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Sin banderaCarmen de Carlos

Por qué quiero que gane Argentina la final del Mundial

A la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, que simula ser inocente de la elección de Alberto Fernández (su delfín convertido en cachalote), no le viene nada bien que la selección de Argentina gane el Campeonato del Mundo

Actualizada 15:01

El fútbol es deporte, pero es negocio y equivale a cuestión de Estado cuando el volumen de lo que hay en juego supera la línea de cinco o más dígitos.

Cuando una (ellos también) habla de cuestión de Estado, habla de política además de identidad y de desafío nacional. Mañana lunes, la actual vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, ha convocado a las masas en las calles. Entre la masa ya no estará Yolanda Díaz, que estuvo varios días de vacaciones en Buenos Aires disfrutando del verano austral.

A la viuda de Néstor Kirchner la covid le amargó las movilizaciones que tenía previstas para la semana pasada. El coronavirus ha hecho algo parecido a una justicia divina con ella. Eso, si creemos en sus palabras de que el virus maldito la obligó a trastocar sus planes.

La enfermedad, verdadera o falsa, dejó en el tercer cumpleaños de gobierno al otro Fernández (Alberto) más solo física y políticamente de lo que está. Las imágenes de ese patio de butacas improvisado en la Casa Rosada eran desoladoras. A la fiestita del presidente (solo sobre el papel) no fue «ella» y por lo tanto, tampoco lo suyos. O sea, ni Blas.

Los argentinos se merecen tener una buena noticia, aunque solo sea una. Llevan todo este siglo y parte del anterior sin una alegría. Sus vidas son un llanto de lágrimas. No tienen certeza de casi nada, salvo de que su dinero cada día vale menos y su futuro se torna oscuro, color de hormiga, a medida que transcurren las horas.

El peso es una moneda sin peso, el dólar que guardan bajo el colchón se encoge por minutos (hay un festival de dólares que ni en el 2001), la cesta de la compra es una montaña rusa sin tiros, pero podrían verse disparos en este diciembre caliente. Comprar o alquilar un piso es un desafío imposible y lo peor es que todos los indicios advierten que su mañana, probablemente, será bastante peor.

Imaginemos por un momento que Argentina sale campeona esta tarde. La imagen segura que tendremos a la vista es la de Mauricio Macri dando saltos con los jugadores y abrazado a los campeones. El expresidente se instaló en Qatar con media familia desde el primer partido y no se ha movido. Para «Cristina» no existe peor fotografía que la de Macri con Messi.

La viuda de Kirchner necesita expresiones de solidaridad con ella por su condena por corrupta que, al menos, parezcan espontáneas. Cristina, la vicepresidenta, la viuda, la madre de Máximo y de Florencia, anhela una sociedad en estado de ebullición. En España diríamos lo de Zapatero al periodista del régimen: «Cuanto peor, mejor».

CFK, las siglas que ha conseguido imponer para retratarse, cuenta las horas para verse y sentirse rodeada de los «grasitas» de Eva Perón (no confundir con Eva Kaili) junto a los piqueteros, okupas y víctimas inconscientes –o conscientes– de sus políticas clientelistas y asalariados del perokirchnerismo.

A la vicepresidenta, que simula ser inocente de la elección de Alberto Fernández (su delfín convertido en cachalote), no le viene nada bien que la selección de Argentina gane el Mundial. Ella, espera que mañana lunes las hordas kirchneristas (la mayoría acarreadas previo pago) lleguen con rostro de pocos amigos, mosqueadas y con la ampolla de la violencia, por la frustración de quedar segundos en el campeonato de campeonatos del mundo, a flor de piel.

Vamos, que le conviene un clima de malestar y descontento infinito para simular que todos están disgustados porque ella ha pasado a formar parte de los delincuentes de Estado de la historia.

Un triunfo de la albiceleste y de Messi, que se ha preocupado mucho de evitar alinearse con los K, supone una explosión de felicidad popular.

Resulta difícil entender el sentimiento y la sensación que viven los argentinos con el fútbol si no se ha vivido allí o se tiene un DNI con los colores de su bandera. Pero, así es. No podemos olvidar que hasta la ministra de Economía fue capaz de dar carpetazo a la inflación (100 % antes de que termine el mes que es el año) para que los argentinos se den la alegría de disfrutar de la Copa del Mundo. Dicho de otro modo, el mundo se puede acabar, pero a nosotros que no nos quiten el Mundial.

Por estas razones, porque que gane Argentina significa chafarle la fiesta a la condenada por corrupta y porque los argentinos se merecen una, aunque solo sea una buena noticia, deseo con toda mi alma que gane Argentina.

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