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El gol en propia puerta de Argentina a Ecuador

El embajador argentino en Quito participó, por acción u omisión, en la fuga de una exministra de Rafael Correa condenada a ocho años por corrupción. Correa celebró la huida y se burló de Lasso mientras la mano de Cristina Kirchner asoma en un hecho sin precedente entres dos países democráticos

Actualizada 04:30

Alberto Fernández, presidente de Argentina, tiene todos los frentes abiertos. El más peligroso es el de la inflación. Superado el 100 % puede ser la mecha que haga saltar por los aires el polvorín que es hoy Argentina, cuando apenas quedan siete meses para las elecciones presidenciales.

Cuatro de cada 10 argentinos sobreviven en la indigencia y oficialmente, el 35 por ciento es pobre. La economía no recupera oxígeno, los cambios paralelos de la moneda (un festival) compiten en cotizaciones disparadas, las inversiones brillan por su ausencia y el dinero para cumplir con los subsidios se les escurre en bolsillos propios –y ajenos– mientras el que puede toma la salida de emergencia de Ezeiza (aeropuerto internacional)

El escenario, salvo por los tres dígitos de la inflación, en rigor no es muy diferente al de los últimos años o décadas. Al gobierno le faltan manos para tapar agujeros y frenar la convulsión social que adquiere temperatura de olla exprés. Así las cosas, un episodio innecesario abrió un nuevo flanco en el gobierno. Su embajador en Quito participó, por acción u omisión, en la fuga de una exministra de Rafael Correa condenada a ocho años por corrupción.

María de los Angeles Duarte Pesantes, titular de Transporte y Obras Públicas en la época de Correa, se encontraba refugiada en la legación diplomática desde hace dos años. Argentina rechazaba entregarla para que cumpliera la sentencia y pretendía que Quito le concediera un salvoconducto para que la condenada se escapara de la justicia, tras concederla el asilo político. Al no lograrlo, –el viernes pasado o el fin de semana–, tras despedirse con un asado de la misión diplomática y de sus allegados, Duarte Pesantes escapó a Venezuela. En Caracas se mostró junto al embajador, también de Argentina, Oscar Laborde.

El embajador Gabriel Fuks se lavó las manos con la excusa de que no era guardián de nadie y se negó a entregar el registro de visitas y las grabaciones de las cámaras que podrían arrojar luz sobre los hechos que, evidentemente, conoce mejor que nadie. Guillermo Lasso llamó a su embajador a consultas y el gobierno declaró persona non grata a Fuks al que le dio de plazo hasta el domingo para abandonar el país. La Casa Rosada no censuró a su embajador y actúo en reciprocidad con Xavier Monge que ya abandonó Buenos Aires.

Hasta aquí la secuencia de los hechos que incluye la petición de Argentina de retirar a la policía ecuatoriana de su Embajada en Quito. La noticia que advertía que ambos países estaban al borde de la ruptura de relaciones diplomáticas la tuiteó Correa, también condenado en rebeldía por corrupto, con un emoticón guiñando el ojo y el hashtag: Para Tonto NoSe estudia, en alusión al actual presidente de Ecuador.

Correa, prófugo de la justicia, llegará esta semana a Buenos Aires a participar de una reunión del Grupo de Puebla, el club de políticos y expresidentes de esa izquierda trasnochada que encuentra en las dictaduras de Cuba y Venezuela un lugar en el mundo donde sentirse felices (pero sólo de visita).

Rafael Correa, el expresidente al que Cristina Fernández de Kirchner no era capaz de negar nada y hasta escuchaba, (por él cambio su visión del Papa), participará de una agenda de defensa de derechos humanos. Es fácil adivinar que se pondrá, con la actual vicepresidenta, como ejemplo de víctima. El mundo al revés de los condenados.

La venganza de Correa

Ningún embajador de Argentina se atrevería a hacer lo que hizo Fuks por su cuenta y riesgo. Sería ingenuo pensar que la decisión fue suya. El embajador argentino que tiene que hacer las maletas ha sido el brazo ejecutor de la venganza de Correa contra Guillermo Lasso, pero lo suyo es pensar que las instrucciones habrían salido de labios de la viuda de Néstor Kirchner, la segunda en el poder y la que lo ejerce a su antojo frente a un Fernández que no pasará la historia por méritos difíciles de encontrar.

Ella se ha dado el gusto de vengar a su amigo, éste lo disfruta con sus guiños y burlas en Twitter a un Lasso debilitado, pero la víctima real, una vez más, es Argentina. Su imagen y reputación, al hacerse cómplice de un delito que sólo se entiende en las dictaduras, ha quedado más dañada de lo que ya estaba.

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