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La artillería de Taiwán durante el simulacro de defensa

La artillería de Taiwán durante el simulacro de defensa

Análisis

La paradoja de China: pros y contras de una invasión de Taiwán

China tiene razones para moderar su comportamiento en lo que respecta a Taiwán, pero su dependencia económica le podría llevarla a adoptar decisiones políticas agresivas

Tanto China como Rusia dependen extraordinariamente del comercio para su crecimiento económico y para asegurar sus posiciones en la escena mundial.

Esta ha sido la base que ha hecho sostener a Occidente una prolongada «ambigüedad estratégica» con estas dos potencias.

China ha conseguido quintuplicar su PIB en las dos últimas décadas gracias a la exportación de sus productos manufacturados.

Más del 50 % de los ingresos públicos de Rusia proceden de la exportación de petróleo y gas. El resto del mundo ha ido generando una importante dependencia con ambas potencias.

Según la teoría de las relaciones internacionales más influyente, estos cruciales vínculos económicos deberían haber puesto un precio muy alto al conflicto militar para ambos países.

Sin embargo, los hechos están demostrando que ninguna de las dos potencias parece estar muy preocupada por la ruptura de ese comercio.

Interdependencia económica

El conflicto de Rusia no tiene vuelta atrás, por el momento. Pero ¿qué ocurrirá con China?

La interdependencia económica de China con el resto del mundo parece mucho más simétrica que la de Rusia. Un dato tranquilizador.

La economía china está impulsada por la exportación de productos manufacturados y depende en gran medida de la importación de materias primas, incluidos el petróleo y el gas de Oriente Medio y Rusia.

La posición de China como taller del mundo, que suministra un porcentaje significativo de ordenadores portátiles, teléfonos inteligentes y sistemas de comunicación 5G, dan al país gran influencia con sus socios comerciales.

Pekín podría amenazar a esos socios con restricciones selectivas a las exportaciones e importaciones cuando no le guste su política exterior.

Esta interdependencia económica podría llevarla a tomar medidas aún más agresivas en caso de que sus expectativas sobre el comercio futuro se desplomen.

Tomemos el caso de los semiconductores de alta tecnología que produce Taiwán.

China tiene ahora capacidad para producir chips con transistores de entre 15 y poco menos de 10 nanómetros («millonésima parte de un milímetro» que cuanto más pequeño, mayor velocidad y mejor eficiencia energética proporciona).

Por eso para mantenerse en vanguardia de los avances tecnológicos en inteligencia artificial, vehículos de autoconducción y producción de teléfonos inteligentes se necesitan chips que midan menos de siete o, incluso, menos de cinco nanómetros.

Sólo Taiwán tiene capacidad de producirlos en masa y con un alto nivel de calidad.

Por ejemplo, el último iPhone de Apple se ensambla en China, pero utiliza un chip de cinco nanómetros diseñado por Apple y fabricado en la Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), de Hsinchu.

Una empresa que ya ha comenzado la producción de los primeros procesadores móviles de solo tres nanómetros.

Declive económico

Como vemos, el futuro económico y comercial de China para alcanzar a Estados Unidos depende del acceso a esos chips taiwaneses.

Por eso, si los funcionarios chinos sospechasen que Estados Unidos va a tomar medidas para cortar el acceso a los chips taiwaneses, habría conflicto.

Una situación así podría llevar a una ocupación de la isla para evitar un declive económico. Este escenario no es hoy descabellado.

El pasado mes de junio, un destacado economista chino declaró que si Washington imponía a China sanciones similares a las impuestas a Rusia, China debería invadir Taiwán para asegurarse la posesión de sus instalaciones de producción de chips.

Pero un conflicto así pondría a Pekín, comercial y económicamente, en una situación vulnerable si se enfrentase a sanciones como las impuestas a Moscú.

Rusia, sin duda, se está viendo perjudicada por las sanciones económicas, pero su capacidad de vender petróleo y gas amortigua el golpe.

Casi puede hacer más daño al resto del mundo, en especial a Europa, si corta sus suministros de gas y petróleo.

Sin embargo, si China se enfrentase a algo parecido su economía quedaría bastante más devaluada.

De hecho, los analistas más optimistas presumen que esta vulnerabilidad es un importante elemento de disuasión para sus deseos expansionistas, incluidas sus intenciones hacia Taiwán.

Ambiciones expansionistas

Un ataque a Taiwán provocaría sanciones económicas que pondrían en peligro los lazos comerciales de China con el mundo occidental. También podrían ocasionar la destrucción involuntaria de las plantas de fabricación de chips.

Pero, al mismo tiempo, si los líderes del Partido Comunista Chino sienten que su economía corre el peligro de frenarse a menos que actúen con asertividad, las espirales de hostilidad pueden llevar a una guerra. Esta posibilidad va ganado terreno.

Garantizando a Pekín que seguirá recibiendo semiconductores de Taiwán (pero no su capacidad de producirlos, con sofisticadas máquinas fabricadas en los Países Bajos) se pueden moderar las tensiones con Pekín sobre el comercio futuro y reducir la probabilidad de una crisis.

Para Estados Unidos seguir aumentando la expansión comercial y económica de China, le da una mayor capacidad militar, lo que alimenta sus ambiciones expansionistas. Algo que, en este momento, supone un serio desafío.

En el otro lado, si bien China tiene razones para moderar su comportamiento, en lo que respecta a Taiwán, al mismo tiempo, su dependencia económica podría llevarla a adoptar decisiones políticas críticas y medidas agresivas, sobre todo si percibe que sus expectativas de comercio en el futuro están amenazadas.

He aquí la paradoja.

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