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El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el de Rusia, Vladimir Putin

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el de Rusia Vladimir PutinAFP

EE.UU.-Rusia

¿Se podrá evitar una guerra este invierno?

El próximo 10 de enero, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el de Rusia, Vladimir Putin, mantendrán un nuevo encuentro bilateral en un contexto de alta tensión internacional

Todos deseamos para este 2022 un tiempo de bonanza: pedimos una tregua a la COVID-19 y sus variantes, a las tensiones locales, a los conflictos internacionales. Todos iniciamos el año con buenos propósitos: adelgazar, hacer más deporte, dejar de fumar, bajar colesterol y triglicéridos, ¡qué se yo!, tantas cosas. Siempre, con las mejores intenciones. De igual modo, lo aplicamos a lo exterior, a lo global, a lo que nos circunda para que estos malos humores nos den cuartel y nos permitan continuar con la paz y seguridad acostumbradas.

En lo que me atañe, mis más allegados me piden, por favor, que guardase mis opiniones sobre Rusia, Ucrania, Bielorrusia y otros puntos conflictivos en lo más recóndito de mis pensamientos y, a ser posible, por largo tiempo. Pero de verás que no lo logro, me resisto y no me queda más que iniciar el año con una sobria inquietud: ¿se podrá evitar una guerra este invierno?

Analizando la larga rueda de prensa de Vladimir Putin el día previo a la Navidad encontramos aspectos tranquilizadores cuando afirmó su disposición a mantener consultas sobre las garantías de seguridad con EE.UU. en la plataforma de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).

También, señaló su preferencia hacia el papel que podía tener Italia en las próximas negociaciones con la Unión Europea o con la OTAN. Estos aspectos resultan tranquilizadores. Otros fueron más alejados como su instancia a desbloquear los activos monetarios de Afganistán, para evitar una mayor pobreza a las gentes en este país tan castigado.

Aun así, Putin no se privó de tratar con énfasis los asuntos espinosos como el conflicto de Ucrania y la fuerte militarización de sus fronteras. El presidente dijo: «No amenazamos a nadie. ¿Hemos ido nosotros a las fronteras de Estados Unidos? ¿A las del Reino Unido? Han venido a nosotros (…) Planteamos la cuestión de que no debería haber ningún avance de la OTAN hacia el este, ahora la pelota está en su campo y tienen que responder algo».

También manifestó su extraordinaria relación con China: «Es una asociación exhaustivamente estratégica (...) beneficiosa tanto para el pueblo chino como para el ruso, y por supuesto, es un importante factor estabilizador a nivel mundial (…) El Ejército chino, está equipado con los sistemas militares más avanzados, y Moscú desarrolla junto con Pekín armas de alta tecnología».

¿Afirmaciones desafiantes? Esa ha sido la interpretación de Michael McFaul, exembajador norteamericano en Rusia y actual director del Instituto Freeman Spogli de Estudios Internacionales de la Universidad de Stanford, quien manifiesta su preocupación. McFaul, buen conocedor sobre el terreno del mandatario del Kremlin encuentra en el discurso «algo diferente, impactante y que da miedo», y añade: «Si quiere asustarnos, conmigo lo ha logrado».

El próximo lunes, 10 de enero, se producirá un acontecimiento importante: la reunión bilateral entre los dos presidentes, Biden y Putin. Se va a celebrar en Ginebra (Suiza) con un suspense elevado. Dos días más tarde, habrá una segunda reunión, esta vez con la OTAN y el 13 de enero se producirá el encuentro de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE).

Nos advertía el exembajador de Estados Unidos en Polonia, Daniel Fried, y ex asesor de los presidentes Barack Obama, George W. Bush y Bill Clinton sobre Europa Oriental que «los preparativos iban a resultar complicados». Así está siendo, atendiendo a que es crucial que se alcancen acuerdos sobre el control de armamento convencional, lo que supone que Washington se sume a la moratoria rusa sobre el despliegue de misiles de medio y corto alcance, porque es urgente restablecer la mayor estabilidad y seguridad dentro del continente europeo.

La temperatura, como se puede comprobar, esta alta y caldeada, como indican las muy recientes declaraciones del ministro de Exteriores ruso, Sergey Lavrov: «No permitiremos que nuestras iniciativas terminen ahogadas en interminables discusiones (…) Si no hay respuestas en un tiempo razonable y occidente continua en su curso agresivo, Rusia tendrá que adoptar todas las medidas necesarias a fin de mantener un equilibrio estratégico y eliminar las amenazas inaceptables para nuestra seguridad».

Algunos piensan que, en el otro lado, está Joe Biden, un presidente demócrata, (y no un Trump republicano), por lo que ven con gran esperanza este momento, sin embargo, recuerden que también mandatarios demócratas han iniciado conflictos contemporáneos de gran envergadura: como la guerra de Vietnam, comenzada por Lyndon B. Johnson, el 4 de agosto de 1964, cuando pronunció su discurso tras el incidente del Golfo de Tonkín, donde un buque de guerra norteamericano fue presuntamente torpedeado por fuerzas de la República Democrática de Vietnam.

Asimismo, las revoluciones árabes camufladas con el eufemismo de «primaveras árabes», instigadas bajo el mandato de Barack Obama, han causado distintos conflictos en el Mediterráneo y concluido en el avispero sirio, una guerra extensa que ocupa la base de las actuales tensiones geopolíticas y de los conflictos migratorios.

En cualquier caso, recemos, crucemos los dedos o como dicen los mexicanos «hagamos changuitos» para que estos encuentros de los próximos días vayan bien, pendientes de la extrema relevancia que van a jugar en ellos las cuestiones militares. No es extremado afirmar que nos situamos en una tensión peligrosa sin precedentes desde el periodo de entreguerras, hace casi un siglo. Aun así, que nada, absolutamente nada, nos quite la esperanza de comenzar este año 2022 con los mejores propósitos.

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