358 días de guerra en Ucrania
Armas para Ucrania, cuáles se agotan y cuáles sobran
El envío de armas de los países occidentales al Ejército de Zelenski contrarresta las ingentes cantidades de munición que Rusia heredó de la Unión Soviética
No seré yo quien le diga a Jens Stoltenberg, el prestigioso secretario general de la OTAN, cómo hacer su trabajo.
Estoy seguro, además, de que tiene buenas razones para dar un cariñoso tirón de orejas a las naciones de la alianza. Después de décadas de paz, son muchos los gobiernos que necesitan un acicate para incrementar la producción de algunas de las armas que necesitamos para nuestra defensa, muchas de las cuales son, como cabría esperar, las mismas que nos pide Ucrania para repeler la agresión rusa.
Es también que, en el mundo de hoy, las noticias son un arma de guerra más. Es preciso pensárselo dos veces antes de dar munición a la propaganda del enemigo con valoraciones que, sacadas de contexto, van a ser utilizadas para dar esperanza a la sociedad rusa y moral a sus soldados.
Pero el mal, si es que es tal, ya está hecho. Si acaso, para evitar que los lectores de El Debate se inquieten más de lo que deben, trataré de poner las palabras de Stoltenberg en ese contexto imprescindible para entenderlas. Un contexto que, por supuesto, no aparecerá en la prensa controlada por Moscú.
¿Falta munición?
¿Falta munición? De algunos tipos, sí. La munición, en la guerra, nunca sobra, porque se ajusta el gasto a la que se tiene.
Pero las carencias solo son preocupantes en la artillería de gran calibre, la de 155 mm, de la que parece que Ucrania ha consumido alrededor de 5.000 proyectiles cada día de combate.
Es a esta munición, desde luego importante en la anticuada guerra de trincheras planteada por el Kremlin, a la que Stoltenberg se refiere cuando dice que «la guerra en Ucrania está consumiendo una enorme cantidad de municiones y agotando las reservas aliadas».
¿Por qué ocurre esto? ¿Supone una grave dejación de la responsabilidad que tienen los gobiernos aliados de asegurar la defensa de sus países?
No negaré que España ha estado muchos años sin hacer sus deberes presupuestarios, pero, en general, en los países que lideran la Alianza Atlántica, no hay tal dejación.
Las carencias se explican fácilmente porque no es razonable asumir el gasto que supone almacenar las enormes cantidades de disparos de artillería que exige un año de guerra de trincheras cuando la OTAN tiene los medios necesarios para imponer otro modelo de campaña, mucho más eficaz que el que Rusia emplea en Ucrania.
Un modelo multidominio que se basa en la supremacía aérea, en la tecnología stealth, en potentes sistemas de mando y control y en la precisión de las armas, más que en la cantidad. No recuerdo, por poner un ejemplo, que nadie echara de menos la munición de 155 en ninguna de las guerras del Golfo Pérsico.
Rusia no hace guerra de trincheras porque le guste, sino porque no puede hacer otra cosa
Porque no es una guerra de la Alianza, en Ucrania hay que combatir según las reglas que impone el Ejército ruso. Y es verdad que estas reglas, en las que el tiempo parece no contar, crean dificultades a los ministerios de defensa aliados.
¿Suficientes para dar al Ejército de Putin posibilidades de victoria? Desde luego que no. Rusia no hace guerra de trincheras porque le guste, sino porque no puede hacer otra cosa.
Hubieran preferido una campaña relámpago, pero los misiles Javelin y NLAW, entre otros muchos, han inmovilizado sus carros de combate y sus unidades mecanizadas.
La capacidad ofensiva que le queda a Rusia reside en la infantería y en la artillería, como ocurría en la primera guerra mundial
Después de un año de lucha, la capacidad ofensiva que le queda a Rusia reside en la infantería y en la artillería, como ocurría en la primera guerra mundial.
Pero, insisto, no es por elección. Si los aviones rusos no vuelan para apoyar a su infantería o a sus carros no es porque no les guste, sino porque no se lo permiten los misiles Stinger o Starstreak, que los infantes ucranianos disparan desde el hombro.
Si los buques rusos no se acercan a Odesa no es porque tengan otra cosa mejor que hacer, sino porque temen a los Harpoon suministrados por Occidente.
Contribuye también a poner en perspectiva las declaraciones de Stoltenberg el que todavía no se hayan entregado a Ucrania muchos de los sistemas de armas más eficaces de que dispone la Alianza Atlántica.
Algunos, como los carros de combate, están por llegar, y cuando lo hagan llevarán toda la munición que puedan necesitar.
Solo la alemana Rheinmetall se compromete a producir más de doscientos mil proyectiles al año para los Leopard.
Otros sistemas, como los aviones de caza y de ataque, los helicópteros o los misiles tierra-tierra, están a la espera de recibir la luz verde de los gobiernos aliados. ¿Falta decisión? Quizá. Pero no faltan medios.
Rusia confía su suerte a su superioridad artillera, a la que debe los pocos éxitos que ha conseguido en el Donbás
Dicho esto, que considero imprescindible para entender las dimensiones reales del problema, no quisiera esquivar el tema de la artillería.
Ni tampoco restarle importancia, porque la tiene. Es innegable que, después de los fracasos iniciales, Rusia confía su suerte a su superioridad artillera, a la que debe los pocos éxitos que ha conseguido en el Donbás.
Pero eso no implica que tenga mayor capacidad industrial que Occidente, como se ha llegado a escribir. La hipótesis parece hasta ridícula. Si Rusia dispone de más munición es, sobre todo, porque heredó ingentes cantidades de la antigua Unión Soviética.
Los propios ucranianos, siempre dispuestos a exagerar sus dificultades para hacer más apremiante la ayuda occidental, reconocen que los cañones rusos se han visto obligados a reducir significativamente un ritmo de fuego que llegó a suponer 50.000 proyectiles diarios.
Cifra insostenible a medio plazo, no solo por consideraciones industriales, sino económicas, que también importan en las guerras porque ¿es razonable que cada una de las bajas del Ejército ucraniano le cueste a su enemigo varios centenares de proyectiles de grueso calibre?
Cada uno de los cohetes HIMARS y los proyectiles Excalibur, guiados por GPS hasta su objetivo, reemplaza con ventaja a decenas de proyectiles convencionales en muchas de las misiones que realiza la artillería.
Es verdad que no en todas, porque cuando se trata de bombardear una zona la cantidad importa. Pero hasta esa desventaja se verá equilibrada cuando los gobiernos occidentales, presionados por el secretario general de la Alianza, pongan sobre la mesa los contratos que la industria necesita para invertir en la mejora de sus cadenas de producción.
Cuando eso se consiga, y la prensa especializada empieza a anunciar los primeros brotes verdes, creo que será el momento de que perdonemos la indiscreción de Stoltenberg.