Abraham Jiménez Enoa, periodista cubano exiliado en España
«No se puede ser de izquierdas y que tu paradigma sea Cuba, Venezuela o Nicaragua»
Abraham Jiménez Enoa acaba de publicar La isla oculta (Libros del K.O), un libro donde el periodista cubano exiliado en Barcelona recoge historias reales de la Cuba de hoy donde emerge un país desconocido «para la mayoría».
Un país que, en palabras del autor, ha quedado «devastado» por la represión de la dictadura comunista.
Jiménez Enoa pertenece a la nueva generación de comunicadores y autores cubanos.
Obligado a trabajar en la oficina de comunicación del ministerio del Interior para pagar sus estudios «gratuitos», la dictadura inició una voraz persecución contra él tras fundar la publicación El Estornudo, un medio de comunicación libre nacido con el impulso del intento de acercamiento entre Cuba y Estados Unidos en tiempos de Obama.
Los servicios de seguridad del régimen comenzaron a vigilarle, lo detuvieron de forma injustificada, lo sometieron a arresto domiciliario y, finalmente, le forzaron a dejar el país.
–La Isla oculta a veces se asemeja a un rompecabezas de Cuba. ¿Cómo describirías tu libro? ¿Cuál es el hilo conductor?
–Sí, totalmente es un puzle. Quise armar un país en el cual yo estaba encerrado y del que no podía salir, armar un país que no se cuenta en la mayoría de los medios mainstream, que no se cuenta en la narrativa de la opinión pública internacional. Ese fue el tratamiento que me propuse.
La línea central la intenté contar a través de personajes comunes, personas normales, sin grandilocuencia, y que el país fuera transcurriendo a través de ellos. Que no sólo se asistiera a una suerte de comunidad, una suerte de territorio, sino que, a través de la voz y de los cuerpos de estos personajes, el país fuera poco a poco emergiendo a lo largo del hilo narrativo del libro.
–¿Qué hay de real y qué de realismo mágico en tus historias?
–Bueno, es que la vida en Cuba es totalmente surrealista. Esa fue otra de mis pretensiones expresas: intenté encontrar y buscar historias que contaran esa surrealidad que a la vez es realidad, porque es verdad. Pero es una verdad que sólo conocen los cubanos y que la toman por natural.
Obviamente, cuando alguien de fuera de ese contexto asiste a esa realidad, le parece que es ficción. Ahí sí hubo una intención de buscar historias y personajes que, si bien para los cubanos son normales, para el resto de la gente caminaran por la cornisa de la realidad.
Todos, absolutamente todos los personajes son reales. Es un libro de periodismo, un libro de no ficción. No hay nada inventado, pero sí, obviamente, todo cabe en un terreno totalmente del absurdo y del realismo mágico.
–Antes de pasar por las filas de El Estornudo, estuviste un tiempo en la oficina del ministerio del Interior. ¿Qué te encontraste dentro del ministerio?
–Yo trabajaba en la supuesta oficina de comunicación del Ministerio del Interior. En Cuba hay una cosa que se llama servicio social, que tienen que pasar todos los estudiantes una vez que se gradúan de la universidad, y que es la manera que el gobierno cubano tiene para que los alumnos le paguen por haber estudiado de manera 'gratis' en la universidad.
Las mujeres pasan tres años y los hombres dos, en lugares donde ellos quieran. Donde haga falta te ubican, y por eso le llaman servicio social. Las mujeres pasan tres, porque no hacen un año de servicio militar. Los hombres pasan dos porque es obligatorio para entrar a la universidad pasar un año de servicio militar.
Cuando yo me gradué me mandaron a esta oficina. No hacía falta alguien allí, pero me mandaron. Otros fueron a periódicos, otros fueron a otras oficinas, en fin, te ubican por esos dos años donde al gobierno le haga falta.
A mí me mandan a esa oficina que se encargaba la comunicación institucional del Ministerio del Interior, pero que no tenían trabajo para mí, porque no había mucho que hacer en materia de comunicación.
Mi trabajo consistía en tomar unas tijeras, revisar los tres periódicos que hay de tirada nacional en el país y ver si había alguna información del ministerio del Interior. Si había una, la recortaba con unas tijeras y metía en una carpeta y archivaba esa noticia. Ese era mi trabajo.
De alguna manera yo no conocí el intríngulis represivo, el aparato militar del ministerio Interior, porque yo estaba en una oficina supuestamente de comunicación y prácticamente lo que hacía era perder mi tiempo en ese trabajo.
Ellos se enfadan mucho cuando ven que yo fundo El Estornudo, me expulsan de ese lugar y ahí es cuando me regulan –el gobierno cubano le llama regulación migratoria–, que es que me impiden salir del país. Es por eso por los que yo nunca pude salir de mi país hasta 2022.
–Desde hace meses, Cuba atraviesa una etapa de descontento social. ¿Cuál es la situación en este momento en la isla?
–Todo esto empezó a ocurrir a partir de la llegada de internet a Cuba. En el año 2015, el gobierno, como parte de un paquete de reformas socioeconómicas, dio la posibilidad a los cubanos de que se pudieran conectar a internet.
A partir de ahí nacen una generación de medios independientes de la que yo soy hijo. También permitió que naciera una nueva sociedad civil con activistas, con opositores y que tenían a su vez el arma de internet para organizarse, empoderarse..., y ese empoderamiento saltó de la virtualidad a la realidad.
Mi generación empezó a pujar por el cambio, porque Cuba es un lugar donde sigue sin haber los derechos más básicos
Mi generación empezó a pujar por el cambio, porque Cuba es un lugar donde sigue sin haber los derechos más básicos. Salir a la calle con un cartel te puede llevar a la cárcel. Es un lugar donde no hay libertad de prensa, donde no hay libertad de asociación, donde hay un solo partido, el Partido Comunista, por ley.
Mi generación quería cambiar ese escenario. Eso llevó a un punto de confrontación. Por primera vez en 60 años, en muchos lugares del país, en el verano de 2021, salió el pueblo a la calle a pedir cambio, a pedir el fin de la dictadura, empujados también por las condiciones de la pandemia, por la falta de electricidad, por el hambre, por los muertos, por la falta de medicamentos.
A partir de ahí el gobierno tomó la decisión de barrer con toda esa nueva sociedad. El saldo de aquellas protestas son más de 1.500 presos políticos que están hoy en cárcel de máxima seguridad, y el resto ha sido empujado al exilio, como yo mismo fui empujado al exilio.
Toda esa generación, toda esa juventud y todo ese empuje que en algún momento estaba luchando por cambios, desapareció, o la hicieron desaparecer.
Ahora mismo lo que hay en Cuba es una especie de posguerra, un país cuya oposición está maniatada y lo que hay es un país totalmente devastado, pudriéndose en la escasez y en la carestía.
Después de esas protestas no sucedió más ningún movimiento político de gran magnitud y lo que ha quedado es mucha tristeza, un país donde un huevo es un lujo, donde poner un plato de comida es casi una odisea, donde hay lugares que cada 14 horas se quedan sin electricidad. Se está viviendo en unas condiciones paupérrimas.
–¿Qué previsión haces para el futuro de Cuba? ¿Hay castrismo para rato?
–Yo creo que el castrismo es un monstruo que se creó y que, al contrario a lo que la gente piensa, ya es tan grande que puede funcionar incluso sin sus artífices, Fidel y Raúl.
Mucha gente anticipaba el final del castrismo con la muerte de Fidel. Fidel se murió hace casi diez años y no ha pasado absolutamente nada, incluso se ha agudizado el problema de los derechos humanos en Cuba.
Creo que la muerte de Raúl Castro va a generar un cambio del régimen de las cosas y el statu quo en Cuba
Pero sí creo que la muerte de Raúl va a generar un cambio del régimen de las cosas y el statu quo. Porque cuando se murió Fidel estaba Raúl, pero ahora, cuando se muera Raúl, no va a haber nadie. Raúl tiene ya 91 años y la mayoría de los generales de la cúpula del castrismo también están falleciendo, porque todos tienen cerca de 90 años, o si no están falleciendo no tienen capacidad.
Han ido ascendiendo, poco a poco, algunos civiles que están dentro del aparato comunista de Cuba. Son hijos de ese aparato, pero son civiles, y son más jóvenes, son menores de 60 años.
Una vez que salga Raúl del juego, se puede dar una suerte de Perestroika, un poco lo que sucedió en la Unión Soviética.
–En el libro hablas de tu asombro al ver en Madrid una manifestación contra el entonces gobierno del Partido Popular. Señalas que en Cuba sería imposible y recuerdas que por manifestaciones parecidas en la isla acabaron en la cárcel 1.400 personas. En España, la izquierda justifica la dictadura cubana. ¿Cómo explicarías a los miembros de esa izquierda qué es la dictadura cubana?
–A mí lo que me llamaba la atención era el hecho en sí, la manifestación, que los policías y los agentes del orden público cuidaran a los manifestantes y no los agredieran. Eso en Cuba es imposible, porque los agentes van a reprimir.
Luego, la libertad que trascendía el hecho, el estar ante esa cantidad de gente manifestándose de manera libre. No me refería a lo político, a lo que estaban condenando.
Es inadmisible cómo se sigue viendo Cuba, y no sólo Cuba, Nicaragua y Venezuela, como vanguardia de la izquierda
Pero sí, es verdaderamente inadmisible cómo se sigue viendo Cuba, y no sólo Cuba, Nicaragua y Venezuela, como vanguardia de la izquierda, cuando sencillamente son dictaduras con todas las letras.
Yo explico con facilidad lo que sucede en Cuba, soy periodista. En mi país hay un solo partido, el Partido Comunista, por ley no puede existir otro partido, y ese partido es el que dirige todos los medios de comunicación, es decir, todos los periódicos, todas las emisoras de radio, todos los canales de televisión, todas las revistas.
Hacer periodismo fuera de esa sombra legal te convierte en un delincuente y te convierte en un enemigo del gobierno.
Es imposible que, en un país donde no puedes expresarte, en un país donde no puedes decir lo que piensas, en un país donde sales a la calle con un cartel y te caen 11 años de prisión, es imposible que no sea otra cosa que una dictadura.
Yo entiendo de dónde viene el romanticismo y de dónde viene esa idealización de Cuba. Cuba intentó hacer algo muy importante en el siglo pasado, pero no se fraguó, se torció en el camino y terminó siendo una dictadura justamente porque los que crearon eso quisieron perpetuarse en el país.
Yo entiendo el romanticismo, pero viene, en parte, de un desconocimiento de lo que es ese país. La que se tiene que revisar es la izquierda española, la izquierda europea y la izquierda el mundo.
No puede ser que alguno se considere de izquierda y que tu paradigma sean los cubanos, los venezolanos y los nicaragüenses. Es absolutamente inadmisible.
–En el último capítulo del libro hablas de cómo fue tu proceso de salida de Cuba y llegada a Europa. ¿Cómo describirías tu adaptación?
–Justo ahora estoy escribiendo un libro que vendría a ser como la continuación de La isla oculta, porque va a empezar justamente donde acabo en este libro, en esa suerte de epílogo. Va a contar todo mi primer año lidiando con este nuevo mundo.
Mi sensación es de haber vuelto a nacer, de haber aterrizado en otra galaxia. A mis 33 años, mi llegada al capitalismo ha sido totalmente abrupta y una consternación absoluta.
Nunca me había montado en un metro, nunca había visto una publicidad, nunca había entrado a un mercado donde hubiera más de dos tipos de queso, y de pronto hay siete. La leche, que en Cuba tú no sabes de qué marca es, ni de dónde proviene, y de pronto entras aquí y ves que la hay desnatada y con un 20 % de no sé qué.
Es absolutamente contrario a todo lo que he vivido: la libertad de manifestarse, la libertad de opinar, la libertad de poder transitar.
Obviamente también mi sensación, cuando ha pasado un año y habiendo pasado toda esa experiencia tan chocante, es de haber salido de una dictadura, la cubana, pero haber caído en otra, en el sentido del capitalismo y su control, el mundo globalizado y la xenofobia… He tenido que vivir pasajes racistas…
Ha sido un año donde me han sucedido un montón de cosas y que la manera que he encontrado de canalizarlas ha sido por medio de la escritura.
–¿Qué diferencia hay entre el exilio cubano en Miami y en España?
–Cada vez hay más cubanos (en Madrid). Obviamente, todavía no hay más que en Florida, porque a Florida están llegando desde la década de los 60, pero están llegando cada vez más cubanos a Madrid.
De hecho, en uno de sus últimos discursos, el presidente cubano habló de la ‘miamización’ de Madrid. Muchos de toda esta generación de la sociedad civil, opositores, activistas, periodistas, por cuestiones logísticas, también idiomáticas, y también porque es otra generación más alejada de esos extremismos de Miami, han decidido venir a Madrid.
Muchos de los que participaron en las protestas, muchos de los movimientos artísticos importantes de Cuba de los últimos años, están en Madrid y no están en Miami.
Creo que ahí sí hay una diferencia notable, sobre todo a nivel generacional. Obviamente, eso no significa que en Miami no te vayas a encontrar gente capaz y gente que no esté dentro de ese ambiente recalcitrante y extremista.
Al final es súper interesante, porque llegan a ser tan extremistas que terminan siendo, de alguna manera, lo mismo que el gobierno cubano.
Son como dos esquinas que al final se dan la mano, y termina siendo lo mismo el periódico Granma que los medios de Miami, o los voceros defensores acérrimos del gobierno cubano y los rostros de ese exilio viejo y recalcitrante en Miami.
La diferencia fundamental entre la comunidad cubana de Miami y la de Madrid es que la de Madrid es mucho más joven que la de Miami. Ha abogado por seguir haciendo cosas con Cuba, mientras que la de Miami, históricamente, se ha dedicado más a la condena, a la denuncia, y eso, de alguna manera, los aleja más cuando geográficamente están más cerca.
–¿Hay un acercamiento entre Cuba y la administración Biden como la hubo en tiempos de Obama? ¿Cree que se está empelando la emigración como arma de chantaje?
–Lo de Obama fue inédito y es muy difícil que vuelva a pasar. De hecho, Biden era vicepresidente Obama en ese momento y una de sus propuestas políticas para su elección era retomar los tiempos de Obama. Pero no ha hecho nada por eso.
Biden, si bien no ha sido como Trump, que adoptó 230 medidas en contra del gobierno cubano, financieras y comerciales, y no ha añadido ninguna más, tampoco ha hecho nada por mejorar esa relación.
No creo que haya un acercamiento a aquellos niveles. Todo lo que vino después –yo soy hijo de esa generación–, internet, el florecimiento de la propiedad privada, el auge del activismo político…, vino por ese acercamiento con Estados Unidos.
De hecho, el gobierno cubano levantó el freno cuando se dio cuenta de que el país se le iba de las manos, que estaba cambiando totalmente.
El castrismo, a diferencia de otras veces, de manera silenciosa está ejecutando mediante la emigración forzosa, una especie de válvula de escape.
La otra vez ocurrió en 1980 y en el 65, cuando abrieron la frontera para que se fuera quien quisiera.
Lo que ha hecho (la dictadura cubana) fue, en contubernio con Daniel Ortega, el dictador nicaragüense, levantar el visado hacia Nicaragua. Entonces los cubanos se van hacia Nicaragua y suben (hacia Estados Unidos).
Incluso se han dado casos en los que han sacado directamente a políticos de la oposición, a los que hacen activismo, a periodistas, de las cárceles y los han subido en un avión.
En mi caso particular, a mí no me dejaban salir, yo no tenía pasaporte, y me llamaron por teléfono para decirme que ‘te damos pasaporte, pero para que te vayas’. Así han hecho con la mayoría de la gente que estaba haciendo cosas para cambiar la situación de la nación.