Silvio Berlusconi amaba la libertad por encima de todas las cosas
Pensaba que la libertad debía estar en el centro de las políticas del Italia. Así entendía la vida y la política debía ser una proyección de ese concepto
Hablar de Silvio Berlusconi es hacerlo de un puzle en el que las piezas encajan con mayor o menor dificultad. Cada una de ellas nos ofrece una imagen independiente de lo que ha significado. Lo que ha llegado sobre su persona a España se ha basado casi exclusivamente en la figura mediática, populista y generadora de titulares para un amplio espectro de los lectores. Pero, ¿Qué ha sido para los italianos Berlusconi?
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En su ámbito más personal, trató con la alta burguesía milanesa pasando de los negocios a la política en uno de los momentos más delicados del siglo XX para Italia.
Los que lo conocieron en ese escenario destacan que era alguien que amaba la libertad por encima de todas las cosas. Alguien cercano y generoso que daba importancia a la persona sin hacer sentir la relación que tenía con el poder. Le gustaba compartir sus pasiones, pero sin embargo prefería la soledad en momentos difíciles. Era alguien divertido y con el que raramente era posible el tedio.
Políticamente fue muy querido y también muy odiado, sacando ese carácter pasional de los italianos. Quienes lo siguieron fueron muchos, aunque menos de los que lo declaraban. Cuando ganaba las elecciones, costaba encontrar personas que abiertamente declarasen que le habían votado. Sus detractores, quizás por la eliminación de una entera clase política con Mani Pulite, no estuvieron a la altura y se quedaron en la forma sin ir el fondo.
Berlusconi recibió más críticas por ser un outsider que por sus discursos, que es precisamente lo que enamoró a tanto italianos tras la clamorosa quiebra del Estado. Más tarde, como ha sucedido a tantos predecesores en el país en el siglo XX, comprobaría que aún existen ciertas barreras infranqueables para liberalizar realmente la economía. Italia ha seguido sufriendo la presión de muchos lobbies y centros de poder y no es fácil cambiar eso en este país.
Para el extranjero quedan las excentricidades, el espectáculo, los escándalos y el emprendedor metido a político. Imágenes de alguien que se salta los protocolos y da rienda suelta a su personalidad. Algo tan criticable como coherente si viene de alguien que pensaba que la libertad debía estar en el centro de las políticas del país. Así entendía la vida y la política debía ser una proyección de ese concepto.
- Alfredo Izquierdo es socio Fundador de FormaItalia