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Un votante emite su voto en Orlando, Florida

Un votante emite su voto en Orlando, FloridaGregg Newton / AFP

Elecciones EE.UU.

¿Está en juego de verdad la democracia en EE.UU.?

La narrativa demócrata ha tratado de movilizar al electorado con el argumento de que es necesario votar por el partido de Joe Biden para salvar la democracia

Hoy martes se celebran en Estados Unidos las elecciones de mitad de mandato. En estas elecciones se renuevan los 435 escaños de la Cámara de Representantes y un tercio de los del Senado. Además, 34 de los 50 estados de EE.UU. eligen a sus gobernadores por períodos de cuatro años durante las elecciones de mitad de período, y los estados de Vermont y New Hampshire eligen gobernadores por períodos de dos años.

Asimismo, en estas elecciones se eligen muchos cargos municipales y de otros entes locales, y se someten a referéndum, en los distintos estados de la Unión, una gran variedad de iniciativas ciudadanas.

Si nos centramos en la renovación parcial del Congreso, podemos apreciar cómo se trata de un proceso electoral extremadamente importante, pues el resultado condiciona la segunda mitad del mandato presidencial, en función de si el partido del presidente controla ambas Cámaras o, por el contrario, el inquilino de la Casa Blanca se ve obligado a tener que lidiar con un Congreso hostil mientras prepara la reelección.

En el sistema norteamericano no tener alineado al Congreso dificulta enormemente la labor presidencial

En el sistema norteamericano, diseñado como un conjunto de pesos y contrapesos para limitar el poder (los famosos «checks and balances»), no tener alineado al Congreso dificulta enormemente la labor presidencial. Por tanto, el resultado de las elecciones de hoy va a condicionar la segunda mitad del mandato de Joe Biden.

Este proceso electoral, además, ha estado marcado por la pretensión de los demócratas de presentar las elecciones como una acción necesaria para salvar la democracia. Para ello han puesto el foco de la campaña en los sucesos de enero de 2021 (con el grotesco asalto al Capitolio tras las elecciones en las que Biden accedió a la presidencia) y en la defensa del aborto como derecho (tras la Sentencia Dobbs que, en junio de este año, revocó Roe v. Wade devolviendo a los estados la capacidad de regular el aborto y de proteger legislativamente la vida del no nacido).

En este sentido, y uniendo ambos acontecimientos, la narrativa demócrata ha tratado de movilizar al electorado progresista con el argumento de que está en juego la supervivencia del régimen constitucional. Por un lado, presentando a los republicanos trumpistas como potenciales golpistas. Por otro, deslegitimando la labor del Tribunal Supremo al acusarle de haber sustraído a los ciudadanos un derecho del que disfrutaban desde 1973, con la sentencia Roe v. Wade que consagró el derecho constitucional al aborto (y omitiendo que ese derecho fue creado por el propio Tribunal, pasando por encima de las instituciones representativas y en una sentencia con graves defectos jurídicos).

Esta estrategia de campaña ha activado la base demócrata en los últimos meses, multiplicando donantes y voluntarios, y, por lo que reflejaban las encuestas en verano, parecía que podrían alcanzar el control de las dos Cámaras del Congreso. Sin embargo, parece que pasado el primer efecto -y conforme se ha ido apagando la ira que desató la sentencia Dobbs sobre el aborto- los republicanos están en condiciones de aumentar su diferencia en la Cámara de Representantes y, según muchos expertos, retomar el control del Senado.

Ahora bien, aun cuando los sectores más politizados de la izquierda sí han asumido la narrativa demócrata y han considerado que estas elecciones eran clave para salvar la democracia y los derechos individuales (entendidos en sentido progresista), es dudoso que la mayoría de los electores lo hayan hecho.

Debe tenerse en cuenta, además, que la mayoría de los analistas están resaltando, en las últimas semanas, que una campaña ideológica tiene escasas opciones de éxito con una inflación desbocada y con la economía apuntando a una recesión.

Por otro lado, la insistencia de los demócratas en el reconocimiento del aborto como un derecho que no debe ser objeto de limitación alguna, cuando la posición mayoritaria es que el aborto debe ser legal sólo en algunos supuestos, tampoco parece que haya ayudado a presentarles como un partido conectado con las preocupaciones de la gente de a pie.

Finalmente, la agresividad woke en el mundo educativo le ha generado a los republicanos un poderoso e inesperado aliado: las madres contra el adoctrinamiento izquierdista en la escuela, que está movilizando a una parte del electorado femenino que en las últimas convocatorias electorales había sido reacia a votar a los conservadores.

En definitiva, y a la espera de que viendo los resultados podamos completar el análisis, todo apunta a un triunfo de los republicanos. Más allá de cómo pueda afectar a la labor de Biden, impidiéndole llevar a cabo su agenda legislativa en los próximos dos años, está por ver si ese triunfo es un fenómeno coyuntural o devuelve la presidencia al Great Old Party.

  • Pablo Nuevo López, profesor de Derecho Constitucional de la Universitat Abat Oliba CEU
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