Israel en estado de guerra
La conexión iraní en la masacre de Hamás con la «operación lluvia de Al-Aqsa»
Irán no lo confirma, pero pocos son los que dudan que el régimen de los ayatolás no ahorra en recursos que ayuden a destruir Israel. Hasta Donald Trump lo sostiene y lo utiliza como arma arrojadiza contra Joe Biden por desbloquear fondos iraníes a cambio de rehenes, circunstancia que le habría permitido a Teherán adelantar fondos para armamento a Hamás.
Ghazi Hamad, portavoz de esta organización terrorista, en entrevista con la BBC, reconoció que Teherán se comprometió «apoyar a los combatientes palestinos hasta la liberación de Palestina y Jerusalén». Aunque no ofreció detalles, parece claro por donde van los tiros.
Irán fue de los primeros países en celebrar la «operación lluvia de Al-Aqsa» que ha dejado un balance provisiones de unos 600 muertos. El entusiasmo llevó a multitudes a congregarse en las calles de Teherán para festejar un éxito militar que asumen como propio. La euforia llegó, o ya estaba preparada, a las milicias de Hezbolá, adiestradas en las filas de la Guardia Revolucionaria iraní, que atacaron desde el Líbano por el flanco sur a Israel.
El presidente iraní Ebrahim Raisi no hace público nada que no quiera que se sepa y hoy decidió que el mundo se enteré que se ha mantenido sendas comunicaciones telefónicas con los jefes de Hamás y de la Yihad Islámica, justo al día siguiente de los ataques lanzados, por tierra, mar y aire, contra Israel.
La agencia oficial iraní IRNA difundió la noticia. «El presidente Raisi -redactó- habló por teléfono con el secretario general de la Yihad, Ziad al-Nakhala, a propósito de los acontecimientos en Palestina» y luego con el «jefe del buró político del Movimiento de Resistencia Islámica Hamás, Ismail Haniyeh».
Apoyo histórico
Irán no sólo no disimula sino que presume de mantener más que vínculos estrechos con las organizaciones que han sembrado –y siembran– el terror. La República Islámica no sólo no reconoce al Estado de Israel si no que su apoyo a Palestina es histórico, y ha sido una constante de su política exterior desde su creación en 1979.
El pasado mes de junio al-Nakhala y Haniyeh acudieron en diferentes fechas a audiencias con Raisi. Las hipótesis de que en éstas se puso sobre al mesa la «operación lluvia de Al-Aqsa» ganan fuerza en vista de cómo se desarrollan los acontecimientos.
Al jefe del Estado mayor de las fuerzas armadas iraníes, el general Mohammad Bagheri, le faltó ponerse medallas por el éxito de los ataques. El domingo celebró la «compleja operación» ejecutada por «grupos de combatientes palestinos» contra Israel.
«La santa ira»
Entre las justificaciones que dio, como recoge Afp, para explicar el éxito de la masacre fue que este se debió al «producto de la santa ira que el enemigo sionista ha sembrado en la oprimida nación palestina y que ahora debe cosechar». Sus expresiones no fueron el resultado de un impulso si no fruto de la calculada meditación ya que las dejó por escrito en un comunicado.
«La gran liberación ha comenzado», proclamaba en árabe una enorme pancarta colocada sobre la fachada de un edificio de Teherán tras los ataques a Israel.
En una plaza de la capital iraní, recuerda Afp, se instaló otra gran pancarta, que mostraba los cuadros blancos y negros de la kufiya palestina recubriendo la bandera blanca y azul de Israel, con la mención «diluvio de Al-Aqsa», nombre de la operación protagonizada por el brazo armado de Hamás.
Israel y la Franja de Gaza están ahora en guerra declarada y de rebote, pese a las tensiones internas con la Autoridad palestina, lo está con ésta también aunque no se asuma.
Benjamín Netanyahu ha amenazo con matar hasta al último terrorista. Dicho de otro modo, parecería que pretende expulsar a todos los palestinos, definitivamente, de un territorio donde la historia parece empeñada en demostrar que no caben los dos pueblos.
El balance provisional de víctimas a un lado y otro estremece. Más de 600 muertos en el bando israelí y más de 300 en el palestino. Los miles y miles de misiles lanzados en «el diluvio de Al-Aqsa» parece que habrían sido imposibles sin la larga mano de Irán.