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Estación tren Jarkov Ucrania

Estación de tren destruida en Jarkov por las bombas rusasAFP

243 días de guerra en Ucrania

Bombas y drones: las penalidades de la población civil en Ucrania

La Primera Guerra Mundial sentó un terrible precedente en la Historia de la humanidad: el uso de armas de destrucción masiva desde el cielo

Los Estados modernos han intentado a menudo valerse de ataques contra la población civil de sus adversarios. En general, lo han hecho como una forma barata y fácil de obligar a los gobiernos enemigos a hacer concesiones, a retirarse, o incluso a rendirse directamente.

En general dañando infraestructuras civiles y causando terror entre los civiles.

La idea surgió en la Primera Guerra Mundial, cuando los dirigentes alemanes, desesperados por sacar al Reino Unido del conflicto, lanzaron oleadas de zepelines, cargados de bombas, para atacar Londres y otras ciudades británicas.

Más tarde, los alemanes, añadieron los bombarderos «Gotha», que mataron a miles de personas, pero no produjeron ningún resultado, hasta que finalmente suspendieron esos ataques de castigo en 1917.

Reino Unido, Estados Unidos y, en secreto, la Alemania de entreguerras ampliaron rápidamente sus fuerzas aéreas entre 1920 y 1930, basándose en la premisa de que los ataques directos o indirectos contra la población civil serían la clave para ganar las futuras guerras.

La Guerra Civil española amplió este tipo de ataques en los dos bandos: de una parte, italianos y alemanes apoyaron con bombardeos a las tropas nacionales de Franco, mientras la República era apoyada de la misma forma por la aviación soviética.

La Segunda Guerra Mundial expandió los ataques a la población civil: los bombardeos de Londres u otras ciudades inglesas, por la Luftwaffe, fueron continuados y terribles.

Pero el contra ataque en la conclusión de la guerra europea con la respuesta de la aviación aliada en ciudades como Hamburgo o Dresde, resultaron demoledores.

Más tarde, Estados Unidos anotó otro tanto en Corea, Vietnam, o en la Guerra del Golfo. Más cercano a este tiempo, encontramos los bombardeos rusos en Chechenia o en Alepo, Siria.

Actualmente, los drones han sustituido en gran medida los bombardeos aéreos y son el primer enemigo de los civiles en zonas de conflicto.

Comenzó como una ataque de precisión contra enemigos localizados, como se demostró en los ataques «quirúrgicos» contra los líderes de Al Qaeda en Pakistán, desde 2001 hasta 2010, que consiguieron debilitar al grupo.

Ahora, Rusia está usando «Shaded 136», los llamados «drones suicidas» de fabricación iraní que tienen un radio de acción de 2.000 km y están equipados con explosivos que detonan al hacer contacto contra el blanco.

La república islámica ya está implicada con Rusia para formar a sus militares en el manejo de estos drones. Asimismo, Ucrania pide ayuda a Israel para que le facilite su escudo defensivo frente a estos ataques.

Son decenas de estos drones los que cada día sobrevuelan el espacio ucraniano y golpean sus ciudades y su población civil.

Esta fase de la guerra ha sido la respuesta del Kremlin a la fortaleza de las tropas ucranianas gracias a los sistemas HIMARS, una batería de misiles que tiene la potencia de combate de varios F-16. Cuentan con gran precisión y están detrás del vuelco que se ha producido en esta contienda.

Hasta la llegada de estas armas, la potencia aérea rara vez podía destruir tanques, camiones, puestos de mando o puentes utilizados para abastecer a las fuerzas en campaña, incluso con miles de bombas dirigidas a estos pequeños objetivos.

Ahora, los satélites, los sensores avanzados y varias plataformas de bombardeo tripuladas y no tripuladas pueden localizar de forma fiable las fuerzas enemigas concentradas para destruirlas con ataques de precisión.

Estados Unidos ha proporcionado a Ucrania 16 de ellos y otros 18 están en camino. No es exagerado considerar que cada batería de misiles HIMARS tiene la potencia de combate aire-tierra y la eficacia de varios cazas.

Cuenta con la flexibilidad y el alcance necesarios para coordinarse con fuerzas terrestres y pueden utilizarse contra las fuerzas rusas en una zona determinada, estén donde estén.

Frente a esto, Rusia ha demostrado la precariedad de precisión en sus armas. La consecuencia es que la Federación ha perdido terreno.

Los peligros, sin embargo, son estos ataques continuados contra la población civil; la cada vez mayor cercanía con Irán y la continua amenaza de escalada hacia químicas, bacteriológicas o nucleares.

La Primera Gran Guerra sentó un terrible precedente en la Historia de la humanidad: el uso de armas de destrucción masiva desde el cielo.

Ahora nos encontramos mucho más allá. Nos seguimos preguntando: ¿cómo podría terminar la guerra? Pero no vemos una respuesta fácil ni una salida temprana.

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