Testigos directos de la masacre de Hamás en una fiesta rave en Israel: «Simplemente no había dónde esconderse»
De acuerdo con los testimonios «esto estaba totalmente planeado y premeditado, sabían que había un festival allí desde mucho antes»
El ataque premeditado y protagonizado por múltiples comandos de Hamás contra civiles y militares israelíes deja testimonios espeluznantes. Sólo en la fiesta rave los servicios de emergencias Zaka (cuyos voluntarios tienen la misión de recuperar restos humanos en atentados y otras tragedias) contabilizan 260 cadáveres.
«Cerca de 3.000 personas asistieron a la fiesta, sin contar los 500 miembros del personal: guardias de seguridad, limpieza, puestos de comida, trabajadores del bar», asegura a El Debate, con conocimiento de causa, Maia Izoutcheev, de 29 años y trabajadora de la organización en el acceso al festival.
Su historia, es una concatenación de «milagros», empezando por el hecho de que poco antes de que se iniciara el ataque, pasadas las 6:00 de la mañana se cambió los zapatos: «Justo acababa de terminar de trabajar y alcancé a ponerme las zapatillas, nunca imaginé que estas pequeñas decisiones me salvarían la vida».
Residente en la ciudad de Yafo, de población mixta (judía y árabe), al sur de Tel Aviv, relata aún con el susto en el cuerpo y con un cigarrillo en la mano, la odisea que vivió con su amigo Saguí Gabay para poder contar lo sucedido, algo que, «cree importante que se sepa».
Una trampa mortal
A las 6:30 de la mañana comenzaron a caer cohetes desde la franja de Gaza, «al principio aunque suene tragicómico, estamos acostumbrados a eso, decíamos vale, tenemos (el sistema antimisiles) Cúpula de Hierro y todo va a estar bien».
«Nunca pensamos que allí se fuera a producir una matanza, una masacre, un Holocausto», advierte todavía con el brazalete del festival de color celeste en su mano derecha.
Tras esa vaga cortina de humo que supuso el lanzamiento de proyectiles desde el aire, prosigue, «comenzamos a escuchar los disparos, bum-bum-bum, uno tras otro, algo que no puedes ignorar», y comprueba que los asaltantes se dirigen hacia los asistentes, que, comienzan a correr, a esconderse y a huir en vehículos.
Junto a su amigo logra conducir unos metros por una carretera donde hay varios coches atascados del lado izquierdo, una de las salidas, lo que les hace sospechar que todo estaba planeado.
Los terroristas se dirigieron a las fuerzas policiales y los guardias de seguridad desarmados que vigilaban el evento y posteriormente, algunos de los cuales ha visto en vídeos capturados en Gaza.
«Comenzaron a disparar contra personas que se escondían en neveras, contra camareros debajo del escenario, contra algunos tendidos en el suelo», relata antes de resumir que «simplemente, no había dónde esconderse».
En su infructuoso intento de escapar en coche, ambos advierten una parada de autobús blindada -en donde se suele resguardar la población en caso de alarma por caída de cohetes y morteros-. En ese punto, el copiloto le indica que pare de inmediato para resguardarse en esa suerte de búnker improvisado, «entendí que nos estaban disparando fuego real», aclara Maia.
Allí habría unas 50 personas resguardadas pero el lugar no era seguro. De hecho, no lo fue. Maia explica que la intuición de su amigo al ver que el fuego no cesaba fue tomarla del brazo y salir de allí, pero decenas de personas refugiadas en ese compartimento de concreto no sobrevivieron para contarlo.
«Entiendo que los que se quedaron fueron asesinados, les lanzaron granadas y fuego real. La única chica que se salvó de allí la encontraron debajo de varios cadáveres los servicios de emergencia», precisa.
Escapar, toda una odisea
La fuga fue una odisea en la que los supervivientes vieron que decenas de hombres armados atacaban desde ambos lados de la carretera. Se escondían detrás de los arbustos y esperaban a los coches que pasaban. Les disparaban con rifles de asalto en campo abierto.
Israel en estado de guerra
La conexión iraní en la masacre de Hamás con la «operación lluvia de Al-Aqsa»
«Cuando vimos que no había a dónde ir con el coche lo dejamos y comenzamos a correr por el campo», añade la joven en videoconferencia, aún bajo una sucá, la cabaña de la Fiesta de los Tabernáculos, que su familia todavía no ha desmontado.
Corrieron durante dos horas hasta que Maia logró enviarle a su hermana la ubicación -indica que hubo un ciberataque y barrido que impidió la cobertura en la zona-, y a través de un conocido de las fuerzas de seguridad pudieron seguirles la pista y, eventualmente, guiarles.
Para entonces ya había varios supervivientes del ataque que habían llegado al mismo punto en dos grupos, en total 300 festivaleros
«Esto estaba totalmente planeado y premeditado, sabían que había un festival allí desde mucho antes. Hamás ha asegurado que pretendía atacar el festival. Nos dispararon lanza grandas, fue una masacre fuera de toda duda, la gente condujo sobre cadáveres para conseguir huir», recuerda entre sollozos.
No he entendido el alcance del ataque hasta que salí de él. Es salir de peor pesadilla que piensas, pero descubres que estás en una pesadilla mucho mayor
El territorio israelí aledaño al área perimetral de la franja de Gaza, salpicado por decenas de poblaciones rurales, muchas de ellas cooperativas como kibutz o moshav, se tornó en un escenario dantesco. El lugar donde se desarrolló el festival era un emplazamiento idílico y conocido para este tipo de encuentros de música electrónica, pero fue un evento más de otro mucho mayor.
Horror en el sur de Israel
Horror y desesperación embargan a la población del sur de Israel, especialmente de los pequeños pueblos comunitarios fronterizos, que vivieron siempre a pocos kilómetros de la Franja de Gaza, sin perder la esperanza en un futuro de convivencia pacífica, sin cohetes ni alertas, a pesar de las repetidas ocasiones en las que tienen desde que correr a refugiarse cuando suena la alarma desde hace años.
A medida que pasan las horas queda claro que prácticamente no hay ninguna localidad en la que no hayan víctimas que lamentar. En algunos casos, como en el kibutz Beerí, en Kfar Aza y Nir Oz, son numerosos los muertos- aún se desconoce el número definitivo- , heridos y secuestrados, así como la destrucción causada por los terroristas, que prendieron fuego a casas y sembraron el pavor.
Una de las víctimas mortales en Nir Oz era Tamar Kedem, candidata a Intendente del consejo regional Eshkol, de 36 años. Fue asesinada junto a su esposo y sus tres hijos, dos mellizas de cuatro años y un pequeño de dos. Su padre Yehuda, fallecido hace pocos años, había llegado de Argentina. Su hijo Gadi, padre de Tamar, vive en el kibutz Ein Hashlosha.
Los habitantes de numerosos municipios de la zona fueron evacuados de sus hogares, para darles cierto respiro y poder «limpiar» la zona de terroristas
Uno de ellos, contó lo impresionante de las escenas que captó cuando el autobús que los llevaba entró en la carretera 232, la central de dicha región. Primero, notó los incendios que aún ardían, causados por el impacto de cohetes que desde el sábado no cesan de caer. Luego, vio las decenas de automóviles quemados a los costados del camino, presumiblemente de los jóvenes del festival.
Otro miembro de un kibutz de la zona, que pide no ser identificado ya que teme que su madre, que está en el exterior, lea la nota y se entere de lo que él vivió, se salvó por milagro. «Lo mío no es nada comparado con el horror de tantos», comenta diciendo que las víctimas son los que perdieron seres queridos y tantos amigos.
«Nosotros alcanzamos a escondernos en el refugio y en determinado momento oímos que violaban la puerta. Claro que podíamos temer lo peor, pero nuestro desenlace fue afortunado. Los que entraron a mi casa no eran los terroristas armados, sino palestinos que habían cruzado para robar. Tenían cuchillos, sí, pero lo que querían era que les entregara cosas de valor».
Ese fue uno de los pequeños milagros de la guerra, una anécdota en medio de un mar de historias escalofriantes.
Como la de la familia Dan de Nir Oz, con el secuestro de Carmela (80) sus nietas Noya (12), Shajar (16), Erez (9) y el padre de los niños Ofer Calderon (53). Y la indescriptible angustia de Gaya Calderon cuyo hermano Erez (12) fue filmado en Gaza secuestrado, mientras su abuela, padre, hermana de 16 años y su prima siguen en paradero desconocido.
*Jana Beris ha recabado testimonios de las poblaciones del sur de Israel y Daniela Brik el de la participante en el festival de música electrónica.