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Sabotaje Nord Stream

Fuga de gas metano en el mar Báltico tras el sabotaje del gasoducto Nord StreamAFP

350 días de guerra en Ucrania

EE.UU. niega estar detrás del ataque al Nord Stream: «Es una ficción»

Una investigación periodística apunta a que buzos de la Marina de EE.UU. colocaron cargas explosivas en los gasoductos durante unas maniobras de la OTAN

El sabotaje de los gasoductos Nord Stream, que conectaban las reservas de gas natural ruso con Alemania, habría sido obra de buceadores de la Marina de Estados Unidos.

El objetivo: acabar por la vía de los hechos consumados con la dependencia europea de los hidrocarburos rusos.

Es la conclusión a la que ha llegado el conocido periodista estadounidense Seymour Hersh en una investigación independiente publicada en su sitio web personal.

El periodista recibió el premio Pulitzer por la investigación periodística sobre la matanza cometida por Estados Unidos en la aldea vietnamita de My Lai en 1968.

También realizó para The New York Times y el New Yorker polémicos trabajos de investigación sobre violación de derechos humanos cometidos por tropas estadounidenses en Afganistán y participó en la investigación de los Papeles del Pentágono.

Según su investigación sobre el sabotaje del Nord Stream, la acción habría sido planificada por la CIA sin informar al Congreso por orden del presidente Joe Biden.

Buzos del Centro de Salvamento y Buceo de la Marina de Estados Unidos en Panamá habrían colocado cargas C 4 sobre las cuatro tuberías del Nord Stream 1 y 2 usando como tapadera las rutinarias maniobras militares de la OTAN en el Báltico de BALTOPS 22, en junio.

Unos meses más tarde, el 26 de septiembre de 22, un avión de vigilancia P8 de la Marina de Guerra noruega lanzó una boya con sonar sobre el punto donde se habían instalado los explosivos.

Poco después emitió una señal y los explosivos hicieron explosión. A continuación, el mar empezó a burbujear en el lugar de la explosión: las tuberías habían quedado seccionadas provocando una fuga masiva de gas metano durante días que ocasionó una catástrofe medioambiental.

Desmentido de Washington

La historia del periodista Seymour Hersh, sin embargo, ha sido desmentida por el gobierno de Estados Unidos y el Pentágono.

«Es una ficción falsa», afirmó una portavoz de la Casa Blanca. «Es total y absolutamente falsa», aseguró por su parte un portavoz de la CIA.

Hersh, sin embargo, argumenta que accedió a gran cantidad de detalles de la operación por medio de «una fuente con conocimiento directo de la planificación».

Según su investigación, los preparativos para efectuar el ataque se alargaron entre finales de 2021 y los primeros meses de 2022.

Sobre los motivos por los que la administración Biden habría decidido embarcarse en una acción semejante, que podría ser considerada como una acción de guerra, el periodista recuerda que, con el inicio de la invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero de 2022, Biden temía que el presidente ruso, Vladimir Putin, pudiera emplear el gas natural como arma contra occidente.

«La decisión de Biden de sabotear los oleoductos se produjo después de más de nueve meses de debates altamente secretos dentro de la comunidad de seguridad nacional de Washington sobre la mejor manera de lograr ese objetivo», afirmó el periodista.

«Durante gran parte de ese tiempo, el problema no era si hacer la misión, sino cómo hacerla sin dejar indicios de quién era el responsable», añadió.

Según su argumentación, el Nord Stream suponía una amenaza para la hegemonía de Estados Unidos en el bloque occidental.

Por medio del gasoducto, Rusia ofrecía gas natural muy barato a Alemania, a sus fábricas y a sus hogares, lo que, en última instancia, permitió despegar a la locomotora alemana sin rival en Europa.

Sin embargo, los demás países europeos también se beneficiaban de la dependencia europea del gas ruso. Los distribuidores alemanes vendían el excedente de gas ruso a los demás países europeos a precios muy beneficiosos.

Como contrapartida, los países europeos se echaban en brazos de la influencia del Kremlin, que podía servirse de la dependencia energética para chantajear a los gobiernos europeos.

Seymour Hersh recuerda que «Gazprom controlaba el 51 % de la infraestructura, con cuatro empresas energéticas europeas, una en Francia, una en los Países Bajos y dos en Alemania».

«Las ganancias de Gazprom se compartieron con el gobierno ruso, y se estimó que los ingresos estatales de gas y petróleo en algunos años ascenderían hasta el 45 % del presupuesto anual de Rusia».

Una casi inagotable fuente de dinero para financiar la guerra en Ucrania y cualquier aventura militarista en la que Putin decidiera comprometerse.

La operación, altamente secreta, pasó por varias etapas en las que se barajaron diferentes opciones para sabotear el Nord Stream.

«La Armada propuso utilizar un submarino recién entregado para asaltar el gasoducto directamente. La Fuerza Aérea discutió el lanzamiento de bombas con fusibles retardados que podrían activarse de forma remota. La CIA argumentó que cualquier cosa que se hiciera, tendría que ser encubierta. Todos los involucrados entendieron lo que estaba en juego», reveló el periodista.

Su fuente asegura que durante las reuniones se reconoció que «si el ataque fuera rastreable hasta Estados Unidos sería un acto de guerra».

Finalmente, se decidió emplear buzos de la Marina apoyados por submarinos. La base de la operación se estableció en Noruega, país miembro de la OTAN. El punto seleccionado fue una zona de aguas poco profundas del mar Báltico, a pocas millas de la isla de Bornholm, en Dinamarca.

Los buzos colocarían cargas de C 4 en las cuatro tuberías, un trabajo complicado y muy peligroso. Tuvieron que ensayar antes durante muchas jornadas en el centro de Panamá para poder actuar con un margen de error mínimo.

Los ejercicios de la BALTOPS 22 eran la tapadera ideal, pues permitían desplazar a buques de la Sexta Flota estadounidense al Báltico sin levantar sospechas.

Tras la explosión de la infraestructura, la prensa estadounidense resaltó que nunca se podría saber la autoría del atentado.

El Kremlin siempre rechazó que estuviera detrás del ataque, aunque las continuas mentiras del gobierno ruso –afirmaron que nunca invadirían Ucrania hasta poco antes de invadirla, o siempre rechazaron su responsabilidad en ciberataques con una clara impronta del Kremlin– le restaron credibilidad.

Aunque lo cierto es que, en este caso, muchos medios de comunicación se preguntaron acertadamente qué beneficio podría obtener Rusia en destruir la rentable infraestructura que le permitía llenarse los bolsillos de dinero europeo, enriquecer a su clase dirigente y financiar la guerra en Ucrania.

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