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José Vales
José Vales

La bronca acumulada de los argentinos convirtió a Milei en presidente

El libertario posee el respaldo de buena parte de la sociedad, pero necesitará compatibilizar acuerdos con otros sectores y gobernadores para enfrentar el inevitable colapso de la economía

Actualizada 08:24

Javier Milei

Una imagen del candidato presidencial argentino de la alianza La Libertad Avanza, Javier MilAFP

«Las callecitas de Buenos Aires tienen ese... qué sé yo, viste…».

Todos saben, en sintonía con Horacio Ferrer y Astor Piazzolla, que las calles de Buenos Aires tienen todo eso y mucho más. Anoche, esas calles parecían reinterpretar la Balada para un loco, porque Javier Milei, un economista y panelista televisivo, al que sus detractores suelen calificar de «inestable emocionalmente», cuando no de «loco», se convirtió en presidente, con un 56 %.

Ya con los resultados de las primeras mesas se iba desatando la alegría. Cuando el ministro de Economía, Sergio Massa, salió a reconocer «que los resultados no fueron los que esperábamos», se disparó la locura en esas callecitas, para entonar la Balada para una epopeya.

Y el jefe de esa epopeya no es otro que Milei, pero los protagonistas fueron, principalmente, la legión de jóvenes que a lo largo y ancho del país, reproducían el cántico contra «la casta política» o se multiplicaban por millones en las redes social para transformar, casi en un rock a ese cincuentón que apodan «el León».

«El León» que expresó la voz de millones de argentinos, que fueron acumulando la bronca a lo largo de los años. Fruto de la falta de oportunidades, el deterioro de la escuela y la universidad pública, y los destrozos sistemáticos que provoca la inflación, fueron esfumando el futuro.

Erigido como canalizador de la bronca, Milei, no solo consiguió un abultado triunfo con todo el panorama en contra. El despliegue descomunal de recursos del Estado puesto al servicio de la candidatura del «Presidente de facto», el ministro de Economía, Sergio Massa, la bacanal de fondos puestos en comunicación y las operaciones de inteligencia en su contra no resultaron suficientes. El vetusto aparato del peronismo tampoco. La bronca social es más grande que todo eso y ahí está el resultado.

Anoche, Milei logró lo que parecía imposible y de paso hizo sucumbir a un gobierno paupérrimo. Tal vez el más desastroso de las cuatro décadas de democracia ininterrumpida. La prueba más fehaciente de ello es que ni el presidente ni su vice, Alberto y Cristina Fernández, revisten desde hace semanas en calidad de «desaparecidos». Como si ellos mismos hubiesen elegido su propio final para un «matrimonio» mal avenido por el poder.

El descalabro social y económico, la corrupción (esa marca indeleble en todo lo que huela a kirchnerismo), la tendencia despótica de la expresidenta y el abono constante a la fragmentación de la sociedad fueron abonando el «fenómeno Milei».

Pero no solo es el final del gobierno. Es el final del kirchnerismo, tal como se lo conoció hasta aquí. Cristina Kirchner –«la Doña» de la política argentina– siempre buscó mostrándose como una mujer de izquierda, progresista, pero siempre sacó al país por derecha. Lo había hecho en el 2015, cuando, por acción u omisión, se había transformado en «la jefa de campaña» de Mauricio Macri. Ahora, además de darle vida a Milei, escogió al más derechista y el más oscuro que se podía encontrar en sus filas: Sergio Massa, confirmando la regla, una máxima en la historia del kirchnerismo. Siempre hay que chocar con la misma piedra, con tal de seguir fracasando.

En ese ciclo vital de la política, hay un gobierno y conglomerado de poder que muere y una nueva alianza que nace. Con la victoria de ayer, ve la luz una nueva concertación de gobierno entre los libertarios y el macrismo, tras la disolución de Juntos por el Cambio, luego de la primera vuelta.

Es el expresidente Mauricio Macri y el PRO los que blindarán a los libertarios y al propio Milei, tanto en el Congreso (en franca minoría) como en el gobierno. Principalmente, en aquellas ideas madre del presidente electo, que levantaron más presión en algunos sectores sociales, tales como la libre portación de armas, por ejemplo.

Pero si bien Massa reconoció rápidamente su derrota volvió a demostrar de qué madera está hecho. Resaltó que «a partir de mañana, la responsabilidad social, política y económica del país es del presidente electo», y llamó al presidente Fernández a que salga de su cautiverio político para iniciar la transición. Una forma proselitista de no querer tener que ver con la reacción de los mercados, el lunes (en los internacionales) y el martes en Argentina, ya que el lunes es festivo.

Todos esperan una disparada de la cotización del dólar, entre las reacciones que sinceren las variables económicas reprimidas artificialmente por el equipo de Massa, por cuestiones netamente electorales.

La respuesta de Milei fue contundente. Mesurado, como pocas veces antes, el presidente electo aclaró que «el gobierno se debe hacer cargo de la situación hasta el última día de su mandato» y reconoció que la situación necesita «cambios drásticos».

Nada en el futuro del próximo gobierno será fácil. Todo lo contrario. Recibe un país devastado y en el derrotero de Milei por la presidencia deberá cuidarse del campo minado que le deja el kirchnerismo en la estampida y el correspondiente pase de facturas de un sector a otro dentro de sus alicaídas filas. Posee el respaldo de buena parte de la sociedad, pero necesitará compatibilizar acuerdos con otros sectores y gobernadores para enfrentar el inevitable colapso de la economía.

Todo eso queda para los próximos días. Esa «locura» que estalló en las calles porteñas anoche estaba más que justificada. Amén de provocar un cambio, los argentinos comenzaron a erigir una suerte de dique de contención para la versión hegemónica de Massa, que ayer se vio obligado a mostrarse como un demócrata de urgencia.

Ahí quedó el peronismo. Con sus bolsones de poder en las provincias y, principalmente, en la estratégica provincia de Buenos Aires, allí donde se refugiará lo que sobreviva del kirchnerismo, con la expresidenta a la cabeza.

No eran pocos lo que en sus cánticos, en el búnker de Milei y en las calles, se acordaron de la gran derrotada, Cristina Kirchner. Tanto que más de uno, se dieron el tiempo para imaginar la escena. Imaginando la imagen de los dos protagonistas centrales (la exmandataria y el electo presidente) de esta historia, frente a frente. En tanto ellos, rebosantes de felicidad, ahí en la calle abarrotada por los festejos, respetando a pie juntillas la letra de la Balada y mientras intentaban un grito con lo que les quedaba de voz: «¡Loca ella y loco yo!».

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