60 días de guerra
Ucrania y «la reconfiguración del orden mundial»
Las profecías de Fukuyama y Huntington sobre el futuro de la política mundial tras la caída del Telón de Acero
Samuel P. Huntington publicó en el verano de 1993 un influyente artículo en Foreign Policy titulado ¿El choque de civilizaciones? (¿The Clash of Civilizations?) que fue foco de distintos debates en aquellos años y cristalizó en el libro: El choque de las civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial (1997).
Se trataba de un informe que acaparó enorme atención en círculos académicos pero que fue tachado de pesimista frente a la exitosa obra de Francis Fukuyama de El fin de la historia. Ambos centraron la especulación, en direcciones opuestas, sobre el futuro de la política mundial tras la caída del Telón de Acero.
Para Fukuyama la extensión de la democracia liberal conduciría a una gran concordia global. Para Huntington, sin embargo, tras la Guerra Fría aparecía una nueva fuente fundamental de conflictos que ya no tendría raíces ideológicas o económicas sino culturales: «El choque de civilizaciones dominará la política a escala mundial; las líneas divisorias entre las civilizaciones serán los frentes de batalla del futuro».
La hipótesis de Huntington se centró mucho en el mundo árabe y concretamente en el choque de Occidente con el mundo islámico. Una hipótesis que se consideró verificada después del 11 S. De hecho, la reedición de su obra tras 2001 fue fuente de renovados estudios y análisis.
En este trabajo, Huntington, no desatiende otras civilizaciones en alza frente al mundo occidental: China y Rusia. Lo interesante es que el autor, en su tratamiento de Rusia, prestó una especial atención a la situación de Ucrania, dice: «Ucrania occidental ha formado parte de Polonia, Lituania y del imperio austrohúngaro. Muchos de sus habitantes han sido adeptos de la Iglesia uniata, que practica ritos ortodoxos, pero reconoce la autoridad del Papa. Históricamente, los ucranianos occidentales han hablado ucraniano y han sido intensamente nacionalistas en sus opiniones».
Por otra parte: «La población de Ucrania oriental, en cambio, ha sido mayoritariamente ortodoxa y en gran parte ha hablado ruso. Los rusos constituyen el 22 % de la población total ucraniana, y los ruso hablantes nativos, el 31%. A la mayoría de los estudiantes de primaria y secundaria se les enseña en ruso.
Crimea es mayoritariamente rusa y formó parte de la Federación Rusa hasta 1954, cuando Krushchev la transfirió a Ucrania, al parecer como muestra de reconocimiento por la decisión de Khmelnytsky 300 años antes».
Desde estos presupuestos da cuenta, a continuación, de cómo se inició la escisión este-oeste: El primer presidente de Ucrania, tras la URSS, entre 1991 y 1994, Leonid Kravchuk, aunque partió siendo estrecho colaborador de Rusia, se presentó a las elecciones de 1994 como nacionalista, obteniendo un 90 % en las trece provincias de Ucrania. Pero en conjunto ganó Leonid Kuchma, gracias las trece provincias orientales que le dieron un 52 % de los votos en la totalidad del país.
Kuchma fué reelegido en 1999 y en 2000. Más tarde, Víktor Andríyovich Yúshchenko sucedió a Kuchma como presidente del país (entre 2005 y 2010) lo que abrió de nuevo expectativas de acercamiento a Occidente. Desde su primer periodo como primer ministro, Yúshchenko había modernizado su plataforma política incorporando eslóganes liberales y expectativas de integración europea e, incluso, en la OTAN.
Luego, Víktor Yanukóvich fue candidato a presidente, con el apoyo del expresidente Leonid Kuchma, contra Yúshchenko, pero recurrieron al fraude electoral hecho que provocó «la Revolución Naranja» y, finalmente, en las elecciones de 2010, alcanzó la presidencia frente a Yulia Timoshenko, que fue la líder del bloque prooccidental.
Yanukóvich creo expectativas de acercamiento a occidente, pero fue comprado por el Kremlin y llegó a suspender la firma del Acuerdo de Asociación y Libre Comercio con la Unión Europea. Tras diversos disturbios fue destituido por la Rada Suprema el 22 de febrero de 2014
Podemos decir que este accidentado periplo de la joven democracia ucraniana ha expresado siempre «la escisión entre los eslavos europeizados de Ucrania occidental y la visión ruso-eslava de lo que Ucrania debería ser» en la parte oriental.
De otra parte, se sumaban varios problemas: Las armas nucleares, la península de Crimea, los derechos de los rusos en Ucrania, la flota del mar Negro y las relaciones económicas. Entonces ya se pensaba que el conflicto armado era más que probable y algunos analistas defendían que Occidente debía apoyar la posesión, por parte de Ucrania, de «un arsenal nuclear para disuadir la agresión rusa» en un futuro. Algo a lo que Ucrania renunció.
Más que un problema étnico la polarización, dice Huntington, es un conflicto de culturas diferentes, por esto proponía en 1997 que las relaciones entre Ucrania y Rusia podrían derivar a una de estas tres formas:
–La primera posibilidad, que predecía Huntington, supone la elección de un presidente de orientación explícitamente rusa, en Ucrania, algo que ha ido ocurriendo desde 1994 hasta 2014. Este hecho ha reducido la probabilidad de un conflicto exacerbado entre los dos países y ha facilitado una prolongada distensión.
–La segunda posibilidad, propuesta por Huntington y, dice, «algo más probable», es que Ucrania «se escinda siguiendo su línea de fractura en dos entidades separadas, de las cuales la oriental se fundiría con Rusia».
–La tercera hipótesis, es que Ucrania seguiría unida, seguiría escindida, seguiría siendo independiente y, por lo general, bajo un gobierno que colabore estrechamente con Rusia.
Los pronósticos de Huntington de 1997 recobran hoy interés. Pero su gran acierto, casi profético, es que esta guerra nos sitúa ante una «reconfiguración del orden mundial».