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Hebe Pastor de Bonafini

Hebe Pastor de BonafiniAFP

Argentina

Hebe Pastor de Bonafini, la muerte de la activista que un día defendió los derechos humanos

La presidente de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo murió en Buenos Aires a los 93 años. Cristina Kirchner anunció tres días de luto en Argentina por la mujer que hacía apología del terrorismo, defendió a ETA, a las FARC a las guerrillas de los años 70

Ha muerto a los 93 años de Hebe Pastor de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, activista política, procesada por malversación de fondos, defensora de las FARC y de ETA y madre de dos hijos que terminaron desaparecidos en la peor dictadura que sufrió Argentina (1976-83).

Hebe Pastor de Bonafini, fue una mujer autoritaria, dilapidaría y la peor enemiga del movimiento de mujeres que buscan, hasta el día de hoy, donde están los restos de sus hijos. Ella hizo saltar por los aires la organización que unió a las madres por la tragedia del secuestro y el asesinato de sus hijos.

Ella, la que se aprovechó del Estado y se convirtió en sociedad constructora con apariencia de obra de caridad bajo el nombre de Sueños Compartidos, decidió, por las bravas, cambiar la cerradura de la sede de la asociación y dejar afuera a todas las madres que no la obedecían. De paso, se quedó con las cuentas bancarias. Eso dio paso a la creación de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora.

No quiero nombres porque el hijo de una es el hijo de todasHebe de Bonafini sólo permitía en los pañuelos la inscripción de la asociación de Madres de Plaza de Mayo

Aquella mujer que usaba el pañuelo que asemejaba a los pañales de los hijos que tuvieron, prohibió a sus compañeras de desgracia cobrar indemnizaciones del Estado, como ordenaba la justicia internacional y nacional.

Presumía de ese pedazos de tela que ha hecho historia y demandaba que fuera una segunda piel de la que no podían desprenderse, pero cuando salía de Argentina lo guardaba en la maleta y quizás, se olvidaba de todo. «No quiero nombres porque el hijo de una es el hijo de todas», proclamaba para sostener la prohibición a las que insistían en que el suyo, era el suyo. Sólo permitía en los pañuelos la inscripción de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo

Ordeno y mando, Hebe recibió jugosas subvenciones de organizaciones europeas que se conmovieron ante la tragedia. El tiempo y el conocimiento profundo de esta activista política terminaron de descubrirla y perdió buena parte de aquellas ayudas cuyo destino nunca se terminó de explicar adecuadamente.

Para Hebe de Bonafini, como la conocía Argentina, nada era suficiente. Ni la autocrítica del ex jefe del estado Mayor General del Ejército, Martín Balza, sobre la actuación de sus compañeros de filas -que no él- durante la dictadura, ni las explicaciones de sus compañeras que le rogaban tener el derecho a pensar por sí mismas.

A Balza, como a cualquiera que no siguiera sus directrices, le injurió, a los periodistas que resistieron y sobrevivieron a los años de plomo pero no militaron en los movimientos guerrilleros de sus hijos, les escenificó un juicio popular en un estrado a pocos metros de la Casa Rosada.

Al etarra Jesús María Lariz Iriondo, le dio casa, mantel y vida social pese a que, ironías de la historia, el por entonces juez Baltasar Garzón había solicitado su extradición

Con la llegada de Néstor y Cristina Kirchner al poder (mayo de 2003) se convirtió en asidua a la casa de Gobierno y a las actividades políticas del matrimonio. A «Cristina» juró defender a como diera lugar, al etarra Jesús María Lariz Iriondo, le dio casa, mantel y vida social pese a que, ironías de la historia, el por entonces juez Baltasar Garzón había solicitado su extradición.

A los muertos de las Torres Gemelas no les dedicó una palabra de conmiseración. Por el contrario, festejó el atentado. Hebe de Bonafinia era así, disfrutaba con el dolor de aquellos a los que consideraba sus enemigos

A los muertos de las Torres Gemelas no les dedicó una palabra de conmiseración. Por el contrario, festejó el atentado. Hebe de Bonafini era así, disfrutaba con el dolor de aquellos a los que consideraba sus enemigos.

Con la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA), donde penaron unas cinco mil almas secuestradas por el régimen militar, ajustó cuentas montando unas clases de cocina con el entusiasmo del kirchnerismo. Extraña decisión y destino para un lugar donde se quemaba a los vivos o desde donde despegaban aviones para arrojar a los detenidos, aún con pulso, al Río de la Plata y al océano.

Imposible descifrar el cerebro de una ama de casa que se hizo otra tras la muerte por el terrorismo de Estado de sus hijos. Difícil entender cómo se volcó y virtualmente adoptó y metió en su casa a Sergio Schoklender, parricida con hermano Pablo y socio suyo en la Fundación Sueños Compartidos que estafó millones al Estado y la llevó a estar procesada. Más complejo quizás asumir que la señora que hacía, de forma sistemática, apología del terrorismo fuera capaz de inventarse una Universidad de las Madres y consiguiera con su idolatrada Cristina Fernández de Kirchner que el gobierno la reconociera y pagara sus pufos.

«Somos una organización política, ahora con un proyecto nacional y popular de liberación»Hebe de Bonafini

Con sinceridad brutal Bonafini asumió no hace mucho que lo que ella hacía ahora nada tenía que ver con lo que buscaban las madres de Plaza de Mayo. El dinero del Estado, la popularidad, la influencia en el matrimonio Kirchner provocó que su causa pasara a un segundo plano y despertara las críticas más enconadas. «Somos una organización política, ahora con un proyecto nacional y popular de liberación», reconoció. Fidel Castro, Hugo Chávez, Manuel Marulanda y los líderes de la última hornada bolivariana eran sus referencias.

Entrar en la «casa de las madres» de la ciudad de Buenos Aires para entrevistar a Hebe Pastor de Bonafini suponía cruzar el umbral de una puerta que ella abría y cerrada, no siempre despacio, a su antojo

Entrar en la «casa de las madres» de la ciudad de Buenos Aires para entrevistar a Hebe Pastor de Bonafini suponía cruzar el umbral de una puerta que ella abría y cerrada, no siempre despacio, a su antojo. Agresiva y hasta violenta en la dialéctica, la señora que nació en La Plata dejó de provocar lástima cuando se transformó en una persona con los rasgos que censuraba en los verdugos de la democracia.

Hoy ha muerto en Buenos Aires. Su hija, Alejandra, dio la noticia y Cristina Fernández de Kirchner la tuiteó. Yo, recuerdo cómo me justificó que el parricida Sergio Schoklender, con el que terminó también por las bravas, hubiera sustituido la ausencia de sus dos hijos: «Ojala los hijos de Videla, Massera y Agostí, hubieran hecho con sus padres lo que Sergio hizo con los suyos», me dijo. Ojalá, descanse en paz.

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