Elecciones legislativas francesas
¿Y si Macron se quedase sin mayoría absoluta?
El presidente de Francia podría ver empañada, este domingo y el siguiente, su victoria del pasado abril: la extrema izquierda, la derecha populista y los restos de la derecha clásica le harían pagar muy cara su arrogancia
A mediados de mayo de 1988, François Mitterrand, recién reelegido frente a Jacques Chirac y tras haber disuelto la Asamblea Nacional, respetó su costumbre de escalar la Roca de Solutré, en Borgoña durante el domingo de Pentecostés, festivo en Francia.
Lo hizo, de nuevo la tradición, rodeado de sus cortesanos. Al bajar, le esperaba un grupo de periodistas, ansiosos de que el presidente les deslizara unas confidencias. Mitterrand no les decepcionó: «No es sano que un solo partido gobierne».
Los votantes acataron el mensaje, dejando al Partido Socialista, a diferencia de la «ola rosa» de 1981, sin mayoría absoluta en las legislativas celebradas unas semanas después.
La legislatura se convirtió en un complejo juego de equilibrios para los gobiernos de Michel Rocard, -principal enemigo interno de Mitterrand, que se vio obligado a nombrarle para intentar tener algo de paz en el partido-, Edith Cresson y Pierre Bérégovoy.
Para sacar adelante sus proyectos de ley y demás reformas, los tres primeros ministros pactaban alternativamente con los restos del Partido Comunista o con el ala moderada del centro derecha, ya fuera a través de un apoyo directo o de una abstención.
Con ese sistema, se consiguió agotar, a trancas y barrancas. Podría servir de antecedente si esta noche las candidaturas macronistas obtienen un resultado por debajo de lo esperado y el domingo que viene, en la segunda vuelta, se quedan sin mayoría absoluta.
La diferencia entre la situación de 1988 y la de hoy estriba, además de los inmensos cambios políticos, económicos y sociales experimentados por Francia, en que entonces mandaba un político, Mitterrand, dotado de una autoridad natural, pero practicante de un pactismo abierto a todas las combinaciones, entendimientos tácitos con el Frente Nacional incluidos, y poseedor de una sólida y tradicional cultura parlamentaria.
Unas virtudes, o defectos, que no son los de un Macron adepto a la unilateralidad y a la verticalidad, y poco respetuoso con la institución parlamentaria.
Según Jean-Jacques Urvoas, ex ministro de Justicia de François Hollande, por primera vez en la historia de la V República, la producción jurídica de la última legislatura que acaba no procede mayoritariamente del Parlamento: 180 leyes frente a 291 ordonnances, nombre que reciben en Francia los decretos leyes.
Pero entre 2017 y 2022, Macron ha gozado de una cómoda mayoría absoluta, pese a que se fue paulatinamente reduciendo. Por eso, si el próximo domingo el macronismo no alcanza la fatídica cifra de 289 escaños, cabe la posibilidad de vaticinar un periodo de inestabilidad política y parlamentaria.
Algunos, como el universitario François Hublet en Le Monde del pasado viernes, consideran ventajoso semejante escenario, pues obligaría al presidente a llegar a acuerdos que, por su origen no partidista, podrían resultar positivos para el país.
Sin embargo, en un tablero político divido en tres bloques (extrema izquierda, centro liberal y derecha populista) cada vez más radicalizados, ese pronóstico, por lo menos a corto plazo, parece difícilmente imaginable.
Los adversarios de Macron –incluida la derecha clásica, que espera salvar una cincuentena de escaños decisivos– no dejarían pasar la oportunidad de hacer la vida imposible a un presidente al que tildan de «arrogante».
Así las cosas, cuesta imaginar dentro de una semanas o meses a la primera ministra, la tan competente como rígida Élisabeth Borne, pactar la reforma de las pensiones con Marine Le Pen o renovar el compromiso atlantista con Jean-Luc Mélenchon.
Y si la derecha clásica salva los muebles, hará pagar muy caro su apoyo a Macron, que podría ver surgir una oposición en el ala progresista de su mayoría.
Baja participación en las urnas
La participación a la misma hora en la primera vuelta de las elecciones de 2017 fue del 40,75 %, mientras que en 2012 fue del 48,31 %.
El Instituto Francés de Opinión Pública, Ifop, estima que habrá una abstención del 53 %.
Además del menor interés que suscitan los comicios legislativos solo dos meses después de las presidenciales de abril y del desencanto de los franceses con la política, las urnas tienen otro enemigo en este domingo de junio, en el que hace un tiempo excelente que anima a partir a la playa o al campo en lugar de ir a votar.