
Soldados soviéticos avanzan durante la batalla de Kursk en julio de 1943
Cuando El Debate alertó de una Segunda Guerra Mundial en 1936: «En todo el mundo se advierte un pavor bélico»
Ante esta guerra que se percibía inminente o, en su defecto, altamente probable, El Debate realizaba «un bosquejo sintético de los riesgos más probables que amenazan destruir el precario equilibrio europeo»
En un suplemento extraordinario de El Debate, fechado el 19 de abril de 1936, esta cabecera alertaba de un posible conflicto bélico a nivel mundial. En aquel entonces, Europa no sólo estaba viviendo «momentos de gran incomodidad», sino que en «numerosos puntos» del mundo «las chispas» podían explotar en cualquier momento, como ocurría con el acuerdo franco-ruso, el cual entrañaba «un serio riesgo»; o con «la tirantez ruso-japonesa», así como con «los problemas coloniales, los nacionalismos y los separatismos», que estaban siendo pólvora de «una próxima guerra», según advertía el periódico.
Este «pavor bélico», que advertía El Debate en el titular, era consecuencia también del «fracaso general» de los tratados de paz y otros «métodos para alejar o aminorar el riesgo de tener que dirimir por las armas los conflictos o diferencias que a diario se presentan entre unos y otros hombres, entra unas y otras naciones».
Por ello, ante esta guerra inminente o, en su defecto, altamente probable, tal y como recogía el periódico, El Debate plantea «un bosquejo sintético de los riesgos más probables que amenazan destruir el precario equilibrio europeo, siguiendo un criterio geográfico y señalado gráficamente, en un mapa general de situación de las llamas o brasas que pueden prender pavosos incendios en el continente asioeuropeo» y que reproducimos a continuación:

«Europa vive momentos de gran incomodidad. Numerosos puntos en los cuales puede surgir el chispazo», advertía esta cabecera
«La política imperial británica»
En primer lugar, Alfredo Kindelan —el periodista que firma este artículo— analizaba la política imperial británica, la cual, a lo largo de la historia se había sentido amenazada por «cualquier nación que ha intentado poseer una flota», así como de aquellas que pusiesen en peligro «las rutas imperiales». En este sentido, su política exterior ha procurado «debilitar siempre, por todos los medios, al país que veía en camino de conseguir la hegemonía del continente», incluso aliándose con los países contrarios del país dominante, explicaba.Y «así procedió con España después de Trafalgar, con Francia en el Congreso de Viena y con Alemania desde el Tratado», puntualizó. Sin embargo, «por lógica y consecuente que sea la política exterior británica, no deja de ser muy peligrosa para la paz de Europa», sentenciaba. Por ello, «un conflicto entre países continentales, el crecimiento exagerado de un Ejército, de una Marina o de una flota aérea constituyen otros tantos riesgos de guerra».
Por otra parte, Kindelan consideraba que «lo que agiganta el riesgo que comentamos es la inmensidad del Imperio. [...] Inglaterra sigue invariable con su inmenso territorio, en el que se hallan diseminados multitud de centros neurálgicos vulnerables, peligrosos para la paz del mundo».
«Alianza peligrosa»
A continuación, Kindelan indicaba que, en aquellas fechas, Hitler intentaba convencer a Francia «de las ventajas de una aproximación entre los dos países, abandonando los franceses a sus actuales aliados eslavos». En 1935 Francia y Rusia habían firmado el «Tratado franco-soviético de asistencia mutua» con el objetivo de envolver a la Alemania nazi y reducir así la amenaza que ésta representaba en el continente europeo.

Pierre Laval, Ministro de Relaciones Exteriores de Francia, a su regreso de Moscú en 1935
Ante esta alianza, Kindelan observaba que Francia optaba por la «terrible y delicada alianza con los soviets» para «oponerse a la hegemonía alemana en Europa», pues sin este tratado franco-ruso, Alemania «lograría organizar y dirigir la 'Mitteleuropea' [Europa Central]: Austria, Hungría, Checoslovaquia, Albania y Yugoeslavia caerían bajo su tutela, y Polonia tendría que inclinarse hacia su lado».
Por otra parte, «los soviets, enemigos rencorosos y encarnizados del Reich», consideraban a la Alemania nazi «su adversario más temible a la par que el más firme reducto contra la expansión de las doctrinas comunistas hacia occidente».
El periodista de El Debate concluía este apartado expresando que «Por ello, ni los rusos ni los franceses han de desistir fácilmente de una alianza que tanto Berlín como Varsovia miran con el mayor recelo —justificadamente— pues contra ellos va dirigida. Cualesquiera que sean los pretextos diplomáticos con que se trate de encubrir los fines verdaderos del acuerdo, cuya subsistencia representa —a la corta o a la larga— la seguridad de una guerra europea. Téngase en cuenta la posibilidad de un acercamiento entre Alemania e Italia».
«El peligro ruso»
Para el articulista, un segundo conflicto entre Rusia y Japón tras 1904 era un «acontecimiento casi inevitable en un futuro próximo», pero «prever sus resultados sería entrar en el campo vedado de la profecía y el augurio, sin garantías de acierto», aclaraba Kindelan.
No obstante, consideraba que «la gran flota aérea soviética es una fuerza que puede compensar la innegable superioridad del Ejército japonés; pero sea cualquiera el vencedor las consecuencias para el equilibrio europeo serán de consideración». En caso de que perdiese Rusia contra Japón, «el comunismo sufriría un rudo golpe», mientras que, si vencía, aunque quedaría muy debilitada y «no podría contar como potencia europea», el «comunismo adquiriría virulencia y fuerza expansiva».
En este supuesto, «los países más amenazados por la propaganda comunista en occidente, sin contar los territorios argelino y marroquíes del norte de África, son Francia y España, teniendo el Komitern la aspiración de que sea nuestro país el segundo en que se implante en Europa el régimen soviético», observaba el articulista de El Debate. Para terminar, subrayaba que «de todos modos, la propaganda soviética envuelve considerables riesgos de conflictos en Europa».
«Repercusiones europeas de incidentes asiáticos y africanos»
Además del posible choque entre Rusia y Japón, «el chispazo puede prender, pues, fácilmente en esta tierra remota [Asia], y repercutir inmediatamente en nuestro continente», examinaba Kindelan. Así, menciona la crisis de Abisinia entre Italia y el Imperio de Etiopía: «Durante la discusión del tratado de paz que ha de poner fin a la contienda en Abisinia, se ha de pasar por unos momentos muy delicados, preñados de riesgos bélicos», apuntaba.
Por otro lado, también mencionaba otros tres conflictos que podían alterar el orden en Europa: «La hábil e intensa propaganda soviética con la exaltación de los nacionalismos y de la xenofobia en Marruecos —francés y español—, Argelia y Túnez. La opresión de mayorías indígenas y extranjeras por minorías nacionales halógenas en alguno de los citados territorios y la subversión contra el yugo británico en Egipto, en el Irak y en Mesopotamia».

El Debate alerta de una Segunda Guerra Mundial en 1936
«Los problemas coloniales»
El periodista de El Debate ponía sobre la mesa la «cuestión de nueva repartición de colonias» que Italia había iniciado con su intento de «invadir Abisinia» y por «Alemania al proclamar en discursos y notas sus reivindicaciones relativas a mandatos y otras formas de dominio sobre sus antiguas colonias, de extensión territorial séptuplo de la del Reich».
«Nacionalismos y separatismos»
Para Kindelan «la exacerbación de pasiones nacionalistas» y los separatismos «con base étnica en muchos países, ficticias y puramente superficiales» representaban «un serio motivo de preocupación». Y no solo en países como el nuestro, «que no han terminado aún el ciclo histórico de su unificación nacional», analizaba, sino en otros «tan sólidamente formados y unificados como Francia, en donde no es sólo en los países anexionados donde existe una opinión separatista, sino en la vieja Bretaña, en la que retoñan antiguas aspiraciones autonomistas que parecían olvidadas», concluía.