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Manifestantes contra la guerra en Ucrania, este sábado en Bangkok

Manifestantes contra la guerra en Ucrania, este sábado, en BangkokAFP

Guerra Rusia - Ucrania  Un proceso de paz para Ucrania: ¿en qué condiciones?

Un breve repaso a recientes acuerdos logrados en distintos conflictos de todo el mundo nos alumbra una serie de conclusiones importantes

Un proceso de paz «es un esfuerzo para lograr un acuerdo que ponga fin a un conflicto armado mediante negociaciones que pueden requerir la mediación de terceros». Cuando padecemos una enfermedad o una aflicción nos damos cuenta de que a nuestro alrededor hay tantos otros que padecen lo mismo o parecido. A nivel general, ocurre lo mismo cuando hay un conflicto, pues es cuando evidenciamos la gran cantidad de enfrentamientos que se han dado recientemente. Si revisamos las últimas resoluciones de conflictos encontramos distintos modelos:

  • Un primer modelo de «proceso de paz» es el de «reinserción», centrado en «la desmovilización y la reintegración de los combatientes» tras llegar a un alto el fuego para integrar a parte de los combatientes y conceder ciertos privilegios políticos o económicos a los líderes de los grupos desmovilizados. Estos casos los vimos en los conflictos de Angola (2002) y en el Congo (2013).

  • En segundo lugar, «un reparto del poder político, económico o militar». Es un modelo más habitual cuando son distintos grupos que se quieren disputar el Gobierno central de un territorio, como se ha dado en Burundi (2005), Costa de Marfil (2011), la Liberia de «los diamantes de sangre» (2003), la República Democrática del Congo (2012-2013) y en Somalia, que continúa en conflicto a pesar de los intentos.

  • El tercer modelo es el de «intercambio» y consiste en el logro de un acuerdo por el que se hacen concesiones por una parte y por la otra. Un caso ha sido «paz a cambio de no agresión» y «desescalada nuclear», como acordaron Estados Unidos y la República Popular Democrática de Corea (entre 2003 y 2008). Otro caso es «paz a cambio de democracia» en el caso de Nepal (2003), «donde la guerrilla maoísta pidió elecciones inclusivas a cambio de paz». Algunos consideran semejante el acuerdo con las FARC, en Colombia (2016). Otra variante es «paz por territorios», como vimos en Israel y Palestina a partir de la hoja de ruta iniciada en 2002. La última variante es «paz a cambio de reconocimiento de ciertos derechos», como se alcanzó con el Ejército Republicano Irlandés (IRA) a cambio de «autodeterminación», en 2005.

  • El cuarto modelo supone «establecer medidas de confianza», como ocurrió entre India y Pakistán cuando pusieron en marcha, a partir de 2002, iniciativas para reducir la tensión nuclear que ellos mismos provocaron.

  • El quinto modelo se basa en «fórmulas de autogobierno», desarrollado en Filipinas (2014), Indonesia (2005), Sáhara Occidental (2006), Sri Lanka (2002), Sudán del Sur (2020) y Senegal (2014).

Conclusiones

Este breve repaso de los recientes procesos de paz (Fisas, 2004) nos ilustra algunas cosas importantes.

La primera, que sorprende en el siglo XXI, es la cantidad de conflictos armados que han existido y lo fácil que los olvidamos. Incluso apenas recordamos el penúltimo conflicto europeo, el de los Balcanes (1991-2001).

La segunda cuestión es que estos modelos de pacificación no parecen ajustarse bien a la situación de Ucrania, porque no es una guerra civil, o una separatista, o una guerra marginal. Ahora se trata de una invasión militar sobre una nación soberana por una gran potencia.

Si se ha encendido la esperanza de negociación es porque Ucrania ha dado gestos de buscar un acuerdo cuando Zelenski, ante el Congreso de Estados Unidos, sin dejar de pedir el apoyo armamentístico y solicitar una zona de exclusión aérea, planteó la posibilidad de aceptar la «neutralidad» y «renunciar a entrar en la OTAN» de futuro, así como «no permitir bases militares extranjeras en suelo ucraniano».

Ante esto parece presentarse la vía de una negociación que se ajusta más al «modelo de intercambio»: paz a cambio de neutralidad.

Ucrania, en sus circunstancias actuales, podría llegar a algo similar al Tratado de Austria de 1955 por el que renunciaba a «ser miembro de organizaciones internacionales de seguridad, siempre que las tropas rusas abandonaran su territorio». Además, Ucrania podría «permitir la custodia internacional de sus 15 reactores nucleares, dado el evidente peligro que suponen para los países vecinos en caso de reanudación del conflicto», algo que quita el sueño al Organismo Internacional de Energía Atómica.

Garantías

Pero a cambio de esta «neutralidad forzosa» Ucrania necesitaría, al menos, tres garantías.

La primera es que se garantice su seguridad, una vez acepte la neutralidad, a través de un tratado bajo observadores como Estados Unidos y otras potencias occidentales que se comprometan a defenderla si es nuevamente invadida.

Una segunda garantía es su integridad física. Está claro que Putin va a querer un reconocimiento de los territorios ya ocupados, pero, ¿hasta dónde? Lo más razonable sería que Ucrania conservase la mayor parte de su territorio, en este acuerdo negociado, y Rusia, como mucho, debería conformarse con los territorios que controlaba antes de la guerra: Crimea y las regiones del Donbás, con un estatus de autogobierno para Lugansk y Donetsk.

En tercer lugar, Ucrania, para sostener esta neutralidad, necesitaría ayudas económicas para su reconstrucción por parte de Occidente, o incluso desarrollar un camino posible para su adhesión a la Unión Europea, como perspectiva de futuro.

Además, tras la destrucción que está sufriendo, sería exigible una reparación de Rusia (que los ucranianos podrían obtener indirectamente de los activos rusos incautados en Occidente).

El proceso de paz requiere, por último, de una mediación efectiva que la podría aportar Naftali Bennett, primer ministro israelí, quien mantiene una estrecha relación tanto con Putin como con Zelenski.

Pero esto que planteo, en algunos puntos considero la opinión de Wess Mitchel (exsecretario de Estado Adjunto, con Obama), sería creíble en «el mejor de los mundos posibles». En nuestro mundo real, y estando Putin en el otro lado de la mesa, más bien me inclino, una vez más, por la descripción de Tucídides: «Hablemos más bien de lo que es posible y de lo que es necesario porque de esto trata en realidad la guerra: los poderosos consiguen todo lo posible y los débiles han de aceptarlo».

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