La ciudad de Uvalde, Texas, demolerá el colegio donde se produjo la masacre estudiantil
El alcalde de la ciudad tejana criticó además el papel de la Policía, que apenas compartía información sobre su investigación del tiroteo
Las instalaciones de la escuela primaria Robb Elementary, en la ciudad tejana de Uvalde, son hoy recuerdo de una grave tragedia: el tiroteo estudiantil durante el cual, el mes pasado, un adolescente armado disparó y asesinó a 19 niños y dos profesoras.
Matanza en Estados Unidos
Salvador Ramos, el joven «agresivo» y «tartamudo» que ha asesinado a 19 niños en un colegio Texas
Para aliviar el dolor producido por el acontecimiento, el alcalde de Uvalde, Don McLaughlin, anunció que el centro va a ser demolido, ya que es inservible y está lleno de fantasmas; nadie querrá jamás volver a sentarse en sus aulas, para enseñar o para aprender.
«Nunca podrías pedirle a un niño o a un maestro que regrese a ese colegio. Nunca», afirmó el edil, para después confirmar que no quedará nada de las instalaciones.
Además, en declaraciones a los medios locales, McLaughlin criticó el papel de las autoridades durante la investigación, y la falta de precisión en la información que compartían con la comunidad local.
El alcalde dirigió la mayoría de sus quejas al Departamento de Seguridad Pública del estado de Texas (DPS) y a su líder, el coronel Steven McCraw. Los Texas Rangers, una agencia del DPS, lideraron la investigación del tiroteo. Según recoge la cadena americana CNN, McLaughlin admitió estar molesto, porque él y otros funcionarios de la ciudad nunca habían sido informados sobre el progreso de la investigación.
Las críticas sobre la actuación policial durante la masacre en la escuela primaria no han dejado de aumentar desde que se produjo el suceso. Hay tanto malestar, que el Gobierno de Estados Unidos ha anunciado que llevará a cabo su propia investigación sobre el asunto.
Las autoridades locales reconocieron que el atacante, Salvador Ramos, de 18 años, entró en el edificio armado con un rifle de asalto AR-15 sin que nadie se lo impidiese o lo frenase. Ningún policía o agente de seguridad se interpuso en su camino.
Tras dispararle a su abuela en la cara, en su casa, Ramos se subió a un vehículo y condujo hasta las cercanías de la escuela primaria, donde estrelló el automóvil. Pero aquello no lo detuvo; desde allí, caminó con el rifle y su munición durante doce minutos, hasta que entró en la escuela y cometió la masacre.