Injerencia política
Open Society Foundations, el arma de George Soros para subvertir Estados, reducirá su presencia en Europa
La decisión se toma apenas dos meses después de que su hijo Alexander le relevase al frente de la fundación a los 37 años
El especulador financiero George Soros es conocido en todo el mundo por sus habilidades a la hora de invertir, por su escasa –o nula– moral y por su extraordinario acceso a nivel político fruto de décadas de influencia en diferentes grupos de la sociedad civil.
Entre los años 60 y 90 se hizo inmensamente rico especulando en diferentes mercados y apostando contra monedas como la libra esterlina. El conocido como «miércoles negro», el 16 de septiembre de 1992, supuso unas pérdidas de 3.300 millones de libras esterlinas para el Banco de Inglaterra y unas ganancias de cerca de 1.000 millones para Soros. Las devastadoras consecuencias para los ciudadanos no tardaron en hacerse notar.
Al día siguiente, el magnate de origen húngaro fue el tipo más buscado –y odiado– del momento. En declaraciones en una entrevista, reconoció que lo que buscaba era notoriedad. Quería hacerse escuchar, y lo consiguió.
Menos de un año después, en abril de 1993, nació Open Society Foundations (OSF), una de las herramientas de subversión social y política más exitosas de la historia camuflada como filantropía humanista y desinteresada.
Los orígenes
Los primeros pasos de Soros financiando diferentes proyectos culturales se remontan a los años 70 y 80. Becas para estudiantes negros en la Sudáfrica del apartheid, reparto masivo de libros prohibidos en las antigua repúblicas soviéticas, creación de centros educativos… todos ellos sirvieron, a base de prueba y error, para perfilar y profesionalizar lo que vendría con OSF años después.
Con la implosión de la URSS, se expandió como la pólvora por todos los territorios antes controlados bajo la hoz y el martillo. Pero no todo eran proyectos «filantrópicos». Sus fondos de inversiones de alto riesgo –alguno con sede en las Islas Caimán para evadir impuestos– consiguieron pingües beneficios accediendo a sectores cuyo valor se había caído por los suelos.
Personajes como Soros y otros especuladores tienen gran parte de la culpa de la creación de los hoy conocidos como «oligarcas».
Soros y cía.
Un hecho importante que no debe nunca pasarse por alto es que Soros no opera nunca solo a gran escala. Si bien él tiene su propia agenda –marcada por el interés económico– su cercanía con la casta política demócrata como los Clinton le llevó a entrelazar intereses con la administración estadounidense.
Esto es así hasta tal punto que las fundaciones y asociaciones financiadas por la OSF han servido –y sirven todavía– como elementos pantalla del verdadero poder político. Cuando se habla del «Estado profundo» se está haciendo referencia explícita a este contubernio entre ciertos elementos clave del Estado (funcionarios y líderes políticos) y grandes empresarios multimillonarios.
Esto es aún más obvio cuando se estudia la lista de miembros del Council on Foreign Relations (CFR), un ente privado encargado de dirigir la agenda internacional estadounidense y en el que se encuentran todos los peces gordos de la política, medios de comunicación y multinacionales de los Estados Unidos.
La financiación cruzada entre ONG, asociaciones y fundaciones supuestamente independientes es total y demuestra los intereses privados que conforman una malla compleja utilizada para dar la sensación de una sociedad civil soberana. Nada más lejos de la realidad.
De manera general, allá donde uno encuentra a la OSF, verá otros nombres como la Rockefeller Foundation, la National Endowment for Democracy (NED), la oficina estadounidense para el desarrollo internacional (USAID) y también la ONU o la Unión Europea.
Las consecuencias de esta compenetración son conocidas por todos: revoluciones de color. En Serbia, Georgia, Kirguistán, Ucrania y Armenia fueron fructíferas; en Bielorrusia, Rusia y Moldavia no tuvieron tanta suerte.
Bruelas también participa
La UE es parte activa de este proceso de subversión social que degenera en crisis política y que pretende cambios de régimen. Gobiernos de todo el continente y fundaciones convenientemente regadas con dinero de Soros llevan trabajando desde hace años para modificar la visión de los europeos sobre temas como la ideología de género, el aborto, la destrucción de las identidades nacionales en favor de un federalismo europeo, la desindustrialización con la excusa del cambio climático, la aceptación del suicidio que supone la inmigración masiva y un largo etcétera.
La OSF lleva décadas financiados medios de comunicación falsamente independientes con el objetivo de crear la sensación de diversidad informativa en la mente del espectador. En este campo, y en otros tantos, la UE participa de forma activa.
Resistir o morir
Hasta el momento ha habido muy poca resistencia a la intromisión en las soberanías nacionales de este tipo de entes extranjeros subversivos. Pero sí que es cierto que los pocos que se han atrevido han tenido éxito.
A la cabeza se encuentra Hungría, cabeza de puente con apenas 10 millones de personas y país de origen de Soros. Viktor Orbán ha conseguido en pocos años frenar el imparable avance de este tipo de fundaciones aprobando una serie de leyes que limitan la financiación extranjera. Lo mismo ocurrió hace años en Rusia (las revueltas instigadas por las Pussy Riots y el acoso mediático por el freno a la ideología LGTB son dos ejemplos claros de intento de revolución de color).
Se puede frenar su acción si se corta de raíz la financiación y la creación de entes falsamente independientes cuya misión es crear discordia a nivel interno para generar una falsa sensación de inestabilidad política que pueda abrir la ventana de oportunidad de un cambio de régimen.
El gurú de estas técnicas es Gene Sharp, acciones no violentas que se usan para lograr estos objetivos. Valga decir que no siempre son pacíficas, ahí está el ejemplo de Ucrania. Ordo ab chaos (orden en el caos). El objetivo es generar desórdenes, discordia, caos, que, a su vez, pueda ser explotado en beneficio propio.
¿Retirada?
El reciente anuncio de que OSF reduce su inversión y esfuerzo en Europa es una noticia que no ha contentado a nadie. Ni a los que reciben su financiación -porque verán diezmada su capacidad-, ni a los que se oponen a sus actividades -porque prefieren no cantar victoria ya que la institución seguirá presente de una u otra forma-.
El pasado julio, Alexander Soros comunicó que recortaría hasta el 40% de la plantilla. Esta decisión no se debe a motivos económicos (Soros ha donado en vida casi todos sus ahorros a la fundación), sino que tiene más que ver con motivos estratégicos ya que planean redirigir sus esfuerzos a otras zonas del planeta.
Si se tiene una imagen general de la política internacional, es fácil imaginar que estas zonas serán África y Asia con el fin de contrarrestar la presencia de Rusia y China. Europa ya está en manos de Washington, ha quedado fuera de juego y en la órbita angloestadounidense. Ahora tocan otros desafíos.
Si la OSF continúa la misma línea de trabajo, veremos en los próximos años intentos de cambios de régimen en África y Asia con la misma técnica empleada hasta ahora. Es el poder blando que la administración estadounidense aplica a la perfección.
Bajo la promoción de la democracia y el libre mercado, se esconde la imposición de la ideología de género, el aborto y todo el paquete de medidas ideológicas que hoy se irradian desde Washington hasta Bruselas pasando por Londres.