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Erdogán Turquía

El presidente turco, Recep Tayyip ErdoganAFP

Turquía toma impulso en el trampolín ucraniano para dominar el Mediterráneo oriental

La guerra en Ucrania crea el contexto apropiado para permitir a Turquía reconstruir sus relaciones internacionales y alzarse en un actor imprescindible en el Mediterráneo

Los planes no le han salido bien a la Turquía de Erdogán en los últimos años.

El inicio de una política exterior intervencionista y militarista con su entrada en varios conflictos regionales le supuso innegables éxitos en el corto plazo, pero también grandes problemas que ahora debe resolver.

El actual escenario de guerra en Ucrania, y los intentos de los países de la OTAN y de su entorno de aislar a Rusia, se presenta como el momento propicio para que Turquía salga del ostracismo internacional al que le llevó una política exterior excesivamente agresiva.

La intervención militar en Siria y en Libia, el apoyo a grupos vinculados con los islamistas Hermanos Musulmanes o el enfrentamiento con Grecia y Chipre por los derechos de extracción de hidrocarburos en el Mediterráneo Oriental son solo algunos de los polémicos hitos alcanzados por Turquía entre 2016 y 2020.

Además, el tono agresivo hacia países de la Unión Europea y de Oriente Medio, enrareció aún más las relaciones con sus vecinos y llevó a Turquía a un aislamiento diplomático insostenible, en vez de obtener la pretendida hegemonía regional.

En el horizonte del presidente turco se sitúan las presidenciales de 2023

Sin embargo, el cambio en la administración estadounidense con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, la crisis económica impulsada por la pandemia de coronavirus (que impacto con especial fuerza en las arcas turcas) y la animadversión de sus vecinos, han llevado al gobierno de Erdogán a recular.

En el horizonte del presidente turco se sitúan las presidenciales de 2023, elecciones en las que nadie duda que Erdogán obtendrá la reelección, pero que es mejor amarrar en un contexto de política líquida en la que no hay realidades inamovibles y donde todo puede cambiar de la noche a la mañana.

Las alarmas de la diplomacia turca se encendieron con la expulsión de Turquía por parte de Estados Unidos del programa del avión de combate F 35, con el que la Fuerza Aérea turca contaba para consolidar su superioridad frente a sus rivales regionales.

La compra de material militar a Rusia rompió las relaciones de confianza con Turquía, país que, por otra parte, es miembro de la OTAN desde el año 1952.

Según el coronel Felipe Sánchez Tapia, en un informe elaborado para el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), en este proceso de rectificación de la política exterior y de acercamiento a países con los que se habían roto las relaciones en los últimos años, dos acontecimientos geopolíticos se han presentado como un inesperado salvavidas para Turquía: la retirada estadounidense de Afganistán y la guerra en Ucrania.

En cuanto a Afganistán, «Turquía ha visto una magnífica oportunidad para hacer valer su capacidad de interlocución con el régimen talibán y, junto con Catar, se ha erigido en actor esencial para mantener, al menos, vías de comunicación abiertas con las potencias occidentales y con la OTAN».

En la guerra de Ucrania, la capacidad de Turquía para mantener relaciones con Rusia y con Ucrania al mismo tiempo, la ha convertido en un mediador imprescindible para lograr una salida a la guerra.

Turquía ha podido recuperar gran parte del capital político que había dilapidado durante los últimos añosCoronel Felipe Sánchez Tapia, analista del IEEE

Las conversaciones de paz celebradas del 11 al 13 de marzo en Antalaya y, sobre todo, la reunión del 29 de marzo en Estambul son la prueba tangible de ello.

En opinión del coronel Felipe Sánchez Tapia, «el retorno de la rivalidad entre grandes potencias, aun presentando considerables diferencias con el periodo de la Guerra Fría, vuelve a otorgar a Turquía un valor similar al que, como país fronterizo con la Unión Soviética, ostentaba durante aquellos años».

De este modo, «Turquía ha podido recuperar gran parte del capital político que había dilapidado durante los últimos años».

La ambigüedad hacia Rusia, señala el coronel Sánchez Tapia, es esencial para alcanzar este objetivo. Por un lado, Rusia se ha sumado a la condena internacional a Rusia por la invasión a Ucrania.

Por otro, se ha desmarcado de las sanciones impuestas, ya que los intereses de Turquía y Rusia convergen en Siria y Libia.

Otro ejemplo, en aplicación de la Convención de Montreux, Turquía ha cerrado los estrechos del Bósforo y el Dardanelos, que dan acceso al Mar Negro desde el mediterráneo, a los buques de guerra rusos.

Sin embargo, Turquía ha prohibido el acceso también a los buques de la OTAN, de modo que no parezca que la medida va dirigida de forma expresa contra Rusia.

En cualquier caso, el tiempo corre en contra de Turquía. Si el conflicto en Ucrania se enquista, Rusia podría tratar de romper el bloqueo.

En ese sentido, el coronel Sánchez Tapia, en su conclusión del informe, destaca que, si el conflicto se alarga en el tiempo, «Turquía podría verse obligada a abandonar la ambigüedad y tomar partido, lo que afectaría a sus relaciones con Rusia».

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