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El primer ministro británico, Boris Johnson

El primer ministro británico, Boris JohnsonUK Gov

Boris Johnson pide perdón por asistir a la fiesta ilegal de Downing Street

Los comunes le acorralan y exigen su dimisión

«Quiero disculparme». Las palabras del primer ministro, Boris Johnson, en su comparecencia ante la cámara de los comunes, lejos de calmar los ánimos de los laboristas, los encendieron aún más. 

La oposición, la sociedad, y hasta su propio partido, esperaban que Johnson saliera a dar la cara tras conocerse la noticia de que había sido uno más de la pandilla que se había reunido, copa en mano, en los jardines del número 10 de Downing Street, mientrasel resto de los ingleses tenían prohibido poner un pie en la calle por el coronavirus. Por fin lo hizo.

Johnson reconoció el sufrimiento de millones de personas durante la pandemia. «Entiendo la rabia que sienten hacia mi gobierno. No actuamos correctamente, y debo asumir la responsabilidad», se disculpó.

Acosado por la furia de los laboristas, a Boris Johnson no le quedó más remedio que admitir que sí, que asistió a la fiesta.

En algo parecido a un intento de descargo, alegó que estuvo en el jardín apenas 20 minutos, para agradecer a sus empleados su esfuerzo, y volvió a su oficina justo después.

«Creí que era un evento de trabajo», observó Johnson entre arrepentido y jocoso.

Una y otra vez, durante su intervención, pidió perdón. Antes de finalizar, despidió con una «sentida disculpa» a la cámara y a aquellos que no pudieron estar junto a sus seres queridos. En un intento por ofrecer una imagen de transparencia pidió que se permita a Sue Gray, encargada de analizar los acontecimientos sucedidos en Downing Street, terminar su investigación antes de sacar conclusiones. 

Johnson debe dimitir

«El primer ministro es un hombre sin vergüenza. El público exige respuestas», clamó Keir Starmer, líder laborista. «Debería tomar la honorable decisión de dimitir», le exigió.

También Ian Blackford, líder del partido nacionalista escocés en los comunes, pidió la dimisión de su premier: «Se presenta frente a nosotros acusado de traicionar la confianza de la nación, de tratar al público con desprecio, y de romper las normas impuestas por su propio gobierno».

Blackford urgió a sus colegas conservadores que actúen para destituir a Johnson. Alegó que la confianza del público ya se perdió. No van a perdonar ni olvidar.

«Me voy a tomar sus palabras con escepticismo, ya que es usted nacionalista escocés», respondió burlón, Boris Johnson. «Reino Unido tiene la mayor tasa de vacunación de Europa, y la economía con mayor desarrollo. Todo eso se debe a los esfuerzos del gobierno inglés». 

Vinos y bromas

En mayo de 2020, cuando se celebró la fiesta en Downing Street, Reino Unido estaba sumido en un confinamiento total. Los británicos tenían terminantemente prohibido abandonar sus hogares sin justificación. Uno de los alivios era hacer ejercicio a solas una vez al día pero por apenas una hora. Tampoco podían reunirse con personas que no pertenecieran a su unidad familiar.

Fuentes gubernamentales confiesan al periódico The Times las circunstancias y detalles del evento.

Personal del número 10 instaló una serie de mesas en uno de los lados del jardín, como si fuera un bar. La posición de las mesas se pensó para animar al distanciamiento social. Los asistentes siguieron instrucciones de la invitación, «BYOB» (en inglés, «bring your own bottle», o «trae tu propia botella»), y compraron sus bebidas de forma independiente ya que Downing Street decidió escatimar en gastos.

Dos testigos señalaron que el primer ministro sí acudió. «Paseaba y saludaba a la gente». Su mujer Carrie Symonds, por entonces embarazada, bebía supuestamente junto al exasesor de Michael Gove, Henry Newman.

Teníamos la impresión de habernos atado al mástil de un barco mientras el resto del servicio civil se iba a casaOficial del número 10 de Downing Street

Según las fuentes, un oficial senior bromeó sobre el riesgo de vigilancia y advirtió a sus colegas de «posibles drones» sobrevolando la zona. La jocosa observación conlleva una admisión tácita de incumplimiento de las normas.

Un miembro del gobierno que deambulaba en la proximidad del número 10, reconoció haber estado «sorprendido» por la cantidad de ruido proveniente del edificio. «No me di cuenta de que estaban celebrando una fiesta».

Según otras fuentes, el evento puede achacarse a una «mentalidad de bunker», como si fuera el fin del mundo.

«Teníamos la impresión de habernos atado al mástil de un barco mientras el resto del servicio civil se iba a casa. El trabajo que hacían las personas en Downing Street, tenía tal grado de importancia que no podíamos hacerlo virtualmente. Por eso, ¿Qué diferencia podría suponer [la fiesta], si el grupo ya estaba encerrado en un edificio decrépito donde el distanciamiento social era imposible? Ahora me doy cuenta de que estábamos profundamente equivocados».

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