Afganistán La lucha de las mujeres afganas contra los talibanes: «Su violencia nos ha hecho más fuertes»
Dos activistas afganas cuentan a El Debate su historia en el Afganistán de los fundamentalistas y cómo las mujeres sufren la violencia y el olvido día a día
Fatima Etimadi es una joven de 34 años que ha vivido tanto el Afganistán de antes de los talibanes como el Afganistán después de su llegada al poder, en 2021. Es una de las muchas mujeres que ha decidido quedarse en su país para cambiar las cosas desde dentro. La joven afgana se emociona cuando recuerda cómo era su vida antes de que los talibanes se impusieran por la fuerza, una vez más.
«No me gusta recordar cómo ha cambiado mi vida», explica Etimadi a El Debate. A las preguntas de este diario, la joven pide tiempo para poder responder. Su vida ha sufrido un giro radical. Al cabo de unas horas, la activista se vuelve a poner en contacto con el periódico, confiesa que ya ha reunido las fuerzas necesarias para compartir su historia, desgraciadamente, una de muchas.
Etimadi cuenta que, cuando los talibanes llegaron al poder, su vida como mujer afgana se redujo a cero. «Antes trabajaba en el Ministerio de Educación, además era entrenadora en la Federación de Karate y responsable de una empresa de fabricación, pero lo he perdido todo». Los fundamentalistas se han encargado de ir borrando del mapa, poco a poco y paso a paso, a las mujeres afganas.
La imposición del burka en espacios públicos, el veto a la enseñanza en escuelas y universidades, la incapacidad de poder viajar sin la figura de un hombre o la prohibición de acceder a un trabajo. Una larga lista a la que se van sumando restricciones día a día. Las mujeres han quedado relegadas a las cuatro paredes de su hogar, forzadas a matrimonios, violencia e incluso a la pobreza extrema.
«Ahora que los fundamentalistas han llegado al poder, no sólo ha aumentado la violencia, sino que las condiciones de trabajo, la educación y las libertades personales y sociales han sido arrebatadas a todo el mundo», confiesa a El Debate, Heda Khomosh, una activista afgana de 27 años. «El mundo nos dejó en manos de los talibanes», recrimina la joven.
Khomosh relata el miedo y el horror que sufre el colectivo femenino en el país asiático. Violaciones, torturas y violencia es lo habitual en el Afganistán de los talibanes. Las mujeres son asesinadas por los fundamentalistas después de secuestrarlas, violarlas y arrojar sus cuerpos a la calle. Ante esta terrible situación, el suicidio entre las más jóvenes se está volviendo una practica común, denuncia la activista.
Heda Khomosh forma parte de la organización Movimiento de Mujeres Afganas por la Justicia y fue una de las primeras mujeres en salir a la calle, para protestar contra los talibanes. La joven afirma que ha sido testigo una violencia inusitada. «Nos disparaban con armas de fuego y nos silenciaban con gases lacrimógenos cuando íbamos por la calle», a lo que añade que muchas chicas fueron encarceladas y torturadas. Los talibanes «exigieron sumas exorbitantes de dinero por su liberación», denuncia, en un país donde el 80 % de su población vive bajo el umbral de la pobreza.
Etimadi, que también participó en la primera manifestación contra los talibanes, el 3 de septiembre de 2021, admite que fue golpeada por los fundamentalistas, y que todavía hoy sufre secuelas en una de sus manos, a causa de la brutal paliza. «Los talibanes llegaron incluso a la puerta de mi casa para arrestarme. Afortunadamente, no estaba y no pudieron encarcelarme», revela.
A pesar de todo, estas dos jóvenes coinciden en que las mujeres afganas se han levantado «contra cualquier privación. Estas torturas nos han hecho más fuertes, para demostrar que no somos como en 2001 y que hoy somos conscientes de nuestros derechos». Este colectivo no se ha dejado amedrentar y las continuas prohibiciones han hecho que agudicen aún más el ingenio.
Khomosh confiesa que han trasladado las escuelas a lugares ocultos cuando fueron cerradas por los talibanes y que se han creado puestos de trabajo «en secreto». «El Movimiento Afgano de Mujeres por la Justicia, que yo dirijo, ha proporcionado más de 30 aulas, de las que se benefician muchas niñas de las provincias y de Kabul», señala con orgullo. Aunque precisa que, si el mundo acaba por reconocer a los talibanes, lo que les espera a las mujeres es «un futuro sin salida, una historia negra».