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Fotomontaje de Putin y Zelenski

Los presidentes Vladímir Putin y Volodímir Zelenski

396 días de guerra en Ucrania

¿Prepararse para la paz?

Poner fin a esta guerra exigirá una visión clara y convincente por parte de los políticos occidentales de una nueva arquitectura de seguridad para la región

Mucho antes de haber triunfado en la Segunda Guerra Mundial, los líderes aliados empezaron a contemplar la forma de la futura paz. En las conferencias de Teherán, Yalta, Potsdam y otros lugares, debatieron propuestas y elaboraron planes para crear instituciones internacionales que pudieran evitar otra guerra. ¿Hoy es necesario un esfuerzo similar? ¿Los líderes occidentales deberían desarrollar mecanismos de seguridad y estudiar estrategias para ayudar a Ucrania y gestionar las futuras relaciones con Rusia tras la guerra?

Lo más probable es que el final de la guerra esté muy lejos, en gran parte porque tanto Rusia como Ucrania confían en que su victoria final es posible. Rusia cree que la determinación de los partidarios occidentales de Ucrania se quebrará antes que la suya, lo que privará a Kiev del material y el dinero que necesita para continuar el conflicto.

Tampoco la actitud de EE. UU. y el conjunto de la OTAN permite esperar una paz a corto plazo, pero las cosas pueden cambiar inesperadamente y el mundo debe estar preparado. Pensar en la paz en tiempos de guerra no es una idea descabellada. Debería ser un objetivo, tal vez, el más importante para evitar males mayores.

Los responsables políticos occidentales están debatiendo estrategias para poner fin a la guerra, pero se centran en gran medida en la expansión de la OTAN, así como en la contención de Rusia mediante el aislamiento económico, lo que dilata un curso de confrontación indefinida.

Occidente debe intentar garantizar una paz a largo plazo con Moscú, para lo que será necesario disuadir a Rusia y ofrecerle al mismo tiempo un camino hacia una coexistencia pacífica. Pero evidentemente una expansión de la OTAN no es la mejor opción. Una mayor ampliación de la OTAN lo único que garantizaría sería una relación antagónica no sólo con Putin, sino con todos los posibles futuros dirigentes rusos.

Tanto el diplomático pro-OTAN George Kennan, como el Premier soviético, Mikhail Gorbachev, advirtieron contra la expansión de la alianza cuando nuevos países comenzaron a unirse en la década de 1990. En 2008, el actual director de la CIA, cuando ejercía como embajador de Estados Unidos en Rusia, hizo una advertencia parecida en una nota diplomática.

La entrada de Ucrania en la OTAN era la más clara línea roja para toda la élite rusa. Una Ucrania en la OTAN suponía y supone un desafío directo a los intereses rusosWilliam J. BurnsDirector de la CIA

Una paz posible y estable con Moscú no puede construirse sobre esta opción. Este aspecto tan central imposibilita hoy establecer unas condiciones de paz, ni siquiera a medio plazo. Lo cierto es que se necesita algún tipo de presencia militar occidental en suelo ucraniano para garantizar la defensa de la nación, en una hipotética posguerra.

La cuestión es cómo estructurarla, integrarla dentro de las organizaciones de seguridad existentes o nuevas, y garantizar su eficacia. La cuestión es cómo garantizar la seguridad de Ucrania más allá de las promesas actuales.

Esto, por supuesto, está contemplando que se pudiera alcanzar un paz y dejar las cosas «en tablas» entre Kiev y Moscú. Algo que hoy por hoy no persigue ninguno de los contendientes, que pretenden una victoria total sobre la otra parte.

La importancia de la OTAN

La OTAN fue diseñada en 1949 «para mantener a los rusos fuera, a los norteamericanos dentro y a los alemanes abajo», como expresó su primer Secretario General, Lord Hastings Ismay, en los primeros días de la Alianza. Hace algo más de un año se pensaba que su estructura había quedado obsoleta, sin embargo, los hechos han mostrado su máxima necesidad en el presente.

Esta realidad no obvia que se postulen posibilidades para la Paz, que al mismo tiempo garanticen la seguridad de Europa Occidental y su entorno. Es importante restaurar vías diplomáticas realistas, que puedan afrontar un nuevo orden internacional.

Un enfoque alternativo no resulta fácil. En algún momento de 2023, o de 2024, la actual guerra de desgaste podría empezar a parecer inútil, o establecerse alguna variante cabida a negociaciones.

Cuanto más larga sea la guerra, más daños, más dolor y más deuda. El conflicto prologado acrecienta los peligros de expansión territorial de la contienda o de decisiones desesperadas que pudiesen ocasionar graves perjuicios al conjunto de Europa. Debemos estar preparados para que las cosas vayan a peor, pero, como contrapartida, (¿por qué no?) para establecer acuerdos plausibles para cuando surja la oportunidad de poner fin a este conflicto.

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