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Macron, presidente de Francia, en una imagen reciente

Macron, presidente de Francia, en una imagen recienteEFE

Alianza militar

Aukus: Una bofetada a China en la cara de Francia

Sin embargo, el punto débil del acuerdo AUKUS es su falta de medidas económicas

El 16 de septiembre de 2021, el alto representante de la Unión Europea (UE), Josep Borrell, presentaba la estrategia de la Unión Europea para la cooperación en el Indo-Pacífico, anunciando un mayor compromiso con sus aliados del área para recobrar la estabilidad regional. Ese mismo día, los primeros ministros de Australia, Scott Morrison, y de Gran Bretaña, Boris Johnson, y el presidente estadounidense, Joe Biden, anunciaron la constitución del pacto de defensa AUKUS, también para el Índico y el Pacífico. El nombre responde al acrónimo en inglés de las iniciales de cada uno de los tres países angloparlantes. Borrell reconoció después que los europeos no habían sido informados de la nueva alianza militar anglosajona.

El acuerdo, promovido por Washington, tiene un antagonista claro, China, su objetivo principal es hacer frente a la vitalidad de Pekín en el Índico y el Pacífico; pero también tiene una víctima colateral, Francia.

Como consecuencia del pacto AUKUS, se construirán submarinos nucleares en Adelaida, Australia, utilizando esa tecnología estadounidense y se cancela el contrato con Francia, el más sustancioso encargado a una industria militar europea. Canberra recibirá la tecnología necesaria para desarrollar naves de propulsión atómica, por lo que rompió el acuerdo con París para construirlos de propulsión diésel y eléctrica. 

Macron, en una imagen reciente

Macron, en una imagen recienteEFE

El país galo se queda sin el jugoso contrato militar para proveer doce de esos sumergibles de más de 4.000 toneladas al gobierno australiano. También, y no es lo menos importante, queda fuera de la alianza estratégica que supone AUKUS a pesar de que Francia es miembro del Consejo de Seguridad de la ONU y tiene colonias en esa región oriental: Nueva Caledonia y la Polinesia francesa, con un millón de habitantes. Su exclusión ofende a París tanto por el contrato roto como por quedar excluida de la nueva alianza minilateral. 

El presidente francés, Emmanuel Macrón, alegó, a finales de septiembre, que «Francia es una potencia del Indopacífico». Tras el incidente, el jefe del Estado francés acordó vaporosamente con el primer ministro de India, Narendra Modi, «actuar juntos en un área del Indopacífico abierta e inclusiva». Las intenciones no preñan. De hecho, India forma parte de otro acuerdo minilateral militar en la zona, el Diálogo de Seguridad Cuadrilateral conocido como Quad, constituido por Estados Unidos, Australia, Japón y la propia India con el que tendrá que coordinarse AUKUS.

Australia se justifica

El primer ministro australiano, Scott Morrison, explicó la ruptura del contrato con Francia: «El interés nacional de Australia es lo primero, debe ser lo primero y fue lo primero, y los intereses de Australia están mejor servidos por la asociación trilateral que he podido formar con el presidente Biden y el primer ministro Johnson». Terminó descalificando al submarino francés: «Teníamos preocupaciones profundas y graves de que la capacidad que nos daba el submarino clase Attack no iba a satisfacer nuestros intereses estratégicos», afirmó Morrison. El jefe del Gobierno australiano aseguró haber comunicado estas inquietudes al presidente Macron en junio: «No eran los submarinos que necesitábamos».

Los sumergibles australianos operan en adversas y diversas condiciones oceanográficas, desde el gélido Océano Austral hasta los trópicos de los mares de Coral. Navegan enormes distancias dado que algunos de los intereses estratégicos de Australia pasan por el Golfo Pérsico y el Pacífico Norte. Los submarinos son un elemento disuasorio en la defensa de Australia, recopilan inteligencia interceptando comunicaciones de otras naciones —una forma elegante de llamar al espionaje electrónico— y ayudan al despliegue y recuperación de operativos de fuerzas especiales.

AUKUS supone que Estados Unidos compartirá su tecnología nuclear con Australia, como hizo con Reino Unido en 1958. Los tres socios se han dado un plazo de 18 meses para concretar el desarrollo de ocho submarinos atómicos. Esto implica compartir conocimientos nucleares avanzados con Australia, que dispone de enormes cantidades de uranio y es el tercer productor mundial, aunque sólo opera el reactor científico OPAL, desde 2006. A cambio de esta significativa transferencia técnica a las autoridades australianas, la Casa Blanca confía en que Canberra incremente su implicación en los esfuerzos militares para disuadir y contener a China y participar activamente en un hipotético conflicto militar con la gran potencia asiática.

La rabieta de Francia

París sostiene que el acuerdo AUKUS se negoció en secreto y que el presidente francés lo desconocía hasta una hora antes de anunciarse el pasado mes de septiembre. El ministro galo de Exteriores, Jean-Yves Le Drian, lo tildó de «puñalada por la espalda» a Francia. En tono ácido, añadió: «Joe Biden se ha comportado como Donald Trump, pero sin los tuits».

Francia llamó a consultas a sus embajadores en Washington y Canberra mientras las declaraciones de los políticos franceses subían de tono acusando de «doblez, desprecio y mentira». A la pregunta de por qué no había retirado también al embajador en Londres, Le Drian contesto: «ya se conoce el oportunismo permanente [de los británicos], que no son más que comparsas en este acuerdo». 

No ha sido el único en criticar duramente la nueva alianza anglosajona. El embajador francés en Australia, Jean-Pierre Thebault, afirmó que Francia se sintió «engañada» y que «a lo mejor no somos amigos». El ministro galo de Economía, Bruno Le Maire, fue más concreto: «Lo ocurrido en Afganistán y el asunto de los submarinos muestran que ya no podemos contar con Estados Unidos para garantizar nuestra protección».

Le Drian dudó de que el acuerdo tenga que ver con la amenaza china, porque los submarinos estadounidenses no serán entregados a Australia antes del año 2040, diez años más tarde que la fecha inicial prevista de los franceses, demoras aparte. También negó el apoyo de París a la actitud hostil de Washington con China. Terminó prediciendo que este asunto tendrá repercusiones en la nueva estrategia de la Alianza que será establecida en la cumbre, a celebrar en la primavera de 2022, convocada en Madrid, con motivo del 40 aniversario de la entrada de España en esa organización, donde se desarrollará el documento «OTAN 2030. Una agenda transatlántica para el futuro».

El secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, que en breve finaliza en el cargo, ha reivindicado el papel de esa organización para superar la crisis generada por el pacto militar AUKUS, al recalcar que los aliados comparten «el marco general» de la estrategia en el Indo-Pacífico: «No estoy sorprendido con el enfado de Francia. Pero al mismo tiempo sabemos que los aliados están de acuerdo en el marco general, en el mensaje principal». El propio Macron reconoció que Estados Unidos son «aliados históricos y lo seguirán siendo».

La Unión Europea se alinea con París

La Unión Europea tampoco ha visto con buenos ojos un acuerdo que daña los intereses franceses, afecta a la Alianza Atlántica y fortalece a Londres tras el Brexit.

Algunos analistas europeos manifiestan que la nueva alianza margina a la UE como actor principal en esta región asiática en un momento de desafíos sin precedentes en el Indo-Pacífico. Europa queda fuera del acuerdo y sus intereses en esa región se tambalean. También vuelve a oírse hablar de la Agencia Europa de la Defensa, abortada en su momento por la OTAN.

Los líderes de la UE tratarán esta cuestión en la cumbre prevista para el próximo 6 de octubre en Eslovenia, pero ya han expresado su apoyo a París. Este incidente puede dificultar el diálogo entre el ministro australiano de Comercio, Dan Tehan, y su homólogo francés, Franck Riester, dado que Australia aspira a conseguir un tratado de libre comercio con la Unión Europea.

Este mes de octubre tendrán lugar la citada cumbre de la UE y otra del G20 que pueden limar asperezas o resucitar la Agencia Europa de la Defensa. En esa línea, el presidente Macron precisó que la defensa europea no es «una alternativa» ni «una sustitución» sino «asumir este pilar europeo en el marco de la OTAN».

La postura británica

Londres defendió el pacto AUKUS contra los ataques de Francia y China. La ministra de Exteriores británica, Liz Truss, argumentó la defensa de los intereses nacionales: «Se trata de algo más que de política exterior en abstracto, sino de (...) asociarse con países de ideas afines para construir coaliciones basadas en valores e intereses compartidos». Londres apuesta con fuerza en la relación especial con Estados Unidos y los países de la Commonwealth tras el Brexit.

El contencioso con el resto de Europa debilita las posibilidades de la expremier británica Theresa May, cuyo nombre suena para nueva secretaria general de la OTAN. Con la crisis elevan sus posibilidades de ocupar ese cargo la italiana Federica Mogherini, la alemana Annegret Kramp-Karrenbauer, la lituana Dalia Grybauskaite y la estonia Kersti Kaljulai.

Reacción de China

China acusa a esta alianza de resucitar la Guerra Fría e incentivar la proliferación nuclear al adquirir Australia uranio enriquecido con el consiguiente riesgo de seguridad nuclear. Corea del Norte la ha calificado como «extremadamente indeseable y peligrosa» y dice que tomará «contramedidas». 

Pero lo que preocupa a Pekín no sería tanto el despliegue militar que implica AUKUS sino la mayor dificultad para sumar socios en la región. Es el caso de Singapur, que ha dado la bienvenida a la alianza tripartita. Erik Goldstein, que fue Investigador Principal del Secretario de la Marina en la Escuela de Guerra Naval, destaca que China «es posible que pueda sumar aliados más pequeños a través de apoyo financiero, pero ningún estado regional se siente cómodo con la actual política exterior asertiva de China». 

Sin embargo, el punto débil del acuerdo AUKUS es su falta de medidas económicas, especialmente cuando China ostenta la hegemonía comercial y sus vecinos dependen de ella. Esa influencia de Pekín crece tras su solicitud de incorporación al Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico, del que forma parte Australia y que abandonó EEUU en 2017.

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