71 días de guerra en Ucrania
El futuro papel de China tras una nueva fase de la guerra de Ucrania
Misterios del lejano oriente: el futuro papel de China tras una nueva fase el conflicto
Hay quienes de jóvenes leímos con fruición a Sax Rohmer y su Dr. Fu Manchú: «Imaginad una figura de mandarín, de alta estatura, delgado, de miembros recios, felino en sus actitudes y movimientos, con rostro de expresión satánica. De su cráneo afeitado pende la coleta tradicional. Sus ojos tienen el fulgor magnético de la pantera». Así descrito sobre el papel quedó bien caracterizado por Christopher Lee en aquellas películas de la matiné de los domingos o del cine descubierto de verano.
Fu Manchú encarnaba el «peligro amarillo» y el odio a la civilización occidental. Una lejana y exótica amenaza reiterada en los primeros números del emblemático comic El secreto del Espadón, de los personajes Blake y Mortimer, publicados en 1946 en la revista belga Tintín.
La historieta planteaba una conquista del mundo por parte del «Gran Imperio Amarillo», liderado por el Emperador Basam Damdu y su asesor el coronel Olric. El Imperio con su potente maquinaria de guerra ataca las principales capitales mundiales por sorpresa para ponerlas bajo su dominio. El planeta cae bajo el ataque asiático, pero es el comienzo de una resistencia donde el capitán Francis Blake, el profesor escocés Phillip Mortimer jugarán un papel decisivo para recobrar el mundo libre.
Es posible que evocar hoy estas novelas, comics y películas sea «políticamente incorrecto» y que alguno se inquiete con tales alusiones al «Pulp», la «serie B» o el «comic clásico» tratándose de un análisis internacional. Pero más allá de las ficciones juveniles, lo cierto es que nos adentramos en la siguiente fase de una guerra en la cual el futuro papel de China en el orden mundial se nos presenta inquietante: ¿Por qué?
Porque hasta ahora Pekín ha actuado con cautela, se ha hecho el sorprendido por la naturaleza de la agresión rusa, sin esperar la solidez de las sanciones del G-7. Aun así, China ha priorizado el acceso a la financiación en dólares y a la tecnología crítica en un momento en que la economía china se enfrenta a vientos en contra en su país.
Washington, por su parte, ha tratado de evitar incomodarla con medidas unilaterales y evitado agravar las tensiones comerciales con China. Estados Unidos se ha abstenido de ampliar las sanciones secundarias, al tiempo que trataba de controlar las presiones inflacionistas.
Ahora bien, tenemos delante dos posibilidades problemáticas:
–Va para tres meses la guerra en Ucrania con una tendencia a prolongarse al menos, hasta más allá del verano. Se trata de un conflicto que puede verse congelado porque Rusia trata de ocupar todo el corredor terrestre del sureste, un hecho que acrecienta la angustia de los mercados y resiente la economía mundial más y más.
–Rusia podría intentar aumentar la escalada, para forzar luego una desescalada buscando coger «la sartén por el mango». Por ejemplo: un corte drástico de suministros energéticos en Europa; ataques a larga distancia a convoyes de armas en territorio de la OTAN, destinados a la resistencia ucraniana; apoderarse de la ciudad portuaria de Odesa en el mar Negro, algo que parece muy probable.
Incluso, como extrema posibilidad el uso de armas nucleares tácticas para ocasionar un «Reinicio» (Reset) en el orden mundial y económico (algo, esperamos, poco probable).
La próxima fase de esta guerra es muy decisiva y Estados Unidos se verá tentado a ampliar sanciones secundarias para forzar más una capitulación rusa. Pero cuanto más se prolongue la guerra, es cada vez más verosímil que surjan grietas en la coalición del G-7, en cuanto a las sanciones.
Pero, peor aún, en un mundo más polarizado los países de fuera del G-7 aumentan su inseguridad energética y peligran sus recursos básicos, algo que no propicia nada que Washington y Bruselas vengan a darles lecciones sobre «cómo ponerse en el lado bueno de la historia».
El conflicto de Ucrania dificulta a Estados Unidos pivotar hacia Asia y centrarse en la contención de China. La coyuntura de la nueva política debe afrontar que en varias partes del mundo vendrá la escasez y la hambruna, con la consecuente agitación política. La concatenación de sanciones financieras, el alza en los precios de suministros energéticos, las prohibiciones de exportación de bienes críticos han hecho que los precios de los alimentos y recursos más necesarios se disparen.
La volatilidad geopolítica ahora es extraordinaria y en Estados Unidos y Europa no se habían visto niveles de inflación tan altos en cuatro décadas. Desde Túnez hasta Yemen, en la periferia europea, encontramos gobiernos asediados que no tienen reservas necesarias para proteger a sus poblaciones de la caída de importaciones de grano y un aumento de los precios energéticos. La oleada de disturbios que esto puede provocar sería insospechada.
China ha entendido bien esta dinámica. Pekín, no es ajeno a las consecuencias políticas de la hambruna, o lo que pueda venir, y ha pasado los últimos años acaparando más de la mitad del suministro mundial de alimentos para momentos como éste. Mientras Pekín mantiene a una distancia segura con la guerra de Putin en Ucrania. Pekín ya está anticipando un punto en el que esta guerra colapse.
China
China se impondrá entonces como mediadora y reforzaría su narrativa de un orden mundial nuevo y multipolar, consolidándose como segunda potencia económica mundial, a corta distancia de Norteamérica y pretenderá desempeñar un decisivo papel en la configuración de las nuevas normas económicas globales. Esperemos que no venga Fu Manchú.
Fuera bromas, el efecto bumerán de la guerra de Rusia, combinado con el aluvión de medidas políticas sobre el gigante asiático nos permiten esperar un «verano caliente» en las relaciones entre Estados Unidos y China.