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Juan Rodríguez Garat Almirante (R)

¿Es Putin un criminal de guerra?

La deportación forzada de niños ucranianos será solo el primero de los crímenes que se imputarán al dictador, y no el más grave.

Los historiadores de hoy llaman guerras napoleónicas a las que desangraron Europa al dictado de la desmedida ambición del emperador francés. A nadie extrañaría que, en el futuro, la invasión de Ucrania –una guerra que permanece sin bautizar, a la espera de que el tiempo aporte perspectiva histórica y despeje las incógnitas sobre su final– recibiera el nombre de Tercera Guerra de Putin.

El papel protagonista del igualmente ambicioso dictador ruso, que algunos todavía niegan sin prueba alguna, pero que se ve confirmado por ese vergonzante culto a su personalidad que cualquiera puede percibir en sus apariciones públicas, convierte la primera orden de arresto emitida por el Tribunal Penal Internacional en su contra en un hito histórico, por mucho que no quepa esperar de él ningún efecto práctico.

El joven soldado ruso Vadim Shishimarin se ha declarado culpable en Ucrania

No hace falta ser adivino para predecir que la deportación forzada de niños ucranianos será solo el primero de los crímenes que se imputarán al dictador, y no el más grave. Es probable que esa privilegiada posición, en cabeza de una lista de delitos que se prevé larga, se deba únicamente a la facilidad de reunir las pruebas de un hecho que Rusia nunca se ha molestado en ocultar.

Aunque con razón se rechace la competencia de un tribunal que no ha sido reconocido por Rusia, nadie ha negado el traslado forzoso de los niños.

Si algo llama la atención de la airada respuesta de los portavoces del Kremlin a la imputación de su presidente es que, aunque con razón se rechace la competencia de un tribunal que no ha sido reconocido por Rusia, nadie ha negado el traslado forzoso de los niños. Y es que, en el mundo ficticio creado por el relato de Moscú, esos niños ya no están protegidos por los convenios de Ginebra porque, por decisión del propio Putin, han dejado de ser ucranianos para convertirse en rusos. Kafkiano, ¿no?

¿Cuál será el siguiente cargo?

No me parece difícil demostrar que el bombardeo de las ciudades ucranianas, algunas de ellas a centenares de kilómetros del frente, es un crimen de guerra. Entre otras razones, porque es el propio Putin quien presume de ello.

Si los diplomáticos rusos se esfuerzan inútilmente en convencer al mundo de que la infraestructura energética ucraniana es un objetivo legítimo porque también sirve al ejército –algo muy discutible, porque el daño a los civiles tendría que ser proporcional a la hipotética ventaja militar– tanto Putin como su ministerio de Defensa no dudan en calificar los bombardeos como «represalias» por las acciones «terroristas» del régimen ucraniano.

Una palabra, la de «represalia», que no solo está prohibida por los convenios de Ginebra, sino que trae a nuestra memoria los fusilamientos de civiles escogidos al azar –también al azar matan los misiles rusos– para castigar las acciones de la resistencia en los países ocupados por Alemania en la Segunda Guerra Mundial.

En orden creciente de dificultad probatoria, el tercero de los crímenes de guerra que probablemente acabe imputándose a Putin sea el empleo en las ciudades ucranianas de munición técnicamente incapaz de discriminar los blancos militares de los civiles.

Sin embargo, eso no exonera de responsabilidad a quienquiera que, en Rusia, diera la orden de hacerlo. Al contrario, es prueba del delito, porque el empleo de armas de ese tipo en presencia de civiles, no importa donde las lleve el azar, constituye un crimen de guerra.

Por último, y a pesar de su indiscutible gravedad, probar la culpabilidad de Putin en los crímenes cometidos por las tropas rusas sobre el terreno sería mucho más difícil. ¿A qué nivel se dio la orden que provocó la masacre de Bucha? ¿Es culpable Putin de los asesinatos de prisioneros de guerra, de los crímenes contra los civiles, de las violaciones o de los robos? Seguramente no.

Putin no es más culpable que Zelenski de los crímenes que puedan cometer sus respectivas tropas cuando lo hagan por propia iniciativa

En todos los ejércitos, como en todas las sociedades, hay manzanas podridas. La guerra deja a muchos candidatos a delincuentes, con un arma en la mano, en una situación de poder que saca a la luz lo peor de su naturaleza. Desde esa perspectiva, Putin no es más culpable que Zelenski de los crímenes que puedan cometer sus respectivas tropas cuando lo hagan por propia iniciativa.

Lo que sí puede reprocharse al líder ruso es que no haya puesto en la investigación de lo ocurrido en lugares como Bucha ni siquiera una pequeña parte de la energía que empleó en negar los hechos. Aún peor, los honores concedidos a los culpables suponen una tácita oferta de impunidad que devalúa la única arma que tienen los ejércitos para evitar este tipo de crímenes: la disciplina.

Por eso, y no porque los rusos sean de por sí más malvados que los demás, es de esperar que el número de delitos cometidos por las tropas de Moscú crezca de manera proporcional a la tolerancia, cuando no protección, que perciben en su cadena de mando.

¿Un doble rasero?

Leo en Izvestia un oportuno artículo en el que un general iraquí acusa a los Estados Unidos de haber cometido crímenes de guerra en Irak. Dice el hombre: «Las fuerzas de ocupación estadounidenses hicieron un uso excesivo de la fuerza, empleando armas medianas y pesadas cerca de zonas residenciales, lo que es una violación de los Convenios de Ginebra». Algo que, para Izvestia, nunca harían las tropas rusas que combaten en Bajmut.

Aunque Izvestia trate el tema de forma muy parcial –habrían cerrado el periódico de no hacerlo así– el problema que plantea es válido. ¿Es solo Putin quién debería de ser procesado por el TPI?

Solo los niños creen en un mundo de buenos y malos. Crímenes de guerra ha habido siempre. Deseo de prevenirlos, casi siempre. Voluntad de perseguirlos, muy raras veces. La primera tentación suele ser la de ocultarlos, y es aquí donde, si no la ética, el ordenamiento jurídico de los países hace la diferencia.

Donde la prensa es libre, enterrar los trapos sucios se hace mucho más difícil. Quien acuse a Putin, solo puede esperar la cárcel. Quien lo haga con un presidente americano, puede aspirar a un Pulitzer.

La condena de Putin

¿Será procesado el presunto criminal ruso? Es prácticamente imposible. Tendría que ser entregado por la propia Rusia, como fue el caso de Milosevic, y eso no va a ocurrir. El optimismo que el fiscal jefe del TPI ha mostrado ante la prensa –seguramente es una obligación de su cargo– no nos hace olvidar el tono amenazante con el que el lenguaraz Medvedev asegura que nunca se ha procesado al líder de un país con 6.000 ojivas nucleares.

Sin embargo, Putin ya está siendo juzgado por el mundo. Sin más pruebas que las imágenes de televisión y sus propias palabras autoincriminatorias, va a ser condenado a perder el lugar en la historia que le habría gustado ocupar. Primero en Occidente, claro. Pero, dentro de unas décadas –también tardó Stalin en ser rechazado por sus compatriotas– le ocurrirá lo mismo en la propia Rusia.

Probablemente, dada su edad, Vladimir Vladimirovich Putin, ciudadano ruso y criminal de guerra, no vivirá para ver su propia caída. Pero no es tonto y sabe lo que va a ocurrir. Esa es su condena.