliadas fue desmoralizante. Algunos según Rubén Burén nieto de guerrillero «Tuvieron un final muy triste, la mayoría carecían de preparación intelectual y les costaba entender que Europa consideraba más peligroso el comunismo que el fascismo de Franco».Muchas partidas se deshicieron, sus miembros huyeron, y otros se plantearon el entregarse. Pero para impedir una defección en masa los jefes del Partido Comunista de España Santiago Carrillo y Dolores Ibárruri –acomodados en un cómodo exilio–, ocultaron la decisión de Stalin. Siguieron azuzándolos con llamamientos al combate contra el régimen y a utilizar «el terror» con delitos de sangre con lo que en caso de arrepentimiento tenían mucho más difícil la reinserción.

Hasta 1951, tres años después de la orden del Buró Político no comunicaron oficialmente el abandono soviético y muy pocas guerrillas fueron extraídas a Francia. Secundino Serrano, afirma que aún así la influencia de la URRS era tan sustantiva que nada mejor para resumirla que la frase favorita de los comunistas de la época: «Cuando Stalin lo ha hecho, sus razones tendrá».
Se les ordenó disolverse y reconvertirse en una fuerza político-militar que penetrase en nuevos escenarios como instituciones, asociaciones, minas y fábricas mediante la acción sindical, lo que Raymond Carr denominaba 'entrismo'.
Y pese a la gran censura ideológica y la represión franquista, lo cierto es que desde mediados de los 50 ya estaban posicionados en la Universidad. Incluso en los 60 sus tentáculos alcanzaron a la propia iglesia católica y las ideas marxistas se irían inoculando en los seminarios españoles y en grupos como Acción Católica.

De insurgentes políticos a bandoleros
Por otro lado, la eficacia de las estrategias de la guardia civil animaba a las deserciones, y solo quedaron en los montes pequeños grupos autónomos que, aunque seguían consignas comunistas, poco o nada podían hacer para revertir la dictadura e hicieron del delito puro y duro su modo de supervivencia.
La actividad del maquis por tanto fue mutando de guerrillera antifranquista de la primera etapa, cuando tenían esperanzas de derrocar al régimen, a bandas delictivas. Robos, secuestros y asesinatos sembraban el terror en una inocente población civil, ya que sus principales víctimas no eran precisamente autoridades, ni miembros del orden, sino sobre todo comerciantes y campesinos del mundo rural, y algunos de sus delitos, sobre todo los secuestros, iban aderezados por una crueldad extrema. Aún así la historiografía actual y cierta mitificación ha hecho un totum revolutum y se homenajea por igual a todos, tanto a los guerrilleros antifranquistas a los que les movía la lucha política, como a los que fueron viles delincuentes.

Maquis de Aragón
Infiltrados y contrapartidas
En artículos anteriores habíamos abordado el origen y desarrollo de las bandas armadas que poblaron los montes de la zona sublevada en la guerra y en las primeras décadas de la dictadura. Se analizó la eficacia de Camilo Alonso Vega, el hombre de hierro, director de una Guardia Civil que soportó el peso casi exclusivo de la lucha. Un esfuerzo titánico diario, que no solo fue exitoso a pie de terreno con batidas continuas noche y día, sino en la intensa labor detectivesca de cotejar datos, relacionar informes, «atando cabos» con prisa y sin pausa. Eso sí, seguían directrices de un cuerpo de élite, donde lo que se valoraba era la meritocracia.

Federación de guerrillas León-Galicia
Entre sus tácticas contra la insurgencia y el bandolerismo, el uso de infiltrados fue el mejor instrumento para lograr atraer a elementos civiles, cruciales en la labor policial. Consiguieron colocar a infiltrados reclutados entre amigos, familiares y colaboradores para obtener información fidedigna. Por ejemplo, en Granada nada menos que a tres en la propia cúpula. Pero la medida estrella fue la formación de las contrapartidas que eran grupos de guardias civiles móviles que batían las montañas tras las partidas guerrilleras. Las primeras zonas de actuación fueron el Bierzo leonés y Valdeorras en Orense, donde tenían hasta un enclave denominado «La ciudad de la selva». Luego se extenderían a las demás zonas del estado.
Estaban compuestas por siete guardiaciviles que vivían en las sierras, se vestían y actuaban como guerrilleros y dependían solo del mando de las Comandancias, sin que sus compañeros de la zona supieran de su existencia. Las contrapartidas solían ir acompañadas de dos o tres desertores del maquis que aportaban una información valiosa. Eran misiones especialmente peligrosas para los guardiaciviles que en esos tiempos no cobraban precisamente un gran plus de peligrosidad.
Su misión era descubrir enlaces, encubridores, confidentes y las organizaciones comunistas que les apoyaban. Atacaban las partidas mediante emboscadas y ataques nocturnos por sorpresa en puntos de paso o en sus refugios.

Contrapartidas
Testimonios sobre las contrapartidas
Gabriel Ferreras, sargento de la guardia civil en los años 40 en León, así lo definía: «Seis o siete hombres, guardias al mando de un sargento, en traje de paisano y de monte, armados con subfusiles, pistolas y granadas de mano, nos lanzábamos al monte, a hacer la misma vida de los bandoleros buscando el encuentro directo con ellos». «Íbamos provistos de conservas para la alimentación; dormíamos a la intemperie, hacíamos apostaderos en las encrucijadas de caminos, pasos obligados, entradas de los pueblos que ellos frecuentaban, … La vida era dura y penosa,.. Solíamos estar en el monte ocho o diez días, al cabo de los cuales, regresábamos o salían a buscarnos. Llegábamos sucios, con barbas de ocho días, en condiciones lastimosísimas. Se descansaban tres o cuatro días y nuevamente al monte a otra zona distinta».
Frente a ello el testimonio del escritor antifranquista Nicanor Rozada afirma sobre los miembros de las contrapartidas : «Eran un poco ingenuos, vestían como los hombres del monte, se presentaban como guerrilleros, pero se reconocían porque había una cosa muy difícil de imitar, el olor, al hombre del monte le caracteriza un olor exactamente igual que si fuese un oso o un lobo, en la montaña se te impregna ese olor, a sudor, a fuego, a campo…» Sentimos matizar este testimonio, porque si era así, los ingenuos fueron los maquis, pues por mucho que se les notase el olor las contrapartidas, tuvieron un éxito arrebatador.

Campañas psicológicas
La Guardia Civil también usaría campañas psicológicas con lanzamiento de octavillas con textos como este «A los españoles de buena fe que, engañados por un grupo de criminales, abandonasteis a vuestras familias y andáis desconcertados por los montes». «¿Aún no os habéis convencido de que estáis abandonados a vuestra propia suerte?». Así les conminaban a entregarse.
Los enlaces y las mujeres
Resulta muy atractivo el microcosmos formado por maquis, gente del pueblo y los miembros de la Guardia Civil. Gran parte de la historiografía afirma que existió un gran apoyo popular por solidaridad política y apenas abordan la posibilidad de que la mayoría lo hiciesen por puro pánico a las represalias. Lo cierto es que la actividad del maquis hubiera sido totalmente imposible sin una colaboración popular estimada en casi 20.000 efectivos.

Las redes de ayuda la formaban individuos con los que les unían lazos familiares o emocionales. Hombres y mujeres, niños y ancianos que se arriesgaban para proporcionarles alimento, cobijo y aliento, desempeñar funciones de correo y ser sus informantes. Les hacían la compra (se conservan listas manuscritas) compartían sus cosechas y medicinas y habilitaban casas en el monte para que pudieran pasar la noche. Se ha documentado que establecieron códigos de comunicación y estafetas de intercambio.
El periodista José Luis Gurriarán en su libro As mulleres do monte, subraya el papel de las mujeres que aunque solo algunas fueran autorizadas a unirse como guerrilleras, pasaban parte de los mensajes secretos de los fuxidos o escapados, y obtenían información sobre las operaciones antiguerrilla de la Guarda Civil. Benito Díaz y Fernández Ollero, en su libro Mujeres y Hombres en la resistencia antifranquista, afirman que solo hubo 100 mujeres guerrilleras y la gran mayoría se concentraron en la sierra extremeña, Ciudad Real y Toledo. Curiosamente una de las maquis más violentas fue la hermafrodita Teresa-Florencio autora de 29 asesinatos, incluidos los de siete alcaldes.

Libro 'As mulleres do monte' de José Antonio Gurriarán
Pero está probado que más allá de lo que obtenían voluntariamente de estas redes, robaban a campesinos, artesanos y tenderos donde estaban establecidos o por donde pasaban. Caseríos, masías, torres, cortijos, dehesas y casas aisladas fueron sus blancos preferentes. Arrieros y trajinantes, fueron obligados a permitir el uso de sus rutas como correos y a aprovisionarlos de comida, tabaco, prendas de vestir... Las víctimas de la extorsión si se resistían, eran asesinadas por lo que entregaban lo requerido.
La ley de Fugas. «¡Dar el Alto!»
Hoy son muy cuestionadas dos leyes en la represión franquista del maquis. La ley de fugas y el Decreto-Ley sobre represión del bandidaje y terrorismo de 1947. La ley de Fugas permitía disparar a cualquier hombre que siendo sorprendido quebrantando la ley y conminado a entregarse; rehusaba rendirse, o intentaba escapar. También se aplicaba a prisioneros que huían. Se ha escrito que eran ejecuciones en las que se simulaba la huida para justificar el disparo a matar.

Lo que no suele contarse es que en absoluto era una ley franquista. Durante el siglo XIX, Julián Zugasti, gobernador civil de Córdoba, en 1870 sería el primero en aplicarla para frenar el alarmante crecimiento del bandolerismo , ya que era la provincia con más delitos de España. La Ley de Fugas se siguió aplicando y su auge sería en la Barcelona de los años 1920-21 siendo gobernador civil el general ferrolano Martínez Anido. La utilizó para combatir el terrorismo anarcosindicalista de la CNT en la orgía de violencia que se había convertido la lucha de clases en la ciudad. Aunque no desaparecieron, los atentados disminuyeron notablemente. La ley fue amparada por el presidente Dato y los políticos de entonces incluyendo a los nacionalistas catalanes. Un terrorismo de Estado que venía a contrarrestar el terrorismo político, algo que no debe extrañar ya que se vio en Europa y en la propia España en época democrática.
Pero es que lo que tampoco se recuerda es que la propia II República también utilizaba la Ley de Fugas como cuenta Martínez Mejías en el estudio de Bujalance.

Caracremada
El Decreto del 47
El Decreto-Ley de Bandidaje y Terrorismo fue diseñado ex profeso. Tenía la particularidad de definir estos delitos de forma muy ambigua, pero con toda intención. Las penas establecidas, abarcaban desde la muerte a la reclusión menor o el perdón y podían aplicarse de forma flexible y más conveniente.
Así, por ejemplo, hubo decenas de ejecuciones en casos probados de delitos de sangre dando mensajes ejemplarizantes a la guerrilla si persistían en la lucha. Pero esto contrastaba con el trato benevolente reservado a los desertores que abandonaban la lucha, y a los cooperantes que al comprobar la veracidad de los ofrecimientos, fueron acogiéndose a los beneficios.
La bibliografía actual insiste en la dureza de las penas pero suele obviarse que gran parte de las condenas a muerte fueron conmutadas por cadenas perpetuas y luego rebajadas a 30 años, de las que cumplían menos de la tercera parte y muchos acabaron hasta trabajando en organismos estatales. Algunos incluso perdonados, volvieron al monte como medio de vida. Como el famoso Juanín de Cantabria del que tanto se parangona su lucha, fue condenado a muerte, se le conmutó la pena por doce años de prisión y en 1943 estaba liberado. Es decir cumplió menos de tres años o al guerrillero apodado «El Valenciano» que se le condenó a muerte, reducida a 30 años y cumplió nueve. Y no fueron precisamente casos puntuales.

Lápida de Juan Fernández Ayala 'Juanín'
También se ha escrito que la colaboración civil estaba muy castigada, pero la realidad está en los datos de los Consejos de guerra. Miles de ejemplos como el de Lida González, pese a ser cómplice del cruel Girón que -entre muchos otros- disparó y apuñaló en el corazón a Cesar Álvarez, discípulo de Ramón y Cajal, solo cumplió un año de cárcel, o a La Pepa, colaboradora de Gomar, El Valenciano, solo año y medio. Los cuatro de Rute y los siete de Carcabuey que fueron sentenciados uno a dos años y el resto a apenas meses. O la mujer, hermana e hijo de Pancho, el gallego, que admitiendo haberle refugiado en un escondite de la vivienda, sus condenas fueron de un año, de seis meses de prisión menor y el hijo fue absuelto.
La violencia de estos años iría disminuyendo exponencialmente, pero afectó a un friso humano que dejó un gran rastro de sangre. Los maquis, guerrilleros o bandoleros fueron responsables de mil quinientos muertos, de los que casi mil no fueron ni autoridades, ni fuerzas del orden. Inocentes asesinados, que dejaron centenas de padres y madres sin hijos, viudas y huérfanos que nunca tuvieron ningún tipo de reconocimiento. Fueron silenciados por el propio franquismo en aras del mantenimiento de la paz y olvidados en la historia actual.

Monumento a la libertad y a la democracia
En el próximo capítulo hablaremos de ellos y de los sangrientos atentados de los que fueron víctimas y de los últimos que poblaron nuestros montes.
Pero sobre todo, hablaremos de la gesta de los valientes guardiaciviles que lucharon por la seguridad de la población, y, como sello indeleble del Cuerpo desde su fundación, en ningún caso por motivaciones ideológicas. Y cómo con sus tricornios de charol y sus capotes al viento siguieron jugándose la vida para al fin restablecer el orden en aquellos parajes españoles de exultante belleza.