El importante factor religioso del conflicto de Ucrania y Rusia que causó un cisma entre ortodoxos
Rusia trata de recuperar el control religioso de Ucrania en su estrategia de confrontación con occidente
El 5 de enero de 2019 el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, firmó la creación de la Iglesia Ortodoxa autocéfala de Ucrania, lo que suponía la independencia de los ucranianos ortodoxos del Patriarcado de Moscú.
Este evento, en apariencia perteneciente únicamente al ámbito de la religión y de la organización interna del mundo ortodoxo, trascendió al mundo de la geopolítica y echó todavía más leña al fuego del conflicto entre Ucrania y Rusia, que sólo unos años antes se había anexionado Crimea y había enviado tropas al este del país para apoyar la independencia del Donbás.
En las últimas semanas, Rusia ha concentrado más de 100.000 soldados en la frontera oriental de Ucrania. El pasado 7 de diciembre, el presidente ruso, Vladimir Putin, y el estadounidense, Joe Biden, mantuvieron un encuentro virtual para tratar la escalada en la frontera entre Rusia y Ucrania.
Biden exigió a Putin que retirara las tropas de la frontera. Putin defendió que sus tropas se encontraban en territorio ruso y tildó de «bulo» las informaciones que apuntaban a una posible invasión rusa de territorio ucraniano a lo largo de enero de 2022.
El presidente de Estados Unidos amenazó con unas sanciones sin precedentes si Rusia continuaba con su estrategia de presión. El mandatario ruso exigió garantías de que Ucrania no iba a integrarse en la OTAN, y el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, rechazó que Rusia pueda decirle a la Alianza Atlántica lo que debe de hacer.
Dentro de este contexto, ¿cuál es la importancia del cisma en el Patriarcado de Moscú que permitió la creación de una nueva Iglesia Ortodoxa para Ucrania?
En el mundo ortodoxo, la religión se entremezcla con la política. Las Iglesias Ortodoxas son Iglesias nacionales y sus patriarcados suelen alinearse con los intereses del país. En el caso de Ucrania, la autocefalia de su Iglesia Ortodoxa, y su separación de Moscú, era una reclamación constante desde la caída de la Unión Soviética.
Para los ucranianos, contar con su Iglesia Ortodoxa y separarse de Moscú incluso en lo religioso era la culminación de su independencia, en un momento, precisamente, en que su soberanía estaba fuertemente amenazada por Rusia.
«Este es otro paso del país para lograr la independencia de la Iglesia Ortodoxa de Ucrania respecto de Rusia, cortando unas relaciones religiosas que datan del siglo XVII», declaró entonces el portavoz del Patriarcado de Kiev, el arzobispo Yevstratii Zorya, en unas declaraciones recogidas por Europa Press.
En un concilio, la nueva Iglesia autocéfala eligió a su primer Patriarca y el Patriarcado de Moscú reaccionó rompiendo con el Patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé, definió al nuevo patriarca ucraniano como «cismático» y «hereje» y comparó la situación con el cisma entre ortodoxos y católicos en 1054. Una ruptura absoluta dentro del mundo ortodoxo.
Además, el Patriarcado de Moscú denunció agresiones a miembros de su clero y la incautación de sus iglesias en territorio ucraniano.
El cisma va más allá de lo religioso y tiene implicaciones en la estrategia de Ucrania frente a Rusia. Con una Iglesia ortodoxa ucraniana afín a los intereses del gobierno, Ucrania consigue soltar más amarras que la ataban a Rusia.
La ruptura tiene un especial simbolismo en el sentido de que separa a los ortodoxos ucranianos de los demás ortodoxos eslavos y los alinea con los ortodoxos mediterráneos del Patriarcado de Constantinopla, más cercanos a occidente y al mundo católico.
Ucrania logra así alinearse un poco más con la Unión Europea y con la OTAN en su búsqueda de aliados para hacer frente a la amenaza rusa.
Sin embargo, Moscú tampoco se ha quedado de brazos cruzados mientras ve cómo le arrebatan la baza religiosa en su conflicto con Ucrania. En territorio ucraniano, Moscú sigue contando con una gran masa de fieles que no quiere separarse del Patriarcado de Moscú, empezando por los ucranianos de las regiones orientales, pero también en la capital, en Kiev.
Como muestra, Moscú logró sacar a más de 55.000 personas en las calles de Kiev el pasado julio para apoyar al patriarcado de Moscú y para protestar contra el cisma y contra el que consideran su autor: el Patriarca de Constantinopla Bartolomé I, entonces de visita en la capital ucraniana.